JOEL STERNFELD Y LINDA CONNOR.
UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO SOBRE LA
FOTOGRAFÍA DE PAISAJE EN LOS ESTADOS UNIDOS DE LOS AÑOS 70
joel sternfeld and linda connor. a gender
perspective on landscape photography in the united states during the 1970s decade
Alicia
Lehmann
Universidad
autónoma de Madrid. UAM
DOI:
10.5281/zenodo.7641602
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Recibido: (22 noviembre 2022)
Aceptado: (28 diciembre 2022)
Publicado (31 diciembre 2022)
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Cómo citar este artículo
Lehmann,
Alicia. (2022). Una perspectiva de género sobre la fotografía de paisaje en los
Estados Unidos de los años 70”. ASRI Are y Sociedad. Revista en Arte y
Humanidades Digitales. (22), 51-66.
Recuperado a partir de https://www.revistaasri.com/article/view/5292
Resumen
¿Existen
diferencias de fotografiar el paisaje entre hombres y mujeres? ¿Son estas
diferencias culturales, cuestiones de género?
Este
trabajo investiga los casos de los fotógrafos Joel Sternfeld
y Linda Connor, estadounidenses que retratan su país en la década de los años
70.
Partiendo
de las directrices de Deborah Bright, veremos que el paisaje es una
construcción humana, condicionada por nuestra historia, cultura y
sociedad.
Palabras
clave
Fotografía,
paisaje, género, naturaleza
Abstract
Can we find differences between men and women on
landscape photography? Are these cultural differences gender issues?
This work investigates the cases of Joel Sternfeld and Linda Connor, Americans who portrayed their
country in the 1970s. Starting from Deborah Bright’s guidelines, we will see
that the landscape is a human construction, conditioned by our history, culture
and society.
Keywords
Photography, landscape, gender, nature.
La
fotografía de los años setenta en Estados Unidos ya es un arte independiente de
la antigua noción de técnicos en esta disciplina. Durante estos años, el nuevo
país se ha desarrollado, se ha expandido y ha utilizado la fotografía con un
claro propósito: conquistar y vender. Son los años en los que se ha conquistado
el Oeste y se desarrollan las políticas de visualidad del western, las
poblaciones masivas, el turismo a gran escala. Mientras que unos fotógrafos se
interesan por las nuevas áreas vacías de las ciudades, la conformación de otros
espacios y las distintas formas de gentrificación, otros se preocupan por la
vuelta a la naturaleza como una experiencia estética absoluta, previa a la
invasión humana. Los ecologistas, algunas corrientes feministas, los románticos
que permanecen son quienes abanderan la causa.
Linda
Connor sobresale en un ambiente principalmente dominado por los hombres: la
fotografía de paisaje. Se interesa por las cuestiones de género que afectan a
esta disciplina. Preocupada por la contaminación, los enfoques formales y
comerciales de este arte, se fija en lo simbólico, genera unas imágenes
místicas y evocadoras. Busca el espiritualismo y propone una conexión
mujer-naturaleza que diferencia su producción y sensibilidad de la masculina,
que tiende a focalizar su atención en construcciones humanas.
Mientras
los New Topographics
se preparan para su primera exposición como grupo, Joel Sternfeld
aprende a realizar fotografía a color y se dedica a realizar fotografías a
finales de la década de paisajes urbanos que viven cambios a causa de la
industrialización, la masividad y las viviendas unifamiliares construidas en
serie. Escoge instantes donde las figuras humanas aparecen de forma casi
anecdótica y encuadres vacíos, grandes explanadas acuerdo con el gran tamaño de
la película empleada y su uso del color.
A raíz de
la idea de geografía feminista de McDowell (1999), este trabajo analiza lo
masculino y femenino que puede encontrarse en un espacio en la esfera cultural.
Como ella sugiere, este artículo investiga las relaciones que existen entre
divisiones de género y divisiones espaciales. Le interesa averiguar hasta dónde
hombres y mujeres experimentan de modo distinto los lugares que ocupan por sus
construcciones sociales de género. Lo que nos interesa es reflexionar acerca de
cómo influye el género en cada fotógrafo, formando parte así de las decisiones
que toman en cuanto al tema fotografiado. En esta breve investigación veremos
que la fotografía de paisaje es producto de una serie de construcciones y tiene
un objetivo, una ideología, que se repite en su iconografía y discurso, muchas
veces de forma inconsciente.
La
escritora y fotógrafa Deborah Bright propone enfrentarse a las imágenes
paisajísticas desde su significado histórico y social. En su análisis ideal, se
deben estudiar dos autores coetáneos que traten el mismo sujeto en el mismo
momento. En nuestro caso, son dos sujetos coetáneos – Connor y Sternfeld – que se enfrentan al paisaje de Estados Unidos
en un rango prácticamente compartido de tiempo. En la segunda parte de esta
investigación, estudiaremos su obra contestando a las preguntas que Bright
plantea para el análisis (1985): ¿qué ideologías perpetúan las fotografías de
paisaje? ¿A qué intereses responden? ¿Por qué las queremos ver? ¿Por qué la
fotografía de paisaje remite tanto a la mirada masculina?
2. Metodología
Para
abordar este trabajo de análisis, he escogido dos artículos de Deborah Bright,
teórica y fotógrafa, publicados en 1985 y 1992 donde analiza las políticas
visuales de Estados Unidos en el margen de tiempo en que trabajan los dos
fotógrafos escogidos. En su análisis ideal, se abordaría el trabajo de dos
coetáneos en espacio y tiempo que compartieran un mismo tema. Por este motivo
he escogido a Linda Connor y Joel Sternfeld, que
trabajan la fotografía de paisaje. Este artículo consta así de dos partes: una
teórica y una práctica. En primer lugar, establecemos un contexto, un marco de
tiempo, situamos y ubicamos la historia y tradiciones que rodean a ambos
artistas, así como la fotografía de paisaje. Esto nos sirve para comprender y
asentar los preceptos de Bright. La segunda parte de la investigación es una
puesta en práctica de los preceptos de esta autora: el análisis de cinco
fotografías. Partiremos de los conceptos presentados en la primera parte y de
las preguntas que la escritora plantea para abordar dicha comparativa.
3. Breve
contextualización
La autora
Deborah Bright, publicó en 1985 su artículo titulado Of
Mother Nature and Marlboro Men, donde realiza una serie de reflexiones acerca de la
fotografía de paisaje. En él también menciona el trabajo y las palabras de
Linda Connor. Esta fotógrafa y escritora estadounidense, conocida por sus
aportaciones al campo de la iconografía queer y paisajística estadounidense en
el siglo XX, comenta la importancia de la fotografía como un saber científico.
Sus materiales y su mecánica, su expresividad y valor simbólico, hacen de ella
un objeto interesante en relación con el paisaje. Esta idea no es nueva; los
generales en épocas pasadas visitaban las tierras que querían controlar o que
acababan de conquistar con cartógrafos. El dominio de la tierra ha sido desde
hace tiempo un problema al que prestar atención desde el campo iconográfico.
Precisamente, en los Estados Unidos que necesitaba expandirse, la fotografía
cumplió ese papel una vez que se había instaurado en las altas esferas. Esta
era un símbolo de progreso burgués, un reflejo de los avances de una sociedad
industrializada y pudiente.
Hacia el año 1900 ya no quedaban
tierras sin conquistar por lo que las miradas se pusieron en las fronteras de
los hombres blancos. Si ya se había conquistado la tierra, quedaba la mirada:
se hacían y vendían fotografías de parajes estadounidenses, se compraban por
hombres blancos en tierras lejanas, se coleccionaban y hacían soñar a la clase
trabajadora que podía evadirse. Esto recordó los placeres espirituales de la
naturaleza del siglo XIX, los valores románticos y simbólicos. La fotografía,
siempre reflejo de su época, se topó con una preocupación importante en la
década de los veinte: la naturaleza se veía invadida por carreteras, trenes,
sobrepoblación. Intentando rescatar los valores anteriores, llegaron los
pictorialistas, entre los que podemos destacar la obra primera de Stieglitz y Strand –que más tarde
reconducirían sus intereses hacia la denuncia social. Su naturaleza, su
fotografía, era el reflejo de los sentimientos del autor – que ya no se trataba
de un mero técnico.
Robert
Frank, Dorothea Lange y otros nombres utilizaron la fotografía en su poder y
dimensión “social” – si es que puede tener tal cosa en sí misma, pues la
fotografía no tiene nada de neutro, como indica Walter Benjamin.
Este arte abandonó la concepción de la experimentación y la creatividad para
alojarse en otros usos. Carlos Tejo Veloso (2013), estudioso de fotografía y
las bellas artes, nos señala en su artículo La infinita resignificación del
paisaje en la fotografía que fotografía, ciudad y modernidad son tres conceptos
inseparables. También indica que las fotos de paisaje hasta los años cuarenta
se emplearon como políticas, sociales y humanas.
Bright
menciona a Ansel Adams en el marco de la Guerra y la postguerra, pionero en el
sistema por zonas en la década de 1940, que pretendía recuperar las
experiencias en la naturaleza del sublime obviando la masificación turística.
En los años cincuenta y sesenta, la fotografía siguió desarrollándose, empleada
también como herramienta política con la utilización de grandes tamaños. Adams
se encontró con que, entre los años sesenta y setenta, la población de este
país se masificó aún más, lo que conllevó la contaminación y ciudades incapaces
de albergar a tantas personas. La foto, que ya conocía su faceta social y
política, se vio en la situación de reflejar la preocupación pública por estos
temas. Aparecieron entonces preocupaciones distintas manifestadas en dos
corrientes, dos maneras de enfrentarse al paisaje y su remodelación. La
primera, que aceptaba el efecto irrevocable de la industria, quería ofrecer y
tener una nueva mirada sobre el paisaje, la vida en general de su país que
cambiaba las grandes explanadas por urbanizaciones unifamiliares. Otra,
abanderada por la contracultura, los movimientos socialistas, feministas,
antimilitaristas y ecologistas, promueve la idea de llevar una vida sana, con
conciencia sobre el impacto humano y la experiencia cercana de la naturaleza.
A
principios de la década de los setenta, el comisario William Jenkins, propuso
una exposición en la George Eastman House con nueve fotógrafos: les agrupa con
el nombre de New Topographics.
Este colectivo aborda la comprensión del espacio desde un enfoque nuevo y el
paisaje de una forma diferente de cómo se había realizado hasta el momento.
Dejando a un lado las concepciones románticas y la metafísica, se establecen
nuevos límites entre lo humano y la naturaleza. Son imágenes de las que se
desvinculan políticamente, puramente fotográficas –sin base o sustento
literario de conceptos–, impersonales. Rompen con la idea de Stieglitz sobre la equiparación de sentimientos del
fotógrafo, la superficie y composición pictórica. Su mundo es disonante,
moderno, caótico, industrial, invadido y asistido mecánicamente. Rechazan la
idea de que la naturaleza exista fuera de la civilización, para ellos “dentro”
y “fuera” es lo mismo. Priorizan cualidades formales y estilo sobre el
contenido. Los nueve artistas que forman el grupo son: Robert Adams, Lewis Baltz, los Becher – marido y mujer –, Joe Deal, Frank Gohlke, John Schott, Henry Wessel
Jr., Nicholas Nixon y Stephen Shore. Todas las ideas anteriormente mencionadas
son observadas por Bright con crítica: los componentes de este grupo son
masculinos. Sus ideas y convicciones, las que acabamos de mencionar, se
relacionan con las políticas que ella asocia a la mirada masculina. La única
salvedad que podemos rescatar es medio miembro femenino: los Becher, un
matrimonio.
Las obras
de los dos fotógrafos que analizamos en este trabajo, Linda Connor y Joel Sternfeld, pertenecen al principio de sus carreras. Las
cinco piezas de cada uno fueron realizadas a finales de la década de los
setenta en Estados Unidos. Además, ninguno de ellos pertenece a los New Topographics.
Es importante tener en cuenta que las mujeres aún no alcanzaban un puesto
prestigioso en la fotografía de forma autónoma y la mirada masculina era la
encargada de generar iconografías. Es decir, la tradición icónica –cuadros,
postales, fotografías etc.– se encuentra gobernada por los hombres
que decidían qué retratar, cómo y qué códigos de representación seguir. El
análisis que haremos a continuación de ambas producciones otorga un papel
relevante a sus ideologías, intereses personales o políticos y una cuestión de
género, partiendo de las preguntas de Deborah Bright.
Joel Sternfeld con su serie American Prospects
(1978-1983) inmortaliza preocupaciones similares a las del grupo de las nuevas
topografías. Emplea grandes formatos a color, como hemos visto que se
estableció en estas décadas para llegar al público, le interesan las historias,
narrativas de todos esos espacios ahora invadidos por la población humana, que
segrega y explota… Con ironía y sugestión, toma instantáneas de historias,
momentos humanos en el reciente y gran país.
Linda
Connor, por su parte, retrata la naturaleza porque, como mujer, –según sus
propias palabras– tiene un pasado cultural más unido a ella. Pertenece a esa
corriente de personas que mencionamos anteriormente, que eligen defender las
experiencias románticas y simbólicas con la naturaleza ante la amenaza de la
contaminación y la sobrepoblación. Utiliza una cámara de gran tamaño para
producir copias en blanco y negro con un virado al selenio –que le otorga a la
imagen esa ligera dominante magenta que vemos–. Emplea una cámara con lentes de
enfoque suave, es decir lentes que producen imágenes poco contrastadas, que
ofrecen resultados suaves. De esta forma, busca un aspecto atemporal – o antiguo
– en sus fotos y encuentra un misticismo y una abstracción en la falta de
nitidez de sus imágenes.
3. 1.
Paisaje y género
Según
Bright (1985), el paisaje es un espacio cultural, elegido y construido,
erróneamente entendido como neutral y, por lo tanto, poco estudiado. Aparece en
la cultura visual como resultado de una sucesión de decisiones sociales e
históricas que determinan qué se representa y cómo. Se conforma mediante
acciones y valores humanos que le son impuestos. Es un fenómeno relativamente
reciente entendido en la representación visual como autónomo.
Añade que
al paisaje no le es propia la belleza, la preservación, el desarrollo, la
explotación y regulación, sino que se lo hemos establecido. Le hace volverse un
espacio de conflicto continuo entre la autoridad – humana – y lo suyo propio.
Bright analiza las formas de representación del paisaje primero a través de los
códigos visuales masculinos en Estados Unidos, como lo son la conquista y el
control. Recorre la historia de la fotografía desde su aparición hasta los años
noventa en su artículo The machine in the garden revisited
(1992). Presta especial atención a las supuestas miradas de género
instauradas a principios de los años ochenta en su artículo Of
Mother Nature and Marlboro Men (1985). Precisamente estos paralelismos son los que
nos interesan. ¿Culturalmente las mujeres están más unidas a la naturaleza o es
algo propio de ellas? ¿Y los hombres al “progreso”, a las ciudades? ¿Determina
esto la elección de un tema fotográfico?
Linda
Connor es clara al respecto: determina la forma de fotografiar y la elección
del motivo ante la cámara, al menos la suya. Sus palabras responden a una larga
tradición. Podríamos comenzar el recorrido en el mundo clásico, donde lo
masculino se vincula a la razón-ciudad y lo femenino a lo irracional-natural.
La investigadora Scholz (2019) planteó un hito en la
unión mujer-naturaleza durante la última etapa de la Edad Media. La nueva
mujer-bruja debía vincularse necesariamente con la naturaleza porque el nuevo
pensamiento teológico debía sustituir al anterior pagano. Debían abandonar los
bosques, los ríos, los campos como un ente ajeno e incontrolable, el cambio de
muchos dioses por uno solo y un pensamiento que nos permitiera conocer el mundo
tangible desde una religión monoteísta. El miedo debía provocarlo un dios, no
la ira de muchos incapaces de contentar. Además, era necesario convertir a la
mujer en fuerza productora del trabajo – madre –, a la naturaleza y a ellas se
les asignaron los mismos adjetivos: imprevisibles, emocionales… De esta forma
apareció lo indomable de las mujeres vinculadas a la naturaleza. Dos sujetos,
dos estados anímicos, que se entendían desde un lugar muy semejante.
A partir
del siglo XVIII, encontramos una serie de clasificaciones, tanto científicas
como artísticas o pictóricas, que se emplearon para comprender a este ente que,
poco a poco, cobraba su autonomía. Dejaba de ser ese algo incontrolable para
ser estudiado, clasificado, medido, explorado, incluido en los manuales, sublime,
terrible, gigante. Estos impulsos y órdenes fueron creados desde lo masculino,
esa figura pública, el conquistador, el espeleólogo, el científico. Más tarde
sería el artista, el cartógrafo, el que Bright (1985) determina como necesario
para la conquista del Oeste estadounidense.
McDowell,
teórica de geografía feminista, propone un sistema binario y jerárquico (1999).
Nos interesa especialmente porque habla en este texto de las geografías
feministas y estudia cómo afecta el entorno a quienes lo habitan y viceversa.
Su esquema es el siguiente:
Masculino
- fuera - público - trabajo - producción - independencia - poder
Femenino
- dentro - privado - casa - diversión - consumo - dependencia - falta de poder
Los discursos de poder anteriores
mantienen a la mujer en el interior y, paradójicamente, no dejan de
relacionarla con la naturaleza externa. La profesora María Flores Fernández (La feminización del paisaje en el ejercicio
óptico de Eugenio Recuenco, 2018), docente de
filología francesa en la Universidad de Granada, plantea una serie de ideas muy
interesantes sobre el paisaje y los atributos que éste comparte con la mujer.
Encuentra así una conexión entre ambas partes, unidas por la mirada masculina,
que coloca a ambos objetos como bellos. Su hermosura es determinada por la
construcción social del deseo de poseerlo. Comparten el ser una proyección de
una mirada lúdica y estética, un lugar para el recreo, algo meramente
contemplativo. Señala que el paisaje, relativo a la tierra, es equivalente a la
mujer: lo que se valora de ambos es su fertilidad. Según su punto de vista, la
naturaleza se tiende a representar en la pintura europea como las señoritas:
siempre viva, en un espacio que la encuadra y la pone para mero gusto y
disfrute de un observador que construye el paisaje o que completa la razón de
ser de una mujer, ser vista y disfrutada. Como sucedió para Scholz
en el siglo XVII, Flores Fernández señala que en el siglo XXI aún se mantiene
la relación entre mujer y naturaleza. Comparten adjetivos como lo controlado,
la sumisión, lo bello, lo decorativo y la norma. Se genera de esta forma una
cadena con adjetivos y sustantivos como naturaleza - imprevisible -
incomprensible - idílica - destructora - mujer.
Después
de todo esto, puede que no nos resulte extraño que Linda Connor asegure que las
mujeres fotografían el paisaje de una forma distinta a los hombres, desde un
punto de vista más íntimo – porque no poseen la mirada de conquista de
territorios que ellos sí. Ella defiende que las mujeres habían estado separadas
de los hombres históricamente en espacios distintos y que, por ello, no sería
raro considerarlas a ellas como equivalentes de la naturaleza, lugar que han
ocupado o con el que se las ha relacionado. La construcción del género en su
discurso abarca desde el ámbito social, el espacial y alcanza lo fotográfico.
Deborah
Bright, estudia las políticas visuales de principios del siglo XX (1985) y
menciona la masculinización del paisaje, un efecto por el cual el cine western
condiciona la experiencia estética y la mirada en los entornos terrenales.
Concretamente en Estados Unidos, los órdenes visuales a los que se corresponde
la fotografía de western sirven para modular la percepción propia de sus
tierras, para conquistar, atraer más turistas y vender más cigarrillos.
Voluntades semejantes poseían pintores, cartógrafos, los primeros fotógrafos de
paisaje… cuyo deseo o las órdenes que obedecían responden al ansia de conocer y
controlar todo lo que podían ver mediante sus representaciones.
4. Análisis de las
fotografías
Deborah
Bright propone un modelo de análisis fotográfico para comprender las
implicaciones de la fotografía de paisaje del siglo XX. Establece así que
debemos comparar obras de dos sujetos distintos que, en la misma época,
hicieran un trabajo fotográfico sobre el mismo sitio o tema. En el caso
práctico de este artículo tenemos a dos sujetos coetáneos que trabajan en el
mismo país con motivos distintos.
Analizaremos
las obras respondiendo a las preguntas de la autora: ¿qué ideologías perpetúan
las fotografías de paisajes? ¿A qué intereses responden? ¿Por qué las queremos
ver? ¿Por qué la fotografía de paisaje remite tanto a la mirada masculina?
Figura 1. Joel Sternfeld, Buckingham, Pennsylvania, August 1978, 1978,
https://www.artsy.net/artwork/joel-sternfeld-buckingham-pennesylvania-august-1978. Todos los derechos reservados.
Las cinco
fotografías de Sternfeld pertenecen a su serie American Prospects
(1978-1983). En este caso, las cinco que analizamos son tomadas entre 1978 y
1979. En orden de aparición, fueron tomadas en Pennsylvania (Figura 1), Vermont
(Figura 2), Arizona (Figura 3), Oregón (Figura 4) y California (Figura 5).
Todas realizadas con un gran formato –cámara de placas– y a color; no pierde el
tono de ironía y de lo monumental que le acompañará toda su carrera.
Inmortaliza la vida y cultura estadounidense de extraños, urbanitas y personas
poco preocupadas por la naturaleza que les rodea.
A nivel
formal, nos encontramos ante unas copias exquisitas, de apenas contraste, alto
rango dinámico y colores bien revelados y tratados. Son espacios y visualidades
que remiten al estilo de vida de las imágenes de los setenta de Slim Aarons y a lo que más tarde haría Larry Sultan
en los noventa con sus padres. En raras ocasiones aparece la figura humana que
nos serviría para relativizar el espacio y comprender los tamaños. Debemos
recordar que la fotografía de placa nos da una sensación de proximidad, es
decir, los elementos de la imagen parecen comprimidos y la profundidad aparenta
ser menor.
El mundo
de Sternfeld inmortaliza el modo de vida de los
estadounidenses. Podemos imaginar por sus casas, ropas, coches, lugares de
destino, que no son gente con escaso poder adquisitivo. Podría entrar en la
clasificación de Bright del mundo de los hombres blancos. Si nos preguntamos
concretamente sobre su ideología, podríamos interpretarlas como una
demostración de su poder. Sus espacios y paisajes están marcados por el ser
humano que ya los ha intervenido, se ha apropiado de ellos, los controla por
completo. Ha demolido bosques, mantiene el césped cortado (Figuras 1 y 2), ha construido
en llanuras, ha hecho una piscina y ha colocado vegetación en un borde
controlado tras su verja del jardín (Figura 3), ha invadido playas (Figura 4).
Hay una construcción arquitectónica que los separa del mundo exterior que
podemos imaginar (Figura 5) pero no vemos. Hasta la niebla de Vermont (Figura
2) se mueve en el fondo, detrás de otra casa, parece limitada.
Figura 2. (izda). Joel Sternfeld, Brattleboro, Vermont, October
1978, 1978,
https://www.artsy.net/artwork/joel-sternfeld-brattleboro-vermont-october-1978 Todos
los derechos reservados.
Figura 3. (dcha). Joel Sternfeld,
Solar Pool Petals,
Tucson, Arizona, April 1979, 1979,
https://www.artsy.net/artwork/joel-sternfeld-solar-pool-petals-tucson-arizona-april-1979 Todos
los derechos reservados.
No
podemos olvidar la voluntad del título: American prospects.
Prospects puede traducirse como perspectiva,
futuro. Hace referencia a dos ideas: la primera, la perspectiva “americana”. Es
decir, qué ve un “americano” –porque no hay más continente–, cómo es su casa,
cómo son sus vistas. Recorre todo el país para conocer qué tipo de jardines,
viviendas, huertos, trabajos y ocio tiene un ciudadano estadounidense. Pero hay
otra más, aún más política, la del “sueño americano”. Podemos imaginar que
muchas de las personas que aparecen en sus fotos son de clase obrera o
media-alta con casas unifamiliares, con coches normales para acudir a su puesto
de trabajo. El mensaje es “Si trabajas duro, conseguirás tu libertad,
conseguirás dominar la naturaleza y tener tu propio espacio”. Es un mensaje
capitalista, sus espacios también lo son, de conquista, monetarios.
¿A qué
intereses responden? Bien, los resultados visuales, las fotografías, son
producto de los intereses económicos de un país que necesita establecer
distinciones o jerarquías. Es muy necesario separar, organizar el paisaje,
dejar claro a quién pertenece cada porción de tierra. Es un mundo regulado,
controlado, donde domina el intelecto y no hay contradicciones. Es cómo el país
se quiere ver a sí mismo y cómo quiere que lo veamos los demás. Bright no habla
específicamente de Sternfeld
aunque sí menciona (1985) las políticas visuales que Estados Unidos adopta a
finales de los setenta. Necesita repetir los modelos iconográficos de conquista
y control, es una potencia mundial que domina fronteras y espacios, vigila y
asegura libertad y democracia. Algunos fotógrafos, como es el caso que
analizamos, son partícipes de la maquinaria icónica y trabajan bajo estos
modelos. Sobre por qué las queremos ver, otra de las frases de Bright tiene la
clave.
Figura 4. Joel Sternfeld, Approximately 17 of 41
sperm whales that beached and subsequently died, Florence,
Oregon, June 1979, 1979,
https://www.joelsternfeld.net/american-prospects/jlolzas7tgigbojzyozhi4km3ed1rt Todos
los derechos reservados.
Ella
habla del imaginario estadounidense de su momento, creado a partir de los
setenta, como una naturaleza-espectáculo. Las fotografías de Sternfeld tienen un aire de extrañeza, embelesamiento, un
algo que te hace mirarlas. Como si fueran una cortina, un espectáculo. Algo
colocado perfecto, ordenado, para ser observado, como un modelo. Ese aire de
extrañeza, de estar viendo algo falso, un telón que en cualquier momento se
abrirá, una pared que caerá y nos permitirá observar los conflictos más
profundos de la familia que habita la casa (Figura 1). Esa es la razón por la
que nos atrapa, por la que queremos mirar. Maneja un sublime, pero no natural,
sino humano, el sublime de nuestro propio espectáculo, nuestro teatro ficticio
que arrasa la naturaleza y la invade. El sublime que atrapa y no te suelta, no
ajeno sino propio.
En última
instancia, queda responder a la pregunta sobre la mirada masculina. Con las
anteriores respuestas podemos imaginar que tenemos parte contestada. Lo que
puede leerse en la fotografía de Sternfeld son los
valores masculinos que ella mencionaba sobre la vida estadounidense. La esfera
del hombre público, el conquistador, explorador, el que podía salir a la calle
o crear obras de arte. Es quien ha modulado la forma de ver; si entendemos el
paisaje como una construcción de la mirada, es quien ha influido en nuestra
forma de observar y cómo representamos. Es el que organiza y conquista.
Figura 5. Joel Sternfeld, Rustic Canyon, Santa Monica, California
May 1979, 1979,
https://www.artsy.net/artwork/joel-sternfeld-rustic-canyon-santa-monica-california-may-1979 Todos
los derechos reservados.
La obra
de Sternfeld, más que un catálogo visual del
escaparate de lo ancho y largo que es EEUU funciona
también como la ventana por la que contemplamos su mundo y cómo ellos dicen a
los extranjeros, a través de una imagen, que deben imaginarles. Por supuesto
que aquí debemos considerar el tamaño como algo clave: un formato grande,
especialmente pensado para paisaje, que implica copias grandes. Las copias
grandes pretenden generar mayor impacto en el espectador, dejarle más huella.
Ofrecen un mayor campo de visión y un espacio más comprimido, otra forma de
contemplar y representar el mundo.
Figura 6. Linda
Connor, Woods (Belmont, Massachusetts),
1978,
https://www.artsy.net/artwork/linda-connor-woods-belmont-massachusetts-and-lightening-nevada-two-photographs-1 Todos
los derechos reservados.
Las
fotografías de Linda Connor fueron realizadas entre 1976 y 1978 en Estados
Unidos: Nevada (Figura 6), Connecticut (Figura 7 y 8), Arizona (Figura 9) y Hawaii (Figura 10). Todas pertenecen a copias de una cámara
de placas de 8x10 pulgadas, un blanco y negro virado – magenta o verde (Figura
7). Utiliza lentes de enfoque suave con una clara influencia pictorialista.
La
ideología bajo la que se construyen las imágenes de Linda Connor la manifiesta
ella misma. Crea sus imágenes basándose en el discurso feminista que, como
dice, debe y puede reapropiarse del paisaje, construido a través de la mirada
masculina. Mujeres como ella pueden abordarlo desde un punto de vista más
personal y emocional porque tienen vínculos más fuertes con la naturaleza.
Figura 7. Ice Storm, Connecticut, de Linda
Connor, 1977,
https://www.artsy.net/artwork/linda-connor-ice-storm-connecticut Todos
los derechos reservados.
Además de
sus declaraciones y la elección de los temas, su superficie también tiene un
objetivo. Busca, a través del virado y de las lentes con tan poco foco y
nitidez, representar la misticidad, la abstracción,
el aspecto atemporal y antiguo. Las formas que elige – el tumulto de ramas, las
aguas y los troncos curvos – son ya evocadoras en sí mismas. Todas estas ideas
nos recuerdan a los pictorialistas. Los pictorialistas pertenecieron a un
movimiento fotográfico de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.
Los fotógrafos dejaron de ser meros técnicos y ya no quedaban tierras por
conquistar, buscaban el placer espiritual de la naturaleza. Más allá de los
recursos estilísticos –abstracción, ambigüedad del espacio y formas simples–, defendían
una importante idea: el encuadre fotográfico era una representación directa de
sus emociones. Pretendían, a través del paisaje,
restaurar
la experiencia perdida de la naturaleza de esos espacios sin la tecnología, la
burguesía y el turismo.
Figura 8. Silvermine River, Connecticut, de
Linda Connor, 1978,
https://www.artsy.net/artwork/linda-connor-silvermine-river-connecticut Todos
los derechos reservados.
Las
influencias pictorialistas de Connor le llevaron a tomar las decisiones
técnicas y visuales que componen sus fotografías. El resultado de las imágenes
y su impacto en el espectador tiene que ver con dicha inspiración y las ideas
que pretende transmitir. Para ella, la mujer ofrece una mirada única sobre la
naturaleza, con la que se relaciona de forma emocional. Los pictorialistas
defendían una fotografía sensible, esto es, un marco y un orden visual que
manifiesta el mundo interior del fotógrafo. Por este motivo pudo escoger los
recursos de este movimiento o estilo, para así poder expresar o hacerle llegar
al espectador qué tipo de relación posee ella con el sujeto representado y
reiterar la idea del paisaje femenino.
Los
intereses a los que responden estas imágenes son al suyo propio: a esa idea del
paisaje no masculino. Construido mediante una mirada emotiva, no conquistadora,
no abrasiva ni destructora. Según Bright, su naturaleza tiene una estrecha
relación con la forma en que se ha construido el desnudo femenino. Quizá la más
obvia en este aspecto pueda parecernos la Figura 10, por las curvas y las
formas sinuosas. Aunque, si recordamos las palabras de Flores Fernández,
volverán a nuestra cabeza adjetivos como la contemplación, la pasividad, la belleza.
Podemos añadir algunas como: quietud, sumisión, naturaleza-feminidad.
Connor
insiste: los hombres tienen una actitud de dominación ante la tierra igual que
la tienen hacia mujeres y niños; la mirada que ella propone muestra parajes
rebeldes o libres.
Quieren
nuevos terrenos, grandes espacios – como hemos visto con las fotos de Sternfeld –, utilizan la fotografía como una herramienta de
conquista. Ella, sin embargo, señala que su relación con este sujeto es
distinta, le vincula una mística naturaleza femenina – si es que eso no es un
producto cultural –; sus paisajes son su fuente de expresión individual, como
sucede en el caso de los pictorialistas.
Por
último, podemos relacionar a Connor con el grupo de los años setenta que se vio
especialmente comprometido con la misión de recuperar y defender las
experiencias románticas y simbólicas de la naturaleza. Querían – y quiere Linda
Connor con estas imágenes – alejarse de la sobrepoblación y la contaminación
que sufren las ciudades masificadas y la conquista de espacios capitalista.
Figura 9. (izda). Linda
Connor, Pictographs, Canyon de Chelly, Arizona, 1978,
https://www.artsy.net/artwork/linda-connor-pictographs-canyon-de-chelly-arizona Todos
los derechos reservados.
Figura 10. (dcha). Linda Connor, Fallen Tree, Hawaii, 1978,
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La
pregunta sobre por qué deseamos ver estas imágenes es una cuestión complicada.
Bright (1985) menciona la exposición de la que formó parte a principio de los
años ochenta donde pregonaba, junto a otras, el valor de redefinir la
construcción del paisaje desde una mirada femenina. Esta exposición recopiló
las formas de fotografiar de mujeres de muchas clases económicas y estatus
sociales, geografías y edades diferentes. El interés de la gente pudiera recaer
en sus ansias de investigar lo que defienden, si es que es cierto que ellas se
acercan a este motivo en calidad distinta por su pasado histórico; pueden
despertar interés por las palabras sobre feminismo que colocan ante las
imágenes. Sin embargo, Bright señala una cuestión a la que debemos atender: no
existe una única forma de ser mujer ni existe una especie de mística femenina
homogénea. “Ser mujer” no tiene por qué cohesionar serlo en la India, en
Estados Unidos, en la década de los sesenta o setenta, ser pobre, tener más
medios, tener formación fotográfica y no tenerla, tener otro trabajo para ganar
dinero y un largo etcétera.
Mirzoeff (2016)
se pregunta acerca del riesgo de la repetición de patrones dominantes en la
forma de mirar. El mismo problema lo comparten Malik Sibidé
y Linda Connor, ambos sobre la mirada del hombre blanco, el primero en el
retrato y la segunda en el paisaje. El primero sobre cuestiones de
representación occidentales, la segunda sobre modelos de conquista del espacio.
Podemos reformular entonces la última pregunta de Bright: ¿por qué la
fotografía de retrato/paisaje remite tanto a una mirada hegemónica de poder?
A finales
de los setenta existe un pasado no solo pictórico que modula la fotografía,
como menciona Szarkowski en 1978, sino un pasado
fotográfico masculino. Es muy complicado evadir sus modelos visuales ya
instaurados. Si el paisaje es en sí mismo una construcción, una organización
espacial, una forma de mirar que ya se condiciona por la cultura, sociología e
historia del momento, el paisaje fotográfico se codifica con todo esto más la
capa iconográfica que posee la tradición de la técnica.
5. Conclusiones
En primer
lugar, realizamos una breve recapitulación o contexto del panorama fotográfico
y paisajístico estadounidense que envuelve a los autores estudiados. En segundo
lugar, analizamos los vínculos culturales entre mujer y naturaleza en Occidente
ya establecidos como parte de otra breve contextualización de la esfera social
de ambos autores. Por último, hemos analizado las fotografías de Sternfeld y Connor que no llegaron a pertenecer a los New Topographics,
grupo estadounidense de fotografía de paisaje que desarrolló su práctica
paralelamente y en el mismo espacio geográfico.
El
objetivo era contestar a las preguntas de Deborah Bright: ¿qué ideologías
perpetúan las fotografías de paisajes? ¿A qué intereses responden? ¿Por qué las
queremos ver? ¿Por qué la fotografía de paisaje remite tanto a la mirada
masculina? Y las que nos planteamos al principio: ¿Existen formas distintas de
fotografiar el paisaje entre hombres y mujeres? ¿Responde la fotografía a una
mirada cultural cuyas raíces se hunden, entre otros ámbitos, en el género,
configurando así miradas distintas?
Existen
formas diferentes de fotografiar el paisaje, pero no obedecen necesariamente a
una cuestión de género. Tendría mucho más que ver con los valores que resalta
Bright como la ideología, los intereses, el público al que se destina y las
estructuras de poder visual que se repiten. El enfoque de Connor tiene en su
discurso una inclinación de género, unos valores y una ideología feminista:
evita las políticas del sublime que Sternfeld
utiliza, evita la civilización, la mirada de conquista, la posesión. Aunque,
¿es realmente cierto que evita la mirada de posesión de las tierras? En el
estudio que nos ocupa y en comparación con Sternfeld,
uno de sus coetáneos, sin duda elige motivos no edificados y sin la voluntad de
convertirse en futuras viviendas, al menos en ese momento.
La fotografía también será siempre
modificada y construida, al igual que el paisaje, por las capas culturales,
sociales e históricas. El género, que es un factor decisivo para el acceso a
ciertos espacios, no tiene por qué modificar la elección de temas o la
aproximación a ellos. Sí puede ofrecer una limitación a ciertos temas, pero no
es decisivo de forma objetiva sino cultural. En el caso de Connor, lo dice ella
misma. Elige la naturaleza porque es una mujer y como mujer tiene un pasado
junto a ella, un ligamento especial que los hombres no tienen, un ligamento
cultural. Sternfeld no se pronuncia. Es un hombre de
pocas palabras al respecto. Sí menciona que le interesan los paisajes
estadounidenses, los vecinos, los desconocidos, cómo se modula la vida en
comunidad.
De hecho,
ambos coinciden en Arizona, Connor un año antes que Sternfeld,
figura 3 y figura 8. Ella elige una especie de forma en la arena
descontextualizada y difícil de interpretar, él una piscina de personas con
poder adquisitivo. Cuando Sternfeld escoge la playa,
aparece invadida de personas, algo que no se plantearía Connor para abordar un
espacio. Si ella tuviera que fotografiar esa playa por encargo, probablemente,
esperaría a una hora vespertina cuando remueven la arena y no quedan huellas
humanas; su foto podría ser más parecida a los mares conceptuales de Sugimoto que al arte figurativo y de escala de Sternfeld. Sin duda
la comparativa analítica nos desvela dos tipos de tendencias en un país y en un
momento concreto bastante distintas, desvinculadas de la imperante nueva
topografía del espacio. Las dos obras ofrecen obedecen a una ideología y unos
intereses y, en uno de los casos, una demostración del género como determinante
para la selección de un tema y de una aproximación a él. Al igual que la imagen
siempre estará sujeta a los códigos de representación de la sociedad que los
ejecuta, el factor de género – el factor cultural del creador – es otro elemento
que será difícil de separar del fotógrafo. Por este motivo, existen sin duda
diferencias entre la fotografía de paisaje de Linda Connor y de Joel Sternfeld con un claro componente de género. Para continuar
y perfilar el modelo de análisis que propone Deborah Bright, nuestro siguiente
paso sería comparar la obra coetánea de dos fotógrafos sobre un mismo lugar o
problema.
6. Referencias bibliográficas
Bright, D. (1992). The Machine in the Garden
Revisited: American Environmentalism and Photographic Aesthetics. Art
Journal, 51(2), 60-71. https://doi.org/10.2307/777397
Bright, D. (1987). Of Mother Nature and Marlboro Men.
An Inquiry into the Cultural Meanings of Landscape Photography, en Bolton, R. The contest of meaning: Alternative
Histories of Photography. MIT Press.
http://towery.lehman.edu/photohistory/PhotoReadings/Bright-Marlboro_LAndscape.pdf
Flores
Fernández, M. (2018). La feminización del pasaje en el ejercicio óptico de
Eugenio Recuenco. Revista Sonda. Investigación en
Artes y Letras, 7, 53-64.
Mirzoeff, N.
(2016) El derecho a mirar. IC Revista
Científica de Información y Comunicación. Sevilla, España. 13, 29-65. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6103534
McDowell,
Linda (1999). Género, identidad y lugar: un estudio de las geografías feministas.
Cátedra.
Scholz, R.
(2019). El valor es el hombre. Tesis sobre socialización del valor y relación
de género. Sociología Histórica, 9, 866–905. https://revistas.um.es/sh/article/view/391051
Sternfeld, J. (1978-1983). American Prospects. https://www.joelsternfeld.net/artworks/2018/3/25/american-prospects
Szarkowski, J. (1978). Mirrors and windows:
American photography since 1960. The Museum of Modern Art, Nueva York.
https://www.moma.org/documents/moma_catalogue_2347_300062558.pdf
Tejo
Veloso, Carlos (2013) La infinita resignificación del paisaje en la fotografía.
Revista Estudio, Artistas sobre outras Obras. 4(8),
320-326.
BIO
Alicia Lehmann (1999) es
fotógrafa, residente en Madrid. Después de cursar el Grado en Fotografía,
realizó en la Universidad Autónoma de Madrid un Máster multidisciplinar,
especializado en investigación artística y cultura de la imagen. Ha participado
en diversos visionados de porfolios tanto nacionales como internacionales y fue
ganadora del Premio Madroño de la Comunidad de Madrid en la modalidad de
fotografía en 2021. Compagina su trabajo profesional con la investigación que
le demanda su doctorado, que se centrada en el estudio de la iconografía de la
brujería y la fotografía de paisaje.