INTERVENCIÓN
FÍLMICA EN EL ESPACIO URBANO DESDE LA GALERÍA ESCAPARATE
filmic intervention in urban
space from the showcase gallery
Damià Jordà Bou
Universidad Miguel Hernández de Elche
https://doi.org/10.5281/zenodo.7642310
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Recibido: (junio 2022)
Aceptado: (julio 2022)
Publicado (julio 2022)
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Cómo citar este artículo.
Jordà Bou, Damià. 2022. “Intervención fílmica en el
espacio urbano desde la galería escaparate” en: Raquel Sardá Sánchez & Vicente
Alemany Sánchez-Moscoso (Eds.). La imagen entra en escena. Creaciones digitales
en el ámbito escénico, el espacio urbano y el espacio natural. ASRI. N.º 21:
Págs. 41-57.
Recuperado de
http://www.revistaasri.com
Resumen
A partir de
la videoinstalación Una Petita Pàtria (Damià Jordà, Valencia, 2020) en
este artículo se presenta un formato de intervención audiovisual en el espacio
urbano basado en el concepto de galería escaparate, es decir, un espacio
expositivo cuya obra pueda ser completamente visible desde la calle. Se detalla
un proceso de investigación basado en la práctica artística en el que confluyen
conceptos como el database cinema, la disincronía audio-vídeo, el
montaje aleatorio, la postproducción digital o las narrativas
autorreferenciales.
Palabras clave
Videoinstalación,
intervención urbana, Database cinema, filme-ensayo, postproducción audiovisual.
Abstract
Based on the
video installation Una Petita Pàtria (Damià Jordà, València, 2020), this
article presents a format of audiovisual intervention in urban space based on
the concept of showcase gallery, that is, an exhibition space whose artwork can
be completely visible from the street. A research process based on artistic
practice is detailed in which concepts such as database cinema, audio-video
desynchrony, random montage, digital post-production or self-referential
narratives converge.
Keywords
Video
installation, urban intervention, Database cinema, film-essay, audiovisual
post-production.
Introducción. Una exploración tecnológica y un discurso personal.
La instalación audiovisual Una Petita Pàtria (Una
Pequeña Patria) se estrenaba en diciembre de 2020 en la galería valenciana The
Blink Project y, tanto en su discurso conceptual como en los recursos
tecnológicos utilizados, concentraba los resultados de un proceso de
investigación iniciado cinco años atrás y que, al tratarse de un método
investigador basado en la práctica artística, había tomado cuerpo en una serie
de obras que se estrenaron durante ese periodo 2015-2020 hasta culminar en esta
instalación que concentra todos los ítems discursivos y tecnológicos que se
habían explorado en el proceso y que desarrollaremos en este artículo.
Una Petita Pàtria es una instalación de video multicanal que se sirve
de un sistema de montaje aleatorio inspirado en algunos principios del llamado Database
Cinema (cuyo concepto desarrollaremos más adelante). Pero además de proponerse
un dispositivo audiovisual de carácter inmersivo y experimental en su narrativa,
en esta ocasión este dispositivo artístico fílmico se enfrentaba al reto de
construirse site specific para un formato de galería-escaparate, es
decir, un cubo blanco con una única pared de cristal que debía permitir que la
obra expuesta fuera visible permanentemente desde el exterior y, por lo tanto,
formara parte durante su periodo de exhibición del paisaje urbano del casco
histórico de València. Esto suponía un reto artístico y tecnológico puesto que,
aunque alejándose notablemente de los conocidos formatos de intervención
audiovisual en exteriores (videomapping, pantallas gigantes y otros
espectáculos de luz y sonido) iba a acabar constituyendo inevitablemente una
suerte de intervención fílmica en el espacio urbano con la que los viandantes
se iban a encontrar de forma casual.
En este artículo detallaremos en primera persona el
proceso de creación de esta obra, los retos técnicos que hubo que afrontar y
las soluciones que se propusieron –que incluyen el uso de domótica o la
utilización de un sistema de sonido no invasivo con el entorno–, así como los
resultados obtenidos. Pero además se describirán y discutirán los elementos
formales y conceptuales que confluían en esta pieza procedentes de procesos experimentales
previos que vieron a la luz con el estreno de las obras Aquestes coses que
fem avui en día (2015) y Simfonia Industrial (2018) y que en esta introducción
podemos resumir en dos ejes fundamentales:
- El lenguaje fílmico ensayístico. La primera fase
del proceso de investigación-experimentación-creación se caracterizó por la
búsqueda de un lenguaje audiovisual alejado de la narrativa cinematográfica convencional
para acercarse más a las influencias del cine de ensayo, el vídeo diario, el
relato autorreferencial intimista, el ritmo pausado, el uso de la voz del
artista y otros recursos de estética fílmica con los que constituir un discurso
y un estilo personal que a la vez constituyeran una aportación con valor
colectivo.
- La experimentación tecnológica museística. A estos elementos discursivos y
estéticos se sumó un proceso de experimentación en las formas de relación
física del espectador con el objeto audiovisual como pieza artística, matérica
y museística, recogiendo influencias de la historia de la videoinstalación e
incorporando elementos propios de media art como las bases de datos, el
montaje aleatorio, la influencia del arte sonoro o el tratamiento del audiovisual
como objeto escultórico.
A
estos dos ejes de investigación cuyos resultados se presentaban en las citadas
obras de 2015 y 2018, se añadía en el proyecto Una Petita Pàtria el
factor de la incidencia en el espacio público y el tratamiento de la
instalación audiovisual como un elemento que se integrara en el paisaje urbano
y en el tránsito cotidiano, cuyo resultado presentamos en este artículo. Los
objetivos de la investigación que aquí se presenta se podrían sintetizar de la
siguiente manera:
-
Desarrollar un discurso personal que, desde la tradición de los lenguajes
audiovisuales experimentales y de no-ficción, aporte un valor añadido en el
marco del audiovisual digital actual, partiendo para ello de una narrativa
realista y naturalista alejada de los preceptos del cine espectáculo.
-
Cuestionar y replantear la relación del espectador con el elemento fílmico a
partir de la fisicidad, entendiendo la instalación en sala como un elemento más
del proceso de postproducción audiovisual que otorga un valor diferencial al
cine de museo con respecto a las mayoritarias propuestas de entretenimiento
audiovisual en formato unidireccional.
-
Construir un dispositivo audiovisual que, desde estos principios, añada el
valor de la intervención artística en el espacio urbano, ligando esta relación
del arte con su entorno al propio discurso artístico de la obra.
Metodología. El proceso de producción artística como investigación
teórico-práctica.
En el proceso de investigación-experimentación-creación
que se describe en este artículo se ha utilizado una metodología de
investigación basada en la práctica de las artes y los medios audiovisuales (o art
based research), en la que se plantean como antecedentes una serie de tres
obras producidas y exhibidas entre 2015 y 2020. Se utilizará en lo teórico una
metodología cualitativa basada en el estudio de antecedentes y de referentes teóricos
que nutren y completan el proceso. Perla Carrillo Quiroga describe muy adecuadamente
las bases y justificaciones de esta metodología:
Es indudable que la producción de
medios digitales ha creado nuevas relaciones entre la tecnología, la comunicación
y el arte. La práctica de medios como la creación de espacios multimedia, la
producción sonora, el videoarte, el cine experimental, la instalación, la
producción de ambientes virtuales e inmersivos, son algunos ejemplos de formas
de producción interdisciplinarias. Su investigación requiere no solo
comprometerse con el análisis teórico de varias disciplinas, sino que trata directamente
con la experimentación mediante sus procesos de producción. De este modo, la
investigación basada en la práctica de las artes y los medios audiovisuales
surge de la necesidad de estudiar por medio de la práctica misma, artefactos
que son contextualizados dentro de múltiples disciplinas (…) utiliza nociones
como el ser, la subjetividad y la autobiografía como herramientas metodológicas
(Carrillo Quiroga, 2015, pp. 222 y 231)
Podríamos completar la descripción de la metodología
utilizada a partir de la reflexión de Barone y Eisner (2006) que sintetiza
posteriormente Fernando Hernández al afirmar que la investigación basada en la
práctica artística es:
Un tipo de investigación de
orientación cualitativa que utiliza procedimientos artísticos (literarios, visuales
y performativos) para dar cuenta de prácticas de experiencia en las que tanto
los diferentes sujetos (investigador, lector, colaborador) como las
interpretaciones sobre sus experiencias desvelan aspectos que no se hacen
visibles en otro tipo de investigación (Hernández Hernández, 2008, p.92).
Pasamos por lo tanto a describir este proceso de
investigación en tres bloques, que definirán los tres ejes-objetivos
mencionados en la introducción y que culminarán en tres obras artísticas, entendiendo
Una Petita Pàtria como etapa final (aunque no definitiva) de este
proceso experimental.
La narrativa autorreferencial y el proceso de
producción libre.
En julio de
2015 se presentaba en el salón de actos del Institut Valencià d’Art Modern
(IVAM) el ensayo fílmico Aquestes coses que fem avui en dia como parte
de programa de difusión de la videocreación El tránsito es el pasaje comisariado
por Álvaro de los Ángeles. Se trataba de un cortometraje de veinte minutos que,
aun estando claramente alejado de los lenguajes del cine de ficción, tampoco
encajaba en la voluntad de objetividad que a menudo se presupone en el ámbito
documental, presentando por contra una colección de imágenes del entorno urbano
y rural acompañadas de reflexiones, poemas, microrrelatos y extractos de
emisiones radiofónicas.
El estilo
utilizado presentaba, —aunque de forma más ambiciosa—, cierta solución de
continuidad con respecto a mis obras inmediatamente anteriores, algo que había
sido descrito de la siguiente manera:
[La cámara de
Damià Jordà] retrata la cotidianeidad como un episodio inédito (…) el artista
realiza una conquista de la intimidad que aspira a fundirse con lo
colectivo. (…) El concepto del paisaje y su proceso de transformación
convergen así en un retrato que describe la realidad ambiental junto a la
historia de su proceso antrópico (Ibáñez, 2014).
Esta
producción artística audiovisual realizada íntegramente en valenciano -merced a
una ayuda del Servicio de Promoción y Normalización Lingüística de la
Universidad Politécnica de Valencia- sería galardonada posteriormente en el
certamen Valencia Crea y, finalmente, adquirida por la Generalitat Valenciana
para su colección de arte contemporáneo, lo que multiplicaría su impacto y difusión.
En el catálogo de esta colección la crítica de arte Amparo Zacarés Pamblanco la
describiría de la siguiente manera:
Alejada de
los modelos hegemónicos de la industria cinematográfica y televisiva, emplea el
dispositivo videográfico en el proceso artístico de producción/creación. Sin embargo,
en este tipo de estrategia creativa, el video es algo más que un soporte
técnico para convertirse en una herramienta conceptual donde la cámara y el ojo
se funden en un modo de pensar y analizar la imagen cinética. Con esta
intención el artista dirige la mirada en primera persona y la acompaña con su
voz, a la vez que inserta grabaciones radiofónicas por donde discurren mensajes
mediáticos que contrastan con sus propias reflexiones y sus propios recuerdos.
De este modo el autor apuesta por realizar un trabajo de corte experimental con
el que hacer balance de la memoria personal y colectiva. En este sentido el
video, como un tipo de arte contemporáneo, rescata algunos de los objetivos de
interpelación que los artistas utilizaron en las últimas décadas del siglo pasado.
Debido a ello, este ensayo fílmico se presenta en esencia como un trabajo
analítico y crítico, abierto a diversas formas de investigación con las que
interpelar directamente al espectador. (Zacarés Pamblanco, 2018, p. 266)
Estos rasgos
estéticos y conceptuales definirían la base del proceso de creación que se
perpetuaría en los años sucesivos y que aquí planteamos. Sin embargo, más allá
del resultado estético, como autor conviene aportar algunas cuestiones sobre el
proceso de creación que definitivamente lo alejaban de la metodología de una
producción cinematográfica convencional.
Figura 1.
La pieza Aquestes coses que fem avui en dia expuesta en el Centre del
Carme Cultura Contemporània CCCC (València). Foto de Juan Peiró (2018).
Lo más
destacable es la ruptura con la estructura de producción tradicional que
contempla una primera etapa de preproducción (escritura de guion, búsqueda de
localizaciones); una filmación planificada y acotada en el tiempo y finalmente
una postproducción en la que se monta y finaliza el producto. En su lugar, las
tres etapas del proceso fueron combinándose para permitirme como artista una
libertad de exploración y una capacidad de improvisación narrativa imposible en
una producción de ficción, o incluso en un documental comercial. Aprovechando
la clara ventaja de trabajar de forma individual, sin las complicaciones
organizativas que implica un amplio equipo técnico, mi proceso de trabajo
consistió en filmar durante meses, de forma interrumpida y, en ocasiones, casi
improvisada, aquellas localizaciones que consideraba de interés para tejer el
relato testimonial, observando el entorno y capturándolo para
descontextualizarlo posteriormente en montaje. Al mismo tiempo desarrollaba el
proceso de escritura, que podía combinar o no con el material ya filmado, que
incluso montaba, sonorizaba y etalonaba a pedazos, sin tener la producción terminada.
Este método
de producción, utilizado antes por otros cineastas experimentales caracterizados
por su capacidad de trabajo multidisciplinar, permite no sólo un relato
personal, sino además se desprende del peso de lo técnico para dar prioridad al
gesto creativo más propio de las Bellas Artes que de la industria audiovisual;
aunque mi formación y autoexigencia me impedía abandonar las cuestiones
técnicas de acabado. Precisamente por eso uno de los aspectos más cuidados de
esta producción (y de las sucesivas) era la etapa de la postproducción; por
entender que, en la época del cine digital, el verdadero lienzo en blanco sobre
el que pinta el artista audiovisual es la mesa de montaje, donde minuciosamente
compone con retazos, fragmentos y gestos, esa obra final que el espectador
encontrará. Esta es la forma en que el proceso de creación permitió transmitir
lo que Zacarés describe de la siguiente manera:
El carácter
autorreferencial, presente en esta obra videográfica, se alcanza de forma
inmediata al recurrir al transcurso del tiempo en un paisaje por el que
transita el tren. Un viaje cotidiano en el que el artista concentra la atención
en determinados detalles que configuran la realidad diaria para reproducirlos
sin visos de ficción alguna. La ubicación y el entorno no son ningún decorado
sino un espacio activo que atrapa y hace aparecer y desaparecer la vida humana
que deviene en un tiempo continuo. Se trata, pues, de un trabajo artístico con
el que el autor se adentra en el circuito diarístico propio y en el de los
demás, logrando que el espectador se identifique con lo que ve. No es una casualidad
que haya elegido este medio ya que las filmaciones videográficas funcionan como
dispositivos de revisión de los modelos de representación que se han utilizado
habitualmente. De esta forma el espectador, al contemplar el video, se enfrenta
a su propia representación, desmitificada y desreglada, para que pueda
interrogarse por los sistemas representacionales a los que la publicidad, la
radio o la televisión le tiene acostumbrado (Zacarés Pamblanco, 2018, p. 267).
Muchos
cineastas han retratado la realidad que les rodeaba desde esta cotidianeidad
narrativa, pero quizá sea Jonas Mekas la influencia más obvia en este sentido,
especialmente si nos fijamos en su uso del concepto cine-diario. A este
respecto García López (2014) señala que “el cine-diario no es cine autobiográfico.
Está firmemente radicado en la vida del que filma, pero esto no implica el
tener como objetivo reconstruirla o contarla, sino solo ofrecer imágenes de
ella, desde ella.”
Como en
algunas obras de Mekas, especialmente las grabadas en video analógico –puede
ser el caso de Scenes from Allen’s last three days on earth as a spirit (1997)–
la cámara se hace presente, en este caso no especialmente con los movimientos
temblorosos de la mano, sino con ligeros cambios de enfoque, como parpadeos o síntomas
de cansancio, que percibidos inicialmente como pequeños accidentes en la toma
que deberían suprimirse en montaje, acabaron permaneciendo no solo en esta obra
sino en algunas más de las que produje en este periodo, puesto que otorgaban
una organicidad a esa larga mirada del artista con la que, a través de estas
pequeñas imperfecciones, empatiza el espectador.
Finalmente,
la apropiación crítica de un espacio-tiempo caracterizado por la experiencia de
situaciones prototípicas, dota a la obra de un matiz social al confrontarlas
con las actuales estructuras socioeconómicas y políticas. No obstante,
sobresale un fondo de lirismo en los momentos en los que la cámara se detiene para
fijar la desolación de algún paraíso perdido ya sea la infancia o la naturaleza.
En esa línea la materia prima con la que se elaboran las secuencias es la
propia historia del artista que, sin querer ser universal, puede llegar a ser
plural. Lo evidencia de forma reveladora el hecho de que sea su voz la que en
esencia y de manera predominante siga el entramado visual por el que discurre
el video. (Zacarés Pamblanco, 2018, p. 268)
El montaje
aleatorio y la instalación en sala como etapa última de la postproducción
La segunda
etapa de este proceso tomaría cuerpo con la videoinstalación Simfonia
Industrial, inaugurada a principios de 2018 en la sala de exposiciones de
La Rambleta (València), entidad que financió este proyecto en el marco de sus
becas de creación artística. A finales de ese mismo año sería seleccionada para
protagonizar una de las tres exposiciones que inaugurarían la primera subsede
del IVAM, situada en la localidad de Alcoy (Alicante).
En este caso
el reto consistía en trasladar esa metodología de producción y esos rasgos
estéticos y narrativos al terreno de la videoinstalación, abandonando la unidireccionalidad
del vídeo monocanal para adentrarnos en una dimensión espacial de la imagen
audiovisual, que provocase la experiencia inmersiva y que obligara al
espectador a cierto nivel de implicación física con el espacio transitable de
la proyección audiovisual, convirtiendo la materia fílmica en una especie de
escultura envolvente.
Figura 2.
La instalación Simfonia Industrial el día de su inauguración en la sala
de exposiciones La Rambleta (València). Fotograma del teaser video de la
obra, disponible en: https://youtu.be/_p79nIRqcWc
Fuente: propia.
Cuatro
pantallas proyectadas de seis metros de ancho, enfrentadas dos a dos,
aprovechaban al máximo el diáfano espacio de 250 metros cuadrados de la sala de
exposiciones. La sala, habitualmente abierta y luminosa, fue cegada con
cortinas negras para la ocasión, obligando al espectador a atravesar ese oscuro
umbral para encontrarse con un espacio exclusivamente iluminado por la
proyección audiovisual. Completaban la instalación un sistema de sonido estéreo
y una pantalla LED de 40” colgada en vertical, que hacía las veces de cartela
en vídeo, proporcionando al espectador información escrita sobre la obra y
sobre el entorno que retrataba.
Sin embargo,
las cuatro pantallas de proyección no emitían una señal de vídeo sincronizada
ni se observaba un relato visual que siguiera ninguna linealidad. En su lugar
contemplábamos un carrusel de fragmentos fílmicos de carácter paisajístico en
el que se mostraban imágenes de antiguas fábricas en ruinas devoradas por la
naturaleza. Se trataba de filmaciones realizadas en el nacimiento del Río Molinar
(Alcoy), antigua cuna de la industria valenciana hoy abandonada. Durante un año
se habían capturado esas tomas siguiendo un método de filmación autónomo y
prolongado en el tiempo, similar al descrito en el anterior punto, que nos
acercaba a visones de los mismos entornos en diferentes épocas del año.
Esto permitió
la creación de, más que un compendio de vídeos brutos que montar secuencialmente,
una auténtica base de datos desde la que generar múltiples combinaciones de
imágenes. La generación de un montaje de carácter aleatorio fue uno de los
rasgos principales de esta obra, puesto que cada uno de los cuatro canales de vídeo
contaba con un contenedor de decenas de archivos de vídeo que se combinaban
mediante el simple uso del modo de reproducción aleatorio habitualmente
presente en todos los reproductores de vídeo digital.
Pese a que no
existía ningún dispositivo que permitiera una interacción directa con las
imágenes, el uso de este sistema de vídeo permitía que la experiencia del
espectador pudiera ser única, puesto que las combinaciones de planos, no solo
de una de las pantallas, sino de todas ellas, se hacían prácticamente irrepetibles.
Al mismo tiempo, sin embargo, los espectadores obtenían experiencias muy
similares a la hora de entender e interpretar el mensaje, puesto que aunque el
orden de las imágenes fuera diferente, la esencia de ellas, unida a su
combinación con una pista de audio no sincronizada, hacía que el mensaje
llegara de la misma manera independientemente del orden en que se montaran los
fragmentos de vídeo, lo que permitiría recuperar, en un estudio más profundo,
algunas de las teorías primitivas del montaje desarrolladas por pioneros como
Kuleshov o Einsestein.
Figura 3.
Dos visitantes se detienen en la pantalla LCD que completaba la instalación Simfonia
Industrial en La Rambleta (València). Fotograma del teaser video de la
obra, disponible en: https://youtu.be/_p79nIRqcWc
Fuente: propia.
Estas
referencias implícitas a los orígenes del montaje cinematográfico conectaban
con la influencia más clara recibida para esta creación, y es la del llamado cine
de base de datos o Database Cinema, precedido por conceptos como Database
Narrative que la investigadora Marsha Kinder describe como sigue:
La narrativa
de base de datos (Database Narrative) hace referencia a aquellas
narrativas, ya sea en novelas, películas, juegos u otras formas narrativas,
cuya estructura expone los procesos duales de selección y combinación que se
encuentran en el corazón de todas las historias y que son cruciales para el
lenguaje: la selección de personajes particulares, imágenes, sonidos, eventos de
una serie de paradigmas, que luego se combinan para generar relatos
específicos. Al plantear cuestiones de metanarrativa, tales estructuras revelan
la arbitrariedad de las elecciones particulares realizadas y la posibilidad de
hacer otras combinaciones, lo que crearía historias alternativas. Esta dinámica
debilita el dominio hegemónico de las narrativas maestras, que parecen arbitrarias
en este nuevo contexto. (Kinder, 2016)
En este caso
no hablaríamos en sí de historias alternativas, puesto que no existen personajes
en imagen, ni tramas que puedan extraerse o combinarse; pero sí podemos hablar
de montajes alternativos para una misma historia, que es percibida de forma
diferente subjetiva por cada espectador, como ocurre con la mayoría de las
historias, sin que ello modifique su esencia.
En un sentido
similar se expresaba Lev Manovich al crear en 2002 su obra Soft Cinema,
que entre otras cosas se basaba en los preceptos del Database Cinema.
Los elementos multimedia son seleccionados de una gran base de datos para
construir, en sus palabras, un potencialmente ilimitado número de filmes
narrativos. Y hablando de su proceso de trabajo, explica que en lugar de
empezar con un guion para luego crear elementos mediáticos con los que
visualizarlo, investiga un diferente paradigma, empezando con una amplia base
de datos para crear narrativas a partir de ella (Manovich, 2002). Insistimos, en
el caso de Simfonia Industrial no se trataba de construir diferentes filmes
en uno, sino de elaborar diferentes montajes para un único filme, que a diferencia
de la propuesta de Manovich, se construye desde múltiples pantallas,
multiplicando las posibilidades de este montaje aleatorio. No obstante, el
proceso de recopilar material audiovisual para construir la narrativa a posteriori
también se asemeja al utilizado en el anterior proceso de narrativa lineal,
dando la razón a Kinder cuando señala que las narrativas de base de datos no
necesariamente deben ir asociadas a un dispositivo multimedia que las articule.
Sin embargo,
todo este proceso de montaje aleatorio en una instalación multicanal con cuatro
proyecciones dejaba una importante cuestión abierta: la de la sincronía sonora
y la coherencia narrativa del discurso textual, que una vez más se servía de mi
propia voz combinada con extractos radiofónicos –en este caso recuperados del
archivo histórico de EAJ12 Radio Alcoy Cadena SER–, así como de sonidos industriales
que completaban la composición. La decisión que se tomó fue la de mantener cierta
linealidad en la utilización de una única pista de audio que se reproducía en
bucle. Un montaje de alrededor de 15 minutos que, de alguna manera, acotaba la duración
del filme o el periodo de estancia en sala. No existía ninguna sincronía entre
esta pista sonora y las imágenes que observábamos, sin embargo, nuestro cerebro
conectaba inevitablemente ambos medios, asociando los sonidos industriales a
las imágenes de ruinas, los spots publicitarios antiguos a la vida de las
fábricas vacías y los relatos con la voz del autor a una guía para la narración
visual. La conexión entre la pista sonora y las múltiples pistas visuales que
se montaban de forma aleatoria se realizaba, en última instancia, en el cerebro
del espectador.
En realidad,
la cuestión de la anti-sincronía entre imagen y sonido es un debate abierto
desde los orígenes del cine sonoro. En los años 30, el crítico y cineasta Paul
Rotha llegó a afirmar que el hecho de que la voz y los efectos de sonido están
perfectamente sincronizados y coincidan con su imagen visual en pantalla es absolutamente
contrario a los objetivos del cine, e iba más allá afirmando que “es un intento
degenerado y equivocado de destruir el uso real de la película” (Rotha et al.,
1999)
Lo cierto es
que, al igual que en el caso que enfrentamos en Simfonia Industrial la dificultad
de la sincronía era algo que se daba en el primer cine sonoro, que convirtió la
carencia técnica en recurso expresivo: el sonido sincronizado no solo era
difícil, sino que no resultaba interesante. El propio Dziga Vertov, tan
admirado por cineastas experimentales como por historiadores y creadores del
cine comercial, utilizó el sonido ya en su segunda película, Entusiasmo. Sinfonía
del Donbass (1930), y lo hizo precisamente mediante la composición de un montaje
sonoro paralelo a las imágenes que veíamos en pantalla. Al fin y al cabo, se
asemeja bastante a la forma de tratar el sonido en las actuales producciones de
ficción, en las que apenas solo los diálogos son filmados en set. El uso del
sonido desincronizado que hizo Vertov se asimila totalmente con el actual
concepto de sound design utilizado por primera vez por Coppola para
acreditar el trabajo de Walter Murch en Apocalypse Now (1989);
recordemos ese inicio en el que el napalm es silencioso, la atmósfera la crea
la música de The Doors y la inquietud la generan el sonido ralentizado de los
helicópteros mientras en pantalla vemos las aspas del ventilador en la asfixiante
Saigón. También curiosamente esa disincronía es característica del cine-diario
al que ya hemos hecho referencia.
Tomemos el comienzo
de Walden (Diaries, notes and sketches) (Jonas Mekas, 1969). La película es
sonora, pero las imágenes no dejan por ello de ser mudas: el sonido no
pertenece a lo que vemos. Al no haber correspondencia entre ellos, imagen y
sonido aparecen fuertemente singularizados, unidos en la formación de una obra,
pero separados cada uno en su potencia particular (García López, 2014, p. 200).
Con todo
esto, estamos en condiciones de afirmar que, cuando se trata de instalaciones
audiovisuales, el montaje en sala debería de ser considerado una parte
fundamental del proceso de postproducción y así debería de asumirse entre
quienes estudiamos, divulgamos e incluso educamos en esta disciplina. Según
Rubio Alcover (2006) el ambiguo término postproducción se identifica “con el
trabajo de integración en un único soporte que se lleva a cabo a partir de una
materia prima potencialmente heterogénea, compuesta por imágenes, sonidos,
textos y gráficos, grabados o sintetizados”. En el caso de una instalación
audiovisual que se sirve del espacio para completar su narrativa, nos parece difícilmente
cuestionable el asumir que la obra sólo está terminada cuando se han instalado
los proyectores tras medir distancias, calcular tamaños de proyección y ajustar
ópticas; cuando se ha instalado el sistema de sonido y se ha realizado –en sala
y solo en sala– esa combinación mágica entre pistas sonoras y visuales; cuando finalmente
el público ha transitado por ella y ha completado el sentido de la obra. Uno de
los principales teóricos de la postproducción, el francés Nicolas Bourriaud,
que la define simplemente como “el conjunto de procesos efectuados sobre un
material grabado” (2004) añade que
las artes
visuales más representativas de los últimos años amplifican y extienden el
anticipatorio concepto de ready made, elaborado por Marcel
Duchamp. Por consiguiente, también reflexionan sobre la fusión entre producción
y consumo. Los artistas visuales realizan obras siempre a partir de materiales
preexistentes: es decir, generan significado a partir de una selección y
combinación de elementos heterogéneos ya dados (Bourriaud, 2004)
Es decir, la
manipulación y composición de materiales de diferentes fuentes es un lugar
común entre la postproducción audiovisual y los procesos de trabajo nacidos de
las vanguardias artísticas del siglo XX, y la forma más explícita de esa fusión
se puede dar en este tipo de instalaciones fílmico-escultóricas.
Una Petita Pàtria. El espacio
urbano histórico y la galería escaparate
Todos los
elementos que se han ido desarrollando en los anteriores apartados –la
narrativa autorreferencial, la ruptura del orden en el proceso de producción,
la observación naturalista del entorno a través de la cámara, el uso del
montaje aleatorio en pantalla múltiple, la desincronización audio-vídeo y la
implicación física del espectador con el objeto audiovisual– confluirán
finalmente en la videoinstalación Una Petita Pàtria, añadiendo, como habíamos
anunciado, el factor de su convivencia con el espacio urbano. Ya no se trata de
un filme lineal que visionar sentados (como en el primer caso) ni siquiera de
una instalación por la que transitar en una oscura sala de museo cegada (como
en el segundo). Esta obra desarrollada entre 2018 y 2020 tenía que poder verse
y entenderse desde la calle, y este era un reto al que nunca nos habíamos
enfrentado.
La galería
The Blink Project, dirigida por María Tinoco, nacía en 2019 y en lo arquitectónico
se sumaba a la tendencia de las galerías escaparate o showcase gallery, es
decir, un espacio expositivo que, manteniendo en lo esencial las características
del cubo blanco, utiliza por completo la cristalera de un bajo comercial como
cuarta pared, permitiendo que la exposición pueda ser vista incluso cuando la
galería está cerrada. Esta apuesta cobró mucho más sentido en 2020, cuando las
galerías se vieron afectadas por cierres obligados, limitaciones de aforo y
horario y otros inconvenientes provocados por la pandemia y de sobra conocidos.
Sin embargo, el formato que parece ser ideal para determinadas propuestas
pictóricas o escultóricas se tornaba complejo al tratarse de una instalación de
vídeo con proyectores digitales —tan poco compatibles con la luz natural— y
pista sonora, que no debía de contaminar acústicamente una zona ya de por sí
saturada como la del barrio en el que se encuentra la galería. La prensa hacía
referencia a el resultado de la propuesta de la siguiente manera:
La idea de
que pudiera verse desde fuera de la galería vino antes del confinamiento, algo que
está vinculado al cambio de sede de The Blink Project –antes Mister Pink– y al
propio formato del proyecto del artista. Se trata de una instalación audiovisual,
un sistema de múltiples pantallas que podrá verse desde fuera, una idea
anterior a la crisis sanitaria pero que en tiempos de covid ha cobrado más
sentido, debido a la limitación de aforo. Se ve desde fuera… y también se
escucha. Y es que, para disfrutar de la obra completa, con su pista sonora
íntegra, el espectador debe interactuar con la misma. Así, el público podrá
escuchar la pieza sonora vinculada a la obra ‘acercándose’ al cristal de la
galería, que contará con un pequeño altavoz (aunque también habrá un código QR
para poder escucharlo en el teléfono móvil) por el que Damià Jordà recitará el Coral
Romput de Vicent Andrés Estellés. (Garsán, 2020)
Figuras 4 y 5. La instalación Una Petita Pàtria
vista desde el interior de la galería The Blink Project y desde el exterior de
la calle Carrasquer (Valencia). Fuente: propia.
Efectivamente,
el reto más importante era resolver la cuestión sonora, pero recordemos que a
esa cuestión nos habíamos enfrentado ya en la anterior etapa, asumiendo el
principio cinematográfico original de asumir la no-sincronía, el transitar
paralelo entre las imágenes mudas montadas de forma aleatoria y la pista sonora
lineal. El inconveniente principal consistía en hacer que esta pista sonora
fuera escuchada desde la calle sin que existiera contaminación acústica.
Para resolver
esta cuestión se contó con la colaboración del colectivo El Espacio Audible, conformado
por el artista sonoro Edu Comelles y el diseñador Fernando Ortuño,
especializados en el diseño expositivo de obras de arte sonoro y en otras
formas de exhibición del sonido. El recurso técnico utilizado fue el empleo de
un altavoz de contacto, un dispositivo sonoro que carece de membrana con que
emitir las vibraciones. En su lugar las vibraciones son transmitidas desde una
superficie metálica completada con una ventosa que se adhiere a cualquier
superficie plana presente en el mobiliario -una tabla, un cristal- y utiliza esta
misma superficie como elemento vibratorio generador del sonido. De esta manera
el propio cristal de la galería escaparate se convertía en un gran altavoz
encargado de transmitir las vibraciones de la pista sonora, tanto en el interior
como en el exterior de la sala. Precisamente en el exterior, al tratarse de un
cristal blindado, la vibración era muy inferior, con lo que también lo era el
volumen de reproducción. Eso permitía que el sonido no interfiriera en el
ambiente acústico de la calle y que, además, los espectadores-viandantes
tuvieran que acercarse físicamente al cristal, casi pegando la oreja a él, para
descubrir que la vibración de ese escaparate emitía sonidos, concretamente la
voz de un artista recitando un poema. Un adhesivo de vinilo instalado en el
centro del cristal indicaba sus propiedades sonoras e invitaba al espectador a
acercarse para escuchar, generando esa interacción física con la obra y con la
propia arquitectura de la galería.
Figura 6.
Detalle de la señal en el cristal de la galería que indica la ubicación del
altavoz de contacto e invita al espectador a acercarse para escuchar la pista
sonora de la videoinstalación Fuente: propia.
No obstante,
en las pruebas de montaje se comprobó que, aunque el recurso estético y
conceptual funcionaba, la calidad de la escucha no era en absoluto la más
adecuada. Se añadió por lo tanto un segundo recurso tecnológico para que el
espectador pudiera escuchar más adecuadamente la pista sonora no sincrónica: su
descarga mediante un código QR adherido al cristal. De esta manera el
espectador podía no solo descargar la pista y escucharla en su teléfono móvil
en ese mismo momento, sino además conservarla para llevarse consigo un pedazo de
la obra. En este caso se trataba de una grabación de media hora de duración en
la que, de nuevo la voz del artista, recitaba el larguísimo poema Coral Romput,
de Vicent Andrés Estellés, de cuyos primeros versos se extraía tanto el título
de la pieza como el concepto central que la recorría.
Una amable,
una trista, una petita pàtria,
entre dues
clarors, de comerços antics,
de parelles
lentíssimes, d'infants a la placeta,
de nobles
campanades i grans llits de canonge,
d'una certa
grogor de pianos usats[1]
(Andrés Estellés,
1971)
En el interior
de la sala se replicaba en el sistema de cuatro pantallas y montaje aleatorio
utilizado anteriormente en Simfonia Industrial. En esta ocasión, sin
embargo, las imágenes no pertenecían a una única localización, sino que en ese
mismo tono de observación se recogían diversos lugares cotidianos, paisajes de
barrios trabajadores, polígonos industriales o viejas casas nobles abandonadas.
Así lo describía Carlos Garsán en su reseña para el diario Valencia Plaza:
Con un registro
estético tan cercano al paisajismo romántico como al documental realista, el
artista ofrece al espectador una mirada a veces furtiva hacia una realidad en
la que pocas veces los seres humanos son protagonistas, pero en la que su
huella está siempre presente. Los espacios de las clases populares, sus lugares
de trabajo y de ocio, los rincones olvidados de las ciudades asumen el protagonismo
de esta pieza envolvente. Esta mirada no es nueva para el artista, sino que se
enmarca en un universo que ha andado varias veces en los últimos años (Garsán,
2020).
Figura 7.
Vista nocturna de la instalación desde la calle Carrasquer. Fotograma del teaser
video disponible en https://youtu.be/1pgAo_zrFWg
Fuente: propia.
Conclusiones
Las formas de
narrar mediante imágenes cambian, divergen, ser ramifican e incluso retornan a
sus orígenes. Los medios digitales han alterado drásticamente las formas de
consumo del audiovisual, también sus formas de producción; y ambas cosas son de
mucho interés para quienes desde la libertad de la expresión artística
exploramos nuevas formas de narrar y transmitir emociones.
El transitar
con cámara nunca ha sido tan fácil, y el tránsito es en sí mismo una forma de
narrar que permite nuevos relatos –fijémonos si no en la popularidad de los youtubers
que interactúan con sus espectadores dirigiéndose a la cámara del móvil andan
hablan por la calle–. También las tecnologías de postproducción permiten producciones
cada vez más sofisticadas con cada vez menos medios y equipos de personal, lo
que permite al artista cineasta complejas propuestas estéticas desde sencillos
procesos.
Figura 8. Otra vista interior de Una Petita Pàtria
en la que se observa su convivencia con el tránsito cotidiano. Fotograma del teaser
video disponible en https://youtu.be/1pgAo_zrFWg
Fuente: propia.
Por último,
nuestra relación física con las películas, los vídeos y cualquier tipo de imágenes
evoluciona enormemente, y este también es un terreno de exploración que se
ensancha cuando trasladamos la imagen al espacio público (físico o virtual). En
este caso, la instalación Una Petita Pàtria nos permitió comprobar como abrir
la ventana de la calle a ese cine expandido de la sala de museos permitía que
el público formara parte del paisaje de la obra, se integrara en ella, la
completara. El tránsito cotidiano de la calle Carrasquer de València se
convirtió en esa “pequeña patria” que como artista quise construir en un pequeño
habitáculo blanco.
Como se ha ido
observando a lo largo del artículo, los tres objetivos planteados en nuestra introducción
han sido alcanzados, aunque siendo honestos, su nivel de consecución no es
absoluto, por lo que es susceptible de incrementarse y tomar diferentes formas
en futuras etapas de la investigación. El desarrollo de ese discurso personal,
su vínculo con la fisicidad de la imagen audiovisual y su relación con el
espectador, y la traslación del Database Cinema al espacio urbano, son vías de investigación
que no podemos dar por cerradas y cuya exploración indudablemente recuperaremos
en forma de nuevos proyectos de creación e investigación artística.
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BIO
Su práctica artística se centra exclusivamente en los lenguajes audiovisuales,
en la bisagra que enlaza el video de creación con el cine experimental y de
autor. La obra de Jordà se caracteriza fundamentalmente por la busca de formas
de expresión narrativa mediante la construcción de ensayos y poemas visuales de
clara influencia cinematográfica, así como de instalaciones multimedia que
plantean una reflexión formal sobre nuestra relación física con la imagen
audiovisual. La mayoría de sus trabajos se desarrollan a partir de investigaciones
de carácter etnográfico, utilizando imágenes para descubrirnos vínculos con
nuestro entorno, con los medios de comunicación y con los rituales sociales contemporáneos.
De entre el medio centenar de exposiciones que ha realizado podríamos
destacar la exposición individual realizada en 2018 el IVAM (subsede de Alcoy)
bajo el título “Paisatges Trobats”, la participación en la colectiva “Wege Ums
Kino” en Berlín, o su inclusión en las secciones oficiales del Festival
Internacional de Videoarte de Camagüey (Cuba) y del International Digital Arts Festival de Atenas. Cuenta con
obra adquirida en colecciones como la Colección de Arte Contemporáneo de la
Generalitat Valenciana.
[1]
Una amable,
una triste, una pequeña patria / entre dos claridades, de comercios antiguos /
de parejas lentísimas, de niños en la plazoleta / de nobles campanadas y
grandes camas de cura / de un tono amarillento de pianos usados.