dos escenas multimedia por
antoni muntadas
TWO MULTIMEDIA SCENES
BY ANTONI MUNTADAS
Daniel Barba Rodríguez
Universidad de Valladolid
https://doi.org/10.5281/zenodo.7642299
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Recibido: (junio 2022)
Aceptado: (Julio 2022)
Publicado (julio 2022)
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Cómo citar este artículo
Barba Rodríguez, Daniel, (2022). “Dos escenas
multimedia por Antoni Muntadas” en: Raquel Sardá & Vicente Alemany (Eds.). La
imagen entra en escena. Creaciones digitales en el ámbito escénico, el espacio
urbano y el espacio natural. ASRI. N.º 21: Págs. 23-40. URJC.
Recuperado de
http://www.revistaasri.com
Resumen
Antoni Muntadas investiga
con su arte sobre el individuo y la sociedad, en especial sobre el papel de la
tecnología para mediar y crear la realidad. El artículo analiza las estrategias
proyectuales de dos de sus obras que mejor reflejan este tema: The Board
Room y The File Room. En ellas destaca la integración de lo virtual en el
espacio artístico. La comparación permitirá ver dos posibilidades de interacción entre el
público y un proyecto artístico multimedia.
Palabras clave
Antoni Muntadas, Instalación de arte, Espacio, Artes
visuales, Nuevas tecnologías.
Abstract
Antoni Muntadas, by creating art, explores the
individual and our society, particularly the role of technology to mediate and
create reality. The paper analyses the design strategies of two of his works:
The Board Room and The File Room, with particular attention to the integration
of the virtual in the art installation. The two cases allow us to see two
possibilities of interaction between the public and the multimedia artistic
project.
Keywords
Antoni Muntadas, Art installation, Space, Visual art, new
media art
Introducción
El
artista Antoni Muntadas (1942, Barcelona) intenta destapar en su proyecto
artístico los mecanismos ocultos que controlan y dirigen a la humanidad en
todas sus escalas. Una de sus inquietudes es descubrir cómo las nuevas
tecnologías, a medida que aumentan su difusión y virtualizan el espacio que
habitamos, no son solo mediadoras de la realidad, sino que también la crean.
Como ya anticipó Jean Baudrillard (1983): “La función del mensaje ya no es
proporcionar información, sino realizar pruebas y sondeos y, finalmente,
conseguir el control” (p. 119). Muntadas tiene por objetivo el destapar los
mecanismos ocultos que juegan un papel tan importante en la experiencia
cotidiana; mecanismos con un poder abismal para dirigir nuestro comportamiento
y actitud ante la vida. No en vano se le reconoce, sobre todo, por ser pionero
en tratar a los media de manera crítica, ya desde los años setenta,
destapando su poder de mediación y manipulación (Blom, 2011; Fajardo, 2013).
Muntadas, maestro de aquellos que se consideran artista-en-la-sociedad, siempre
ha mostrado un interés central por el individuo y la sociedad que éste crea y
habita (Augatis, 2011).
La
presente investigación abordará la habilidad del artista para profundizar sobre
el poder de la tecnología para mediar entre el individuo y su contexto. A
través del análisis de dos casos de especial relevancia, se tiene el objetivo
de identificar la manera con la que Muntadas afronta los problemas sociales de
índole virtual o multimedia, atendiendo en especial a la idea de espacio que
plantea y los recursos utilizados para darle forma material, y provocar, con
ello, una respuesta emocional y física en el visitante. Antoni Muntadas
utiliza una estrategia proyectual que incorpora por igual el disciplinar
enfoque que analiza el asunto como una temática conceptual y, a la vez, el
opuesto que incorpora la tecnología como un recurso artístico; sin que ninguna
de las dos aproximaciones predomine sobre la otra. El artista apuesta por
combinar ambos planteamientos en un ejercicio tan básico como destapar lo que
ya regía de manera oculta (Borja-Villel et al., 2011, pp. 95-96). El análisis
crítico se torna en una sencilla visibilización de los mecanismos que ya
funcionan en la sociedad, todo ello en forma de instalación artística. El
artista-en-la-sociedad hace de traductor (Rofes et al., 2011) entre la comunidad
y el individuo[1].
Antoni Muntadas tiene la notable
cualidad de explicar una realidad compleja, que además se oculta a lo
cotidiano, presentándola de una forma precisa y, en cierto grado,
esencializada. Si bien, esa búsqueda de la esencia no es extrema, sino
equilibrada. Esto no desmerece su obra, todo lo contrario, se muestra como
prueba del criterio personal de Muntadas para entender la aproximación más
efectiva para exhibir el funcionamiento de la sociedad. Como intentaremos
demostrar, en las instalaciones analizadas no veremos un deseo de encontrar el
mínimo número de elementos posibles, sino localizar cuáles son los necesarios
para emitir el mensaje con la mayor intensidad. Los componentes siempre serán
reconocibles por separado; se vinculan entre sí pero sin entrar en competición,
tratándose de una yuxtaposición de elementos y mensajes. Es por todo esto que
resulta de gran interés atender a la estrategia proyectual de Antoni Muntadas
que, quizás, ha estado siempre en un segundo plano frente a la predominante
crítica sociopolítica pretendida en sus obras (Expósito y Rauning, 2011, pp.
110-111). Puede que esta faceta de creador o diseñador haya sufrido de una
falta de atención, pero en ningún caso se muestra justificada por falta de
calidad ni de sutilezas proyectuales.
Otro aspecto importante que se nos
plantea al analizar la producción de Muntadas es entender que la influencia de
la tecnología, además, no se limita a un solo campo de la praxis humana
(Bauman, 2002), es, en cambio, un proceso en permanente expansión que actúa con
indiferencia del contexto y de la escala. Al menos esto es así en la narrativa
que nos propone el artista. Muntadas ordena todas sus creaciones bajo un
conjunto de categorías que él denomina “cosmologías” (grupos temáticos que
tratan sobre un problema antropológico que el artista percibe)[2].
Una categorización que aborda desde cuestiones de escala humana e individual,
como la creación del “yo” (por ejemplo: The Nap/La siesta, 1995), hasta
campos del saber universales en torno a conceptos como “poder” y “verdad”.
Figura
1. Antoni Muntadas. The Nap
(1995). Netherlands
Film Museum, Amsterdam (Holanda). Instalación
audiovisual. Fuente: Archivo de Antoni Muntadas (ARXIU/AM, s.f.).
Esta
investigación presenta el análisis y la comparación de dos casos de estudio
escogidos por su condición de paradigma del tema que estamos abordando, es
decir: estrategias espaciales que revelan la mediación (o manipulación) de la
tecnología. Debido a que nuestro interés se centra de manera especial en los
recursos espaciales utilizados, propios de la arquitectura y artes visuales, se
han seleccionado dos obras que se formalizan como “instalación de arte”
(Sánchez Argilés, 2009; Larrañaga, 2001), sin afán por ello de limitar el campo
de trabajo de Muntadas, un artista que nunca ha tenido el menor reparo en
utilizar absolutamente todo el abanico de técnicas que la actualidad pone a su
disposición (Augaitis, 2011, p. 12). De la extensa producción artística de
Antoni Muntadas, los dos casos de estudio analizados en esta investigación son:
The Board Room (1987) y The File Room (1994).
Esta selección se ha realizado con la
intención de encontrar distintos modelos sobre cómo el artista interpreta el
papel de la tecnología en la actualidad y que, por tanto, su trasfondo
conceptual trate sobre el mundo virtual de los media y la tecnología. La
génesis de las obras seleccionadas debía darse en un marco de tiempo breve para
considerar que surgen de un mismo corpus teórico, aceptando que en un
periodo de pocos años la inquietud teórica de Muntadas sobre el tema no ha
podido variar demasiado; y, sobre todo, asumir que las herramientas
tecnológicas disponibles eran similares. Además, para que la única variación
significativa en el estudio fuese la estrategia de cómo se incorpora la
tecnología a la instalación (como tema de estudio y como recurso de
proyecto), el planteamiento formal de las obras debía ser lo más similar
posible: en este caso hemos seleccionado “salas” o “habitaciones” (Rooms).
Estas dos habitaciones investigan “cosmologías" diferentes (“esferas de
poder” y “el archivo”), pero de una escala sociológica similar: ambas tratan
sobre la organización social a escala global de “humanidad”.
El análisis
de cada caso ha sido abordado con una inicial puesta en contexto de la obra y la
inquietud teórica que le da origen. Posteriormente se pasa al análisis de los
elementos espaciales que conforman cada instalación, identificando en ambos
casos (en la medida de lo posible) los mismos recursos y separando dichos
elementos en dos grandes bloques o categorías espaciales: en primer lugar,
aquellos elementos físicos configuradores del espacio “real”; para después
identificar aquellos otros con una condición más narrativa y tecnológica (o
dicho de otra manera, aquellos recursos que conforman el espacio “virtual”). El
estudio de cada caso, como punto de mayor interés, culmina prestando atención a
la interacción entre espectador y espacio (o espacios). Esto dará paso a
la identificación de los resultados en cada obra a partir del diálogo
establecido entre los espectadores y los recursos espaciales de la instalación,
tanto matéricos como tecnológicos/virtuales; en concreto, el papel que se
espera del público al participar en la propuesta artística.
La similitud formal de las dos
instalaciones, Rooms, nos permite poner todo el énfasis en el grado de
integración de lo “virtual” en la instalación de arte a la vez que surgen
diferencias interesantes por la variedad temática (cosmologías diferentes).
Estos dos casos, en definitiva, permiten ver distintas posibilidades de
interacción entre el usuario del arte y el proyecto artístico.
The Board Room [3]
La inquietud de Antoni Muntadas al proyectar esta
obra parece clara y, además, se corrobora al estar incorporada a la cosmología
de las “esferas de poder”. Desde el instante en que cualquier visitante pone
pie en esta instalación ya debe actuar sobre él o ella la atmósfera opresiva de
la sala, cuyo principal objetivo es, ante todo, intimidarle (Wallis, 2011, p. 115).
Esto es a la vez compatible con un curioso carácter seductor del espacio, o
quizás sea más apropiado decir, de la escenificación (López Antuñano, 2016, pp.
276-278). La teatralización del poder y sus rituales intimida y seduce a partes
iguales; una condición que utilizan con conocimiento de causa nuestros
líderes, ya sean políticos, religiosos o mediáticos. Eso es lo que parece que
Antoni Muntadas quiere mostrarnos al crear esta “sala de reuniones” usada por
los dirigentes mundiales (como delatan los retratos). Pero, a pesar de la
claridad con que nos presenta el tipo, en una posterior revisión más detallada
el espectador se dará cuenta de que se trata de un espacio más mental que
físico (Wallis, 2011). Con la misma seguridad que afirmamos que es una sala de
reuniones, advertimos el esencialismo con que está ejecutada. Nuestro
imaginario colectivo nos lleva enseguida a identificar el espacio y, sin
embargo, cuesta pensar que exista realmente un análogo real remotamente
parecido a este. Se muestra, por tanto, un acertado esfuerzo por identificar y
sintetizar los elementos que caracterizan a este tipo funcional, sin que ese
esfuerzo de síntesis cobre protagonismo (a diferencia de lo que suele ocurrir con
excesiva frecuencia cuando se habla de las esencias, nadie reconocería aquí las
tan recurrentes “influencias minimalistas”, por ejemplo).
Figura 2. Antoni Muntadas. The Board Room (1987). North
Hall Gallery, Massachusetts College of Art, Boston (EEUU). Instalación. Fuente: Archivo de Antoni
Muntadas (ARXIU/AM, s.f.).
Como último apunte antes de centrarnos en la
estrategia de proyecto, dejar indicado el giro de guion que esta obra nos propone
para reforzar la percepción de un espacio más mental que físico. A pesar de que
toda la escenografía recae en el diseño icónico de la sala de reuniones (con
todas las connotaciones que Muntadas asigna al espacio) el núcleo artístico
reside en otro punto; está, podemos decir, en una crítica política sobre los
“dueños” de la sala: los líderes mundiales y sus discursos. La
sala de reuniones es el marco que crea la atmósfera, mientras que los retratos,
y especialmente los monitores de video que sustituyen sus bocas, son el
verdadero centro de la crítica intelectual. Todo con el objetivo de destapar el
funcionamiento opaco (por deseo de tales líderes) del poder y los
discursos que controla nuestro trabajo, nuestros ideales y nuestra existencia
(Foucault, 2019). Para ello, Muntadas utiliza una estrategia proyectual que
mezcla los recursos típicos de la instalación de arte a la vez que (o más
importante) incorpora el uso de la tecnología (monitores de imagen, sonido e
iluminación); algo que, por otro lado, ya está totalmente normalizado.
A la hora de materializar el tipo, Antoni Muntadas
se apoya en un número reducido y reconocible de elementos, cada uno de ellos
con una intención precisa que complementa al resto. Estos son:
Figura 3. Antoni Muntadas. The Board Room (1987). Dibujo analítico. Fuente: Elaboración
propia.
La sala. Muntadas delimita el espacio
expositivo para crear así una habitación independiente y aislada del resto de
la galería o museo. Se trata de un esfuerzo por descontextualizar al
espectador. Este espacio, la “sala de reuniones” (The Board Room), se materializa
con una fuerte abstracción. Para ser precisos se podría decir que el espacio
está acotado, pero no necesariamente podemos afirmar que materializado. Las
paredes, negras y sin textura, buscan abstraer al visitante de una espacialidad
“absoluta” (Van de Ven, 1981, p. 71) para, en su lugar, incorporarlo a una realidad
conceptual o narrativa. ¿Dónde se podría situar la sala de reuniones
de los líderes mundiales si no en la indefinición del imaginario colectivo?
Aun así, dentro de este esfuerzo de abstracción geográfica, es significativo
que Muntadas reconozca la importancia de la jerarquía espacial. La sala podría
haber tenido cualquier proporción y el artista apostó por una decidida
longitudinalidad (basta con ver el coincidente punto de vista de la mayoría de
las fotografías tomadas para notar su importancia). La profundidad, con su
tensión adscrita, es un añadido dramático para el espectador. El espacio no se
muestra ni estático ni equitativo; condicionantes que también acompañan a la
idea de poder. La longitudinalidad obliga al espectador a posicionarse
dentro de la sala y dentro de la mesa de reuniones; o, como mínimo, recorrerla
y rodearla, y no sin cierta incomodidad.
El suelo. Siguiendo la línea de cómo
Muntadas aprovecha cada elemento para dotar al espacio de una cualidad concreta
(aunque la realidad evidentemente se muestre más abierta), podemos ver que el
suelo, con la apariencia de ser una moqueta de intenso terciopelo rojo, se
encarga de cualificar la sala, abstracta, con una potente atmósfera de poder:
temor y seducción. Ese rojo intenso será el único color de la instalación (con
la excepción de las fotografías) y provoca la inmersión del espectador en un
espacio de poder.
Figura 4. Antoni Muntadas. The Board Room (1987). Espacio Fundación Telefónica, Buenos
Aires, 2007.
Fotografía:
Oscar Balducci.
El mobiliario. El conjunto que forma la mesa
(de igual forma que la sala: rectangular y alargada) y las sillas (en total
trece, una por cada personalidad retratada) es el único elemento imprescindible
para entender que el espacio se trata de una sala de juntas. No es necesario
incorporar más objetos, pero tampoco se podrían suprimir estos que sí están.
Sin ser algo pretendidamente buscado, Muntadas demuestra hasta qué punto la
forma espacial no sigue a la función; al menos no tanto como sí ocurre con la
relación función y objetos (Ito, 2000). Si el espacio físico creaba la
atmósfera de poder, el mobiliario creará la utilidad: sala de juntas. A
la vez, la definición material y formal de estos objetos permite reincidir en
el mensaje global con nuevos matices. Al poder siempre le acompaña el lujo y la
pertenencia a la élite; el que se sabe poderoso y ejerce tal posición no siente
la necesidad de demostrarlo con opulencia (puede hacerlo, pero no lo necesita).
El mobiliario rebosa de un ascetismo lujoso; los muebles no se muestran
excesivamente cómodos, y aún menos vulgares. Si alguien los etiquetase como
“mobiliario de autor” lo aceptaríamos sin cuestionarlo. Un mobiliario elegante,
pero sin grandes alardes más allá de la depuración formal y el empleo de
materiales acordes. Un mobiliario que parece hecho para ese lugar específico y
que sin embargo no es así. Cuando Muntadas vuelve a instalar esta obra en otros
emplazamientos no utiliza las mismas unidades, ni siquiera el mismo modelo; no
eran idénticos, aunque sí similares (fig. 4). Esto demuestra que su intención
es narrativa; el valor artístico (conceptual) reside en la imagen que
proyecta y en ningún caso va anclada al aura (en el sentido atribuido por
Benjamin, 1939) de un objeto material concreto que se almacena y se
expone. Más importante que el modelo es la disposición del conjunto. Al
espectador se le presenta una sensación ambigua, la sobriedad junto con la
falta de instrucciones de la instalación de arte le invita a sentarse a la mesa
y, a la vez, le repele a hacerlo. Otra vez volvemos al juego de seducciones del
poder, intuir la posibilidad de alcanzar algo que sabemos que tenemos vetado.
Figura
5 y 6. A la izquierda: Retrato de Juan Pablo
II, Papa de la iglesia católica. A la derecha: Retrato de Jimmy Swaggart,
telepredicador. Detalle de The Board Room (Antoni Muntadas, 1987).
Fuente: Revista El Viejo Topo (Aharonian, 2017).
Mención especial
merecen los retratos ya que, si bien, como “elemento decorativo” se
podrían entender similares a los recursos espaciales ya vistos, lo cierto es
que funcionan como un recurso de transición entre la propuesta espacial de la
instalación y los recursos expresivos que la dotan de una poética narrativa[4].
Para entender el tipo espacial de “sala de reuniones” los retratos no se
muestran imprescindibles, ni siquiera importantes; en cambio, para entender la
temática de las “esferas de poder” sí son fundamentales. Un recurso narrativo
que condiciona la “sala de reuniones”, mediante el añadido de ser la “utilizada
por los líderes mundiales”. Los retratos hacen de nexo de unión entre
escenografía y temática, perteneciendo a ambos simultáneamente.
Veamos ahora los recursos expresivos que Muntadas
logra con el empleo de la tecnología, el punto álgido de la instalación:
La iluminación. Los focos de luz se utilizan
de una manera muy sencilla, pero con gran intensidad, buscando crear un fuerte
contraste. Se resalta lo iluminado (la mesa y los retratos) a la vez que se acentúa
la abstracción de la sala de superficies negras en la oscuridad, así como la
negación del techo. La iluminación de la mesa, que refuerza su condición de
centro espacial, intensifica la atmósfera de tensión que se siente en la sala.
De especial interés resulta que el mobiliario no está iluminado directamente,
sino que más bien es desde la parte inferior de la mesa desde donde se proyecta
la luz al suelo de color rojo intenso; quedando el conjunto en un contraluz
dramático (Fajardo, 2013, p. 45). Se crea un curioso efecto de seducción: el
mobiliario, puesto en el foco de interés por la iluminación, se muestra
incompleto, expectante, a la espera de ser utilizado por los líderes ¿o,
en su lugar, por los visitantes de la instalación? En una segunda escala tenemos
la iluminación individual de cada uno de los retratos. Los marcos de los
cuadros cuentan con unas pequeñas y elegantes luminarias, individuales, que
cogen cierto protagonismo al optar por hacerse visibles; no se oculta la
iluminación como podría ser lo recurrente en instalaciones similares, sino que
se incorpora como parte de la escenificación. En el imaginario colectivo se
reconoce este recurso como el reservado tradicionalmente a los cuadros y
retratos de gran valor (ya fuese artístico o político-social).
Los monitores. Pese a tratarse de los
elementos de la sala de menor dimensión logran ser, sin embargo, el punto de
mayor intensidad tanto experiencial como conceptual. A pesar de su pequeña
superficie, o justamente por eso, funcionan como llamada de atención para atraer
al espectador al punto más importante y discordante de toda la escenografía.
Las pantallas sustituyen las bocas de sus protagonistas para incorporar su
discurso a la instalación. Algo fundamental en esta obra es el sonido, o mejor
dicho, el ruido. Cada monitor emite su propio discurso (el discurso que está
dando su protagonista retratado) y esto hace que se entremezclen todos ellos
creando una nebulosa de retóricas muy próximas al ruido[5]. Esta
alegoría sigue aún de plena vigencia (si no más) para explicar la realidad
social actual (Rorty, 1991, p. 26; Bauman, 2002, p. 92). El espectador, para
reconocer por separado el mensaje de cada discurso, deberá acercarse a cada
retrato y su correspondiente monitor; quizás, en este caso, lo apropiado sería
utilizar el término “televisor”, ya que esta es su apariencia y así es como lo
identificaría un visitante de la sala: un televisor de dimensión diminuta. De
esta manera, sonora y simbólica, se introduce el discurso y los media
como el tema conceptual que busca ser analizado críticamente.
El último punto al que debemos atender es la interacción
del público con la obra. Como ya dejó indicado Josu Larrañaga (2001), si
algo caracteriza a las instalaciones es que al público de este tipo de arte se
le debe llamar “usuario” por su papel activo (p. 31). En el caso de esta
instalación, y a diferencia de lo que suele ser generalizado, la interacción
del usuario con la obra no se supedita al recorrido, al menos no en exclusiva.
Hay dos formas de visitar la instalación (compatibles entre sí): se puede
aceptar el reto de ser un usuario de la sala de juntas y, por tanto, participar
en la propuesta de sentarse a la mesa, o como mínimo tantear la posibilidad (la
instalación parece permitir que cualquier visitante pueda sentarse, pero, a la
vez, el ambiente es tan agresivo y opresivo que difícilmente parece una opción
verdaderamente disponible); por otro lado, se puede seguir el recorrido
propuesto por el ruido de los retratos y sus monitores, descifrando uno a uno
los discursos de cada líder y recorriendo la sala por su perímetro, rodeando la
mesa. Dos maneras de interactuar, una que requiere un papel físico activo para
experimentar en primera persona la sensación de poder; la otra que requiere
acompañar el esfuerzo intelectual y crítico con un paseo por la sala.
Antoni Muntadas propone en esta instalación, The
Board Room, un juego similar a lo que ocurre en nuestra realidad cotidiana.
Frente al aparentemente prioritario espacio físico, el verdadero núcleo que
marca nuestras vidas y define la forma de sociedad es el espacio virtual. Así
culmina el desplazamiento hacia un espacio mental. Las pantallas, un recurso ya
muy utilizado a finales de siglo XX, no alteran la información proporcionada
por el espacio escenificado; sino que, a mayores, añaden un nuevo factor que de
otra manera habría pasado totalmente por alto: el papel de los media y
lo virtual para controlar de manera difusa, fluida (Bauman, 2013), pero a la
vez absoluta, todos los discursos de poder (Baudrillard, 1978). Son numerosas
las lecturas que cada espectador puede hacer de todos estos recursos
proyectuales y de los vínculos que establecen entre sí. Lecturas que pueden ser
tan inmediatas como “la manipulación que ejercen los líderes sobre nosotros”,
hasta llegar a metáforas más complejas que consideren a los tan importantes líderes
como meros objetos en manos de los media. The Board Room
visibiliza uno de los mecanismos que los media y la virtualización del
contexto imponen creando una sociedad de verdades momentáneas, de opiniones
cacofónicas y caos generalizado (Fajardo, 2013, p. 45), todo bajo el control de
un poder que intimida y seduce (Wallis,
2011, p. 118).
The File Room [6]
Antoni Muntadas, en este otro caso, nos presenta
una oportunidad para reflexionar acerca del “saber”. El artista presta atención
a cómo se guarda el conocimiento y, en especial, como el acto de archivar
acarrea consigo, obligatoriamente, un acto de censura con independencia de si
es de manera voluntaria (es decir, manipulación) o es la simple consecuencia de
sus limitaciones. En torno a esto trata la cosmología de “el archivo” (The
Archive) donde se sitúa como ejemplo paradigmático esta obra, The File
Room. La
sala materializa nuevamente un tipo arquitectónico más mental que físico, que
se hace reconocible en nuestro imaginario colectivo a través de un control
inteligente de los elementos que conforman la instalación. Muntadas nos propone
un tipo (más bien simbólico) muy preciso: un archivo dónde la documentación a
guardar es tan importante que la sala, formalmente, proyecta una imagen
más próxima a la idea de “caja fuerte” que a la de un archivo documental
convencional. Sugiere la importancia de ser un espacio para guardar documentos
de alto valor donde la información no se acumula, sino que se organiza y
protege pormenorizadamente. “El archivo, cuando se convierte en lugar de asilo
de los hechos censurados, lleva implícita la promesa de que volverán a examinarse,
a interpretarse. Puede ser un espacio de ocultación, pero es también y ante
todo un depósito. Mejor archivar que destruir” (Duguet, 2011, p. 240). Este
es el marco físico en el que Muntadas sitúa al visitante al entrar en la
instalación.
Así mismo, y de manera similar al anterior caso, el
marco de la sala es una escenografía que mete en ambiente al usuario. El
interés vuelve a desplazarse del espacio físico (que a su vez también se
abstrae de un contexto preciso y contingente) a un universo virtual, creado exprofeso:
un archivo virtual sobre la censura. La estrategia proyectual se asemeja a la
de The Board Room, si bien, encontraremos una gran diferencia en la
inclusión de los elementos tecnológicos y la interacción que estos permiten con
el usuario. Aquí se proyectan de una manera mucho más ambiciosa para crear un
verdadero espacio virtual interactivo. Frente a los archivadores, que hacen la
función de límite espacial, Muntadas incorpora un archivo digital útil y
manipulable por el visitante de la instalación, aprovechando el cada vez mayor
desarrollo de los ordenadores personales (PCs) en la década de los noventa.
Figura 7. Antoni Muntadas. The File Room (1994). Instalación,
Net-art. Fuente: The File Room (s.f.)
Al igual que hicimos anteriormente, empezaremos por
desgranar los elementos materiales que conforman la instalación analizando su
papel dentro del conjunto:
La sala. Muntadas repite la estrategia de
abstraer al visitante de su realidad cotidiana y desvincula la sala del resto
de la galería o museo. Nuevamente propone un espacio abstracto que no parece
situarse en un contexto determinado más allá de funcionar como el tipo
universal de “archivo”. Utiliza el mismo procedimiento de desmaterializar las
superficies utilizando un acabado neutro en paredes, suelo y techo[7]. Pese a
que volvemos a ver la misma estrategia de definición espacial, sin embargo,
existe una diferencia básica con respecto a The Board Room. Muntadas en
este caso apuesta por un espacio cúbico y de dimensión más reducida. Un espacio
que podemos adjetivar como cerrado y central. Siguiendo la terminología del
arquitecto Toyo Ito, un “lugar de destino”, que no “de paso” (2000, pp. 175-188).
Sin una jerarquía espacial propia, se niega la posibilidad de un recorrido
interior y, de esta manera, el espacio únicamente funciona como lugar de
llegada. Otra consecuencia de la geometría es que la sala equipara la valía de
todo lo contenido en ella, sin jerarquizar la importancia en función de la
localización. Todo se sabe igual de valioso, protegido y encerrado.
Figura
8. Antoni Muntadas. The File Room
(1994). Dibujo analítico. Fuente: Elaboración propia.
Los archivadores. Muntadas, para intensificar
la sensación de abstracción (negando aún más el espacio expositivo donde se
sitúa la instalación), utiliza los archivadores como elementos constructivos al
utilizarlos como el verdadero límite del espacio físico. Resulta indiferente la
existencia o no de paredes y techo, a efectos prácticos la sala se identifica
con el espacio construido por tales archivadores (con los significados que a
cada cual puede sugerir el vincular “conocimiento” con las ideas de límite
espacial, contenedor/contenido, privacidad, etc.). La definición concreta de
los archivadores, por otro lado, no resulta especialmente relevante y se
resuelven de una manera bastante esencial. Un panel negro hace la función de
puerta, y se le añade un tirador y una etiqueta; cada unidad se compone de
manera simple y simétrica, con los añadidos siempre en el centro (una norma
generadora de orden que domina la instalación a todos los niveles). Cada elemento
por separado no muestra mayor interés que, por ejemplo, un azulejo, es en su
conjunto cuando cumplen la función de dotar a la sala de la condición
indiscutible de “archivo”.
El mobiliario. Si recordamos, en The
Board Room el mobiliario proyectaba la imagen de poder a través de
una apariencia de “lujo ascético”. En este otro caso, en cambio, hablaremos de
un mobiliario que da imagen de "burocracia” y todas las cualidades
que nuestro imaginario le adscribe: economía, funcionalidad, orden, rigor,
seguridad, seriedad, sistematización, etc. Todo lo que necesita la sala es una
pequeña mesa-escritorio acompañada de una silla incómoda, ambas convencionales,
sin concesiones al diseño; ni siquiera aparentan ser especialmente ergonómicas.
Su disposición original, en el medio de la sala, da fe de esa sensación
burocrática de rigor, protocolo y transparencia (falta de privacidad). Todo en
pro de la utilidad. Todo en refuerzo de la escenificación. Un espacio
ciertamente deshumanizado que solo contiene información. Un archivo.
La luz (la bombilla). Pese a ser un
elemento tecnológico, creemos apropiado situar este recurso en este primer
grupo de estrategias de proyecto materiales ya que, Muntadas, lo utiliza como recurso
para la manipulación espacial y parte de la escenificación: un espacio privado,
contenedor de un alto secreto universal (Fajardo, 2013, pp. 45-46). El artista
resuelve toda la iluminación del conjunto con una única bombilla colgada en el
medio, que desciende hasta la altura superior de los archivadores. Una manera
muy inteligente de crear un nuevo límite espacial superior que sustituye al
techo del espacio expositivo, de nuevo negado (negro, en oscuridad y sin su
función de cobijo o límite espacial). Una única bombilla sin ningún añadido
ornamental que cumple con su deber, ni más, ni menos. Íntimo y privado (Duguet,
2011, p. 242). Económico y funcional. Burocrático y objetivo.
Con todo esto en mente, pasemos ahora al punto de
mayor interés de la instalación. Será en los elementos tecnológicos donde
Muntadas haga una apuesta mucho más ambiciosa por incorporar las posibilidades
de las nuevas tecnologías como un recurso expresivo y de crítica intelectual.
No se puede comprender esta obra sin su vertiente digital y es que, al fin y al
cabo, Muntadas propone al visitante consultar y participar de manera activa en
la creación de un archivo digital. El archivo tiene el objetivo
de documentar casos de censura en cualquier parte del mundo. Un tema acorde a
las inquietudes que el artista siempre ha mostrado tener. Lo que hace especial
esta obra es la intensidad con la que afronta la idea de “proyecto”, dándole
una importancia capital a la participación ciudadana. “Muntadas es, más que un
artista, un equipo. Incluso si firma individualmente sus obras -que él prefiere
llamar, trabajos, proyectos, actividades, intervenciones- habitualmente, su
progreso implica a un número variable de colaboradores, corresponsales,
informantes” (Bonet, 2011, p. 52). El archivo no se conforma con ser de libre
acceso para el visitante, sino que éste será el encargado de ir subiendo
nuevos casos. El público es un verdadero “usuario”. Como vemos, se trata de un
proyecto que excede los límites de la instalación de arte; no en vano, aún hoy
se puede acceder y participar añadiendo nuevos casos de censura a través de la
dirección web: www.thefileroom.org[8]. Una
página web que mantiene la apariencia original del archivo virtual con un
diseño propio de la década de los noventa (esta matización es importante, ya que
no se trata de una página web común que deba someterse a las actualizaciones
lógicas de la tecnología y las tendencias de diseño, sino de un trabajo
artístico creado en 1994) (Darley, 2002, pp. 29-60).
El archivo digital se materializa como parte de la
instalación en la forma de un ordenador de “sobremesa”, situado en la mesa-escritorio,
y de varias pantallas que sustituyen de manera puntual alguno de los
archivadores; por supuesto, todo siempre bajo la norma de composición central que
ordena todo el conjunto de la sala. Muntadas utiliza estos elementos de hardware
para materializar físicamente el archivo digital (software). Hoy día ya
se ha normalizado tanto la metáfora de “ventana” que ha perdido su fuerza
original, pero en ese momento, en los noventa, esas pantallas introducían la
poética de funcionar como ventanas que permitían al usuario mirar
al espacio virtual (un espacio que hoy reconocemos bajo otra metáfora, a su vez
normalizada: la nube, la red, o internet)[9].
Figura
9. Antoni Muntadas. The File Room
(1994). Imagen del Archivo digital / captura de la página web.
Fuente: The File Room (The File Room, s.f.)
Finalmente, atendamos a los distintos niveles de interacción
que funcionan en esta instalación. Primero de todo, como venimos diciendo, hay
dos tipos de espacio: físico y virtual; por tanto, cada uno de ellos requerirá
de una interacción distinta (Duguet, 2011, p. 242). El espacio físico de la
sala, el “archivo” (The File Room), por su geometría, niega un recorrido
interior y tampoco utiliza ningún tipo de interacción expositiva o narrativa,
como es propio de las instalaciones de arte (y como hemos visto que ocurría en el
anterior caso con los retratos) (Sánchez Argilés, 2009; Larrañaga, 2001). La
inmersión que se propone en esta obra es tal que el único papel que se le
permite tomar al visitante (si quiere) es el de “usuario”: sentarse en el
escritorio o utilizar alguna de las pantallas y participar de la propuesta
artística entrando en el juego de consultar el archivo (y, quizás, añadir
información). Una vez se enfrenta a la pantalla del ordenador, traspasa la ventana
hacia el mundo digital y tiene lugar la interacción entre el usuario y el
espacio virtual. El visitante navega (seguimos con el empleo de términos
metafóricos) por el archivo, una experiencia que en los noventa ya era de por
sí digna de interés.
La interacción con el proyecto artístico sugiere
otra respuesta, quizás no tan evidente pero sí de mayor interés, y es que,
Muntadas, al proponer este juego entre el archivo físico y el digital logra
visibilizar sus diferencias. El espacio físico, pese al rito (en la actualidad
mitificado)[10]
que supone buscar un documento, se muestra limitado y tedioso de utilizar
(Duguet, 2011, pp. 242-243). El espacio digital, por otro lado, es más cómodo e
inmediato a cambio de sacrificar su carácter de “absoluto”: la verdad que
contiene es variable y virtual (Sloterdijk, 2020, pp. 109-114). Este proyecto
artístico, en el contexto actual, también plantea un problema en auge, el que
respecta a las fuentes de conocimiento en abierto (el mayor ejemplo sería Wikipedia)
y la dificultad de controlar la veracidad de sus contenidos. Todo queda en manos
de la buena fe del usuario. Además, la contraposición de archivos propone un
enfoque más maduro que la estereotipada identificación de censura con manipulación.
El archivo físico evidencia un tipo de censura involuntaria, aunque siempre
presente, causada por el límite logístico que supone almacenar los documentos.
Por otro lado, el archivo digital refleja justo lo contrario, un espacio
virtual sin límite, ni dimensión, ni escala, que corre el riesgo de que el
exceso de información lo vuelva inaccesible. Un espacio convertido en laberinto
(una sugerencia más apropiada al momento actual que a los años noventa). En
todo caso, lo relevante para este análisis proyectual es destacar que las
cualidades y limitaciones de un tipo de archivo se ponen en evidencia al
convivir el uno junto con el otro en un espacio reducido y abstracto.
En definitiva, nos situamos ante una propuesta
artística que necesita de la interacción con el público, un verdadero “usuario”,
para poder existir y seguir desarrollándose. The File Room seguirá
siendo una obra de arte activa mientras haya alguien que entre al
archivo digital a consultarlo, en especial si añade un caso más de censura.
Conclusiones
Ambas
instalaciones artísticas proponen una crítica al papel de la tecnología en el
control del devenir de la humanidad. Esta dimensión crítica no se propone de
una manera directa (no se usan textos, ni imágenes, ni narraciones explícitas)
sino con la sutileza de recrear su funcionamiento en un espacio controlado y
abstraído de la realidad cotidiana. Como ya anticipó McLuhan, ratificado entre
otros muchos por Baudrillard (1981): el medio es el mensaje (Darley, 2002, p.
104). Al igual que si se tratase de un experimento de laboratorio, se propone
una abstracción de todo contexto que permite aislar estos mecanismos ocultos de
lo cotidiano y sus interferencias. Muntadas solicita al público que se
convierta en usuario, éste debe aceptar el juego que el artista propone
y caer una vez más, esta vez de manera consciente, en los mecanismos de
mediación de la tecnología. Será en esa interacción en primera persona cuando
se experimentará el poder de manipulación antes oculto; un problema que
previamente ha detectado Muntadas como parte de la responsabilidad que le exige
su trabajo de “artista”; eso que se puede llamar artista-en-la-sociedad, o que
otros, tales como Hal Foster (2001), identifican con “el artista como etnógrafo”
(pp. 175-208).
El
marco físico, las “habitaciones” (Room), en ambos casos son la
escenificación de un tipo de la sociedad contemporánea. Un espacio o lugar
reconocible por el imaginario colectivo. A esto se debe la abstracción de
las salas, concebidas como espacios neutros, pudiendo hablar, incluso, de la
negación de las superficies del espacio expositivo que lo contiene (el espacio
de la galería o museo). Dentro de esta abstracción se significa (casi en
exclusiva) la geometría del espacio. La proporción es una herramienta para
crear la atmósfera deseada: tensión en el primer caso (“esferas de poder”),
intimidad y reposo en el segundo. A mayores, Muntadas compone la escena con
distintos elementos que refuerzan la intención del conjunto, haciendo un
proceso de selección, pero sin sentir la necesidad de ir a un criterio de
mínimos; no cae en un exceso de síntesis que podría abstraer en exceso la
escena. En ese equilibrio está la consecución de un tipo arquitectónico
(aunque más correcto sería el término programático o funcional).
Una escena icónica que presenta el tema a tratar.
El
núcleo de interés de ambas propuestas no está en el escenario físico sino en el
espacio virtual. Es ahí donde va a residir la crítica intelectual. En cada caso
las estrategias de proyecto serán distintas ya que son diferentes los mensajes
que Muntadas intenta transmitir. Antoni Muntadas exige la interacción del
espectador, convertido en usuario, para navegar en primera persona entre
ambos espacios: físico y virtual. Será en la interacción del usuario,
participando de ambas dimensiones, cuando se genere un conjunto que funciona
como espacio narrativo, que intenta despertar en aquél que lo visita una
inquietud acerca del papel de las tecnologías en el control de su vida.
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115-118.
Agradecimientos
Esta
investigación ha sido financiada por la convocatoria 2021 de Contratos de
Investigación prectotoral UVa, cofinanciada por el Banco Santander. El trabajo
se desarrolló durante un periodo de 3 meses de Estancia de Investigación
Internacional en la Università Iuav di Venezia, en el año 2021, financiada por
la Universidad de Valladolid. Agradecer el tiempo y la atención recibida por
parte de Antoni Muntadas (durante este periodo de estancia) y de igual manera a
la Università Iuav.
La
investigación ha sido realizada en el marco del Proyecto I+D titulado DIGITALSTAGE.
Análisis espacial de instalaciones escenográficas digitales del siglo XXI (ref.
PID2021-123974NB-I00, 2022-2024), financiado por el Programa Estatal para
Impulsar la Investigación Científico-Técnica y su Transferencia, del Plan
Estatal de Investigación Científica, Técnica y de Innovación 2021-2023.
Ministerio de Ciencia e Innovación. Convocatoria 2021. Un proyecto que
desarrolla el Grupo de Investigación Reconocido ESPACIAR, de la Escuela de
Arquitectura de la Universidad de Valladolid.
Daniel Barba Rodríguez es Contratado Predoctoral de la Universidad de Valladolid cofinanciado por
el Banco Santander (2021). Doctorando en arquitectura en el Departamento de
Teoría y Proyecto Arquitectónico, con Estancia Internacional en la Università
Iuav di Venezia (2021). Arquitecto por la ETSAVa (2019) y Máster en
Investigación e Innovación en Arquitectura, con mención en Investigación,
ETSAVa (2020). Premio de excelencia en Grado UVa-Banco Santander (2019).
Actualmente es Investigador Asociado del Grupo de Investigación ESPACIAR
dedicado al estudio de las categorías espaciales en arquitectura y otras
disciplinas artísticas (2021). Ha sido Investigador del proyecto I+D Análisis
planimétrico, espacial y fotográfico de instalaciones audiovisuales pioneras en
la Península Ibérica desde 1975 (ref. PGC2018-095359-B-I00, del Plan
Nacional de Investigación) (2020-22).
Autor de artículos indexados (SJR) e internacionales (Universidad de
Chile), así como ponente invitado en congresos internacionales en la
Universidad de Cuenca (Ecuador), Iuav (Italia) o Pompeu Fabra (España). Así
mismo su investigación y labor como arquitecto ha sido reconocida en concursos
de arquitectura a nivel nacional e internacional: Europan 15 - Viena (2020),
ASEMAS (2020).
[1] Sobre
esta idea en relación con la cultura y pensamiento contemporáneo véase, por
ejemplo: Bauman (2002, p. 84) y Sloterdijk (2020, p. 348). Para ver este tema en
relación con el caso concreto de Muntadas véase: Borja-Villel et al. (2011, pp.
190-225). En especial el capítulo de Apter (2011, pp. 190-194).
[2] La clasificación conceptual en “cosmologías” es
fundamental para entender el inmenso y variado corpus artístico de Muntadas desde
una lógica de conjunto. El propio artista (en una conversación entablada con él
en 2021, Venecia) remarca la importancia de las “cosmologías” en su trabajo,
una clasificación que ha establecido como parte de su proyecto artístico.
[3] Obra presentada en 1987,
en el North Hall Gallery, Massachusetts College of Art, Boston (EEUU).
Para
más información véase el archivo virtual de Antoni Muntadas (ARXIU/AM., s.f)
[4] Históricamente el retrato o cuadro se ha utilizado
como elemento ornamental colgado en las paredes de una obra arquitectónica, es
decir, como decoración. Muntadas en este caso los utiliza como un elemento
expresivo que crea una narrativa. Cada retrato por separado no resulta de
interés, será en su conjunto cuando de verdad adquieran el significado
conceptual pretendido.
[5] Este es,
sin duda, el elemento más relevante. Se puede valorar su importancia por el
peso que tiene en la descripción oficial completa de la instalación: “La videoinstalación
que recrea una sala de juntas iluminada de forma solemne, con una mesa en el
centro, y en cuyas paredes cuelgan los retratos de trece personalidades del
mundo religioso, televisivo y político. En la boca de estos líderes puede
observarse un pequeño monitor que reproduce fragmentos breves de sus
respectivas soflamas, creando un auténtico rumor superpuesto, interrumpido, a
intervalos, por la aparición de algunas palabras como “futuro”, “recursos”, “dinero”,
“poder”, etc., que incorporan un sentido ambivalente y paradójico a sus
alocuciones” (ARXIU/AM.,
s.f)
[6] Obra presentada en 1994, en el Chicago Cultural
Center (EEUU). “TFR has since been seen as a physical installation in Lyon (1995),
Paris (1996), Barcelona (1996), and Hamburg (1996). Presentations on the
project have been made at Ars Electronica '95 (Linz), ISEA '95 (Montreal),
Medienbiennale '94 (Leipzig) and other venues” (The File Room, s.f.).
Para
más información véase el archivo virtual de Antoni Muntadas (ARXIU/AM., s.f)
[7] De todas las versiones que se han sucedido con los
años, la versión que opta por pintar el espacio de exposición (de la galería o
museo) en color negro (y no dejarla en blanco), sin textura, se muestra sin
duda la elección más apropiada para negar la existencia de la sala.
[8] “Since
2001 The File Room (TFR) has been hosted and maintained by the National
Coalition Against Censorship” (The File Room, s.f.).
[9] Sobre el papel de las “metáforas” y el lenguaje en
la conformación de la sociedad véase: Rorty (1991, pp. 63-77).
[10] Antoni Muntadas profundiza también sobre esto
dentro de su cosmología de “El Archivo” y obras como, por ejemplo, On
Translation: Paper BP/MVDR, donde se “recuperan” los olores de los
documentos y planos archivados del Pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe.