JOSÉ LUIS BREA
TEORÍA-CRÍTICA EN LA ERA DEL MUNDO-INTERNET
josé luis brea. critical theory in the era of world-internet
Miguel Vega Manrique
Universidad Autónoma de Madrid
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Recibido: 10 04 2019
Aceptado:11 07 2019
Publicado:30 09 2019
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https://doi.org/10.5281/zenodo.7656161
Cómo citar este
artículo
Vega Manrique, M, (2019). José Luis Brea. Teoría-crítica
en la era del mundo-Internet.
ASRI. Arte y Sociedad. Revista de investigación en
Arte y Humanidades Digitales. (17), 44-58
Recuperado a partir de http://www.revistaasri.com/article/view/5380
Resumen
Centrándonos en un periodo concreto de
la práctica teórica de J. L. Brea, llevamos a cabo un análisis crítico de dos
conceptos fundamentales en su obra: cultura RAM y capitalismo cultural
electrónico. De ello, se derivan una serie de tensiones discursivas con
respecto al fetichismo de la mercancía en la era
del mundo-Internet y sus implicaciones
en el régimen de construcción de las subjetividades
contemporáneas, hacia una conceptualización
diferencial en el pensamiento contemporáneo.
Palabras Clave
cultura
digital, fetichismo, capitalismo.
Abstract
The following
work is a critical approach into the theory of José Luis Brea about art and digital
technologies. By means of his theoretical practice, a critical analysis of two
fundamental concepts is carried out to understand his thinking: RAM culture and
electronic cultural capitalism. A series of reflective tensions with respect to
merchandise’s fetish in the era of world-Internet and its implications in the
contemporary subjectivities building system stemmed from the analysis.
Key words
digital
culture, fetish, capitalism.
1. Introducción
Un primer contacto con la obra de José
Luis Brea (1957-2010) podría producir, por su amplitud y heterogeneidad, cierto
distanciamiento. Aunque estuvo la mayor parte del tiempo ligado al contexto del
arte contemporáneo español, el extenso abanico de intereses hacia los que se
orienta, los múltiples paradigmas teóricos que aborda y las implicaciones que
mantiene en el ámbito institucional de las prácticas artísticas lo convierten
en una figura de gran relevancia y complejidad. Asimismo, su procedencia desde
el campo de la filosofía y, más concretamente, de la disciplina de la estética
del arte, ha de tomarse como fundamento del aparato teórico-crítico que
desarrolla en diferentes fases a lo largo de su vida. No obstante, el campo de acción
de su práctica fue periférico y en algún momento hasta marginal. Tampoco
adquirió un impacto mediático destacado ni colaboraba (deliberadamente) en los
grandes medios de comunicación. Pero con el texto que nos ocupa hemos querido
poner de relieve la importancia y el valor que sin duda tiene su pensamiento.
Podría tomarse como punto de partida la
escisión entre teoría y praxis para diferenciar la producción teórico-crítica y
textual de Brea, de otra actividad más centrada en la práctica artística,
curatorial e institucional, aunque se presentasen íntimamente relacionadas a lo
largo de la trayectoria profesional del autor. ¿Qué vigencia tienen los
postulados de J. L. Brea (2007) hoy en día y cómo se pueden leer desde la
óptica de los textos de Cultura_RAM?
Mutaciones de la cultura en la era de su distribución electrónica? En las bases del quehacer filosófico de Brea reside
un sustrato que permite formular estas preguntas y en él hallamos la génesis de
este proyecto de investigación.
En el plano textual, su escritura
responde a un ejercicio de estilo cercano a la prosodia francesa, con una influencia
notable de la retórica postestructuralista. Ambas son el germen de la compleja
laboriosidad que reside tras la sintaxis de su discurso. La escasa muestra de
interés por las notas y las citas a pie de página, junto a la elusión de
menciones o reconocimientos bibliográficos fueron otra constante en los textos
de Brea; de ahí, tal vez, la ausencia de traducciones de sus obras a otras
lenguas y la falta de interlocución directa con otros actores del debate
teórico-crítico tanto dentro como fuera del estado español. Cabría mencionar,
al final de su carrera, la admiración e impacto de sus trabajos en América
Latina, donde hoy en día siguen estando presentes.
La presente aportación se centra en los
trabajos recogidos en cultura_RAM. Mutaciones
de la cultura en la era de su distribución electrónica, por considerarlos más próximos a los siguientes
objetivos: abordar las relaciones entre el poder (sistema capitalista) y la
producción cultural; vincular la teoría y la praxis en torno a la cultura
digital en la práctica teórico-crítica de J. L. Brea; partir de las tesis del
autor acerca de la cultura RAM y el capitalismo cultural electrónico para
elaborar no solo un análisis crítico, sino también una aproximación a la
digitalización de los procesos de producción. No tendrán cabida los aportes
teóricos referentes a los estudios visuales, que ocuparían el último periodo de
la trayectoria del autor, por ser este un amplio terreno de estudio que
desbordaría los objetivos planteados.
En la obra cultura_RAM
Brea emprende una crítica del sistema que supone el intento de mirar una
realidad, de generar un discurso para enfrentar algunas de las cuestiones más
relevantes que subyacen al conjunto de las sociedades contemporáneas: el
sistema de poder capitalista y su implicación en las prácticas culturales. Tras
identificar cierto vacío en lo relativo al estudio de sus propuestas teóricas, este
trabajo de investigación propone una revisión hermenéutica y una reflexión de
carácter teórico-crítico que permita ahondar en la teoría y en la praxis del sujeto
de estudio. Siguiendo una metodología de leer a Brea desde Brea –a pesar de la
distancia crítica– y empleando un ejercicio sistemático de análisis de texto
centrado en dos conceptos clave: cultura RAM y capitalismo cultural electrónico,
surge un proceso cercano a la literatura comparada intercalando progresivamente
fuentes bibliográficas indisociables al corpus donde se enmarca cultura_RAM.
Marx, tenido en cuenta
como “fundador de discursividad” –siguiendo los presupuestos foucaultianos de
“¿Qué es un autor?” (1969)–, aporta al estudio hermenéutico un sustrato
ineludible para determinar posibles contradicciones o tratar de solventar
problemáticas que suceden al análisis. La crítica de la economía política en clave
marxista conducirá también a una aproximación diferencial hacia el capitalismo
cultural electrónico con respecto a la fetechización del producto del trabajo
en la era del mundo-Internet.
Conviene tener
presente la voluntad del autor de ser leído y no pasar por alto, antes de comenzar,
la escasa muestra de interés que, por una u otra razón, poco concernientes en
este momento, ha marcado la posteridad de su legado. Sin duda, la precisión a
la hora de acuñar términos como “umbral”, “capitalismo cultural electrónico” o
“cultura RAM” hacen de sus textos un material preciado en el momento presente
para reconsiderar las implicaciones de los mecanismos de poder y la deriva de
las prácticas artísticas. El carácter profético como condición general a la
casi totalidad de la producción de Brea adquiere una vigencia renovada desde
una perspectiva estrictamente contemporánea, cuando la vida sigue aunque
parezca que el tiempo se ha detenido, cuando el futuro torna en incierto
porvenir.
2. Análisis del concepto: cultura_RAM
Con premeditado tono profético y cierto
sentido de urgencia circunstancial, la obra de José Luis Brea (2007) cultura_RAM. Mutaciones de la cultura en la era de su
distribución electrónica comienza con
una sucesión de apartados en torno a dos conceptos clave: cultura RAM y capitalismo
cultural electrónico. Mediante un conjunto de textos breves, el autor compone a
modo de constelación un sólido entramado discursivo inserto en el devenir
digital del mundo contemporáneo a su escritura. Dicha inserción queda
también documentada con la participación de Brea en diferentes debates
teórico-críticos y a través de su temprana presencia en plataformas digitales. El autor no ocultará en sus textos la esperanza de
otro mundo posible, la utopía de radical democratización, la existencia de un futuro.
En último término, su capacidad de análisis y diagnóstico interpelan a un
amplio espectro de lectores que le son coetáneos tanto en la recepción como en
el intercambio; pero también lo hacen a un tiempo por-venir, a otras
subjetividades en construcción, expandidas por múltiples superficies de
registro e inscripción.
Tomando el subtítulo del libro, Mutaciones de la cultura en la era de su distribución
electrónica, no podemos pasar por
alto las alusiones al famoso texto de Walter Benjamin (1936), con la significativa
sustitución del concepto de “arte” por el de “cultura”, y el “reproductibilidad
técnica” por el de “distribución electrónica”. A lo largo de toda la producción
de Brea la presencia de Benjamin se desliza de manera transversal, siendo durante
los primeros años un referente absoluto para su actividad tanto teórica como
curatorial[1].
Las obras Nuevas estrategias alegóricas (1991) y Las auras frías (1991), junto a las exposiciones Iluminaciones
profanas: la tarea del arte (Arteleku, 1993) y Anys 90. Distància
zero (Centre d’Art Santa Mònica, 1994), no rehúyen las referencias literales al
pensador alemán[2].
Al final de su vida,
en El libro de los pasajes y en las Tesis de Filosofía de la Historia, Benjamin
plantea un concepto de progreso contrario a la norma, alejado de la dialéctica
ortodoxa del materialismo histórico. El estado de excepción pasa a ser la
regla; pues solamente provocándolo podrán librar la lucha los oprimidos. Brea
emplea en cultura_RAM la mutación con un sentido similar al del progreso
benjaminiano, sin pretender eludir el paralelismo. Toma de esta genealogía la
precipitación y el vértigo del sentido histórico –la metáfora del Angelus novus impulsado
por un huracán a sus espaldas hacia el futuro–, alejándose así del más temprano
Benjamin productivista y urdiendo un cambio de paradigma entre el posmodernismo
y el posmarxismo. Acudiremos al trabajo de Susan Buck-Morss (1995) Dialéctica
de la mirada por su esclarecedor punto de vista
sobre la distinción entre progreso histórico y
tecnológico matizando que “cuando el progreso industrial se toma como punto de
partida, el error mítico consiste en tomar los avances de la naturaleza por
avances de la historia misma” (p. 96).
La expansión a finales de los años
noventa del siglo XX de los “nuevos medios” (Manovich, 2006) torna decisiva
para el debate teórico-crítico, del cual Brea fue uno de los más importantes
protagonistas por lo que al contexto del estado español se refiere. La
incertidumbre irá unida permanentemente al fenómeno y a las instituciones, que
poco a poco se van orientando hacia el devenir digital de la cultura sin dejar
de lado las complejidades que entraña en cuanto a su comercialización. Con respecto a Brea y su cultura_RAM,
alcanzamos a comprender que las mutaciones en la cultura inciden
directamente sobre las formas de representación y tienen un impacto directo en
todas las manifestaciones socioculturales. Cuando estas afectan al ámbito de la
memoria, traen consigo un cambio en el eje de la cultura injerta en los procesos
de producción:
La aparición de estas nuevas
modalidades técnicas de la producción, gestión y almacenamiento del significado
provoca un desplazamiento (…) de la forma de los dispositivos memoria,
decidiendo la progresiva sustitución de los viejos modos de las memorias de
consignación recuperativas (docu/monumentos) por
modos (RAM) de la memoria distribuida, deslocalizada en redes permanentemente
actualizadas (post-archivísticas). (Brea 2007, 28)
Si la memoria (ROM) de archivo, del
tiempo pasado, retorna un saber ya habido, la memoria (RAM) de red pertenece a
un tiempo-ahora, un no-tiempo anclado en su “incompletitud” y ya no más “rememorante” (Brea, 2007). El tipo de archivo clásico se
define contra la entropía, centrando su labor en el ordenamiento y la conservación
de los documentos. Por el contrario, el archivo web se revela radicalmente
entrópico, en perfecta consonancia con la estructura de flujos que domina la
inmediatez de la red y configura el sistema de producción digital[3].
Previa hegemonía de la digitalización
cultural, Jacques Derrida (1997) finaliza su ensayo El mal de archivo. Una
impresión freudiana aludiendo a la oscuridad que se cierne sobre el
concepto de “archivo”. La falta de seguridad y la ausencia de certezas que
entraña, instalándose en el límite de lo público y lo privado, lo secreto y lo
no-secreto, determinarán las consideraciones que el propio Brea (2007)
manifestó sobre el paso de la cultura ROM a la cultura RAM. Cuando este último
alude a la “práctica memorizadora”, señala que “no es
únicamente el pasado lo que se revisita, sino (…) el horizonte del porvenir en
que (en aquel) se expresaba todo su clinamen,
toda su fuerza y voluntad de advenir” (p. 23). Una vez instalada en la
constelación de flujos digitales, la cultura introduce un desplazamiento de su
concepción original sobre los procesos de inscripción en la memoria. Ante el
colapso de la noción tradicional de archivo y su ulterior descentralización se
hace necesario reconsiderar su naturaleza. Según la perspectiva que nos ofrece
Derrida (1997):
La interpretación del archivo (…) no puede aclarar,
leer, interpretar, establecer su objeto, a saber, una herencia dada, más que
inscribiéndose en ella, es decir, abriéndola y enriqueciéndola lo bastante como
para hacerse sitio en ella en pleno derecho. No hay meta-archivo.
Incorporándose el saber que se desarrolla respecto a él, el archivo aumenta,
engrosa, gana auctoritas. Pero pierde al mismo
tiempo la autoridad absoluta y metatextual a la que podría aspirar. (…) el
archivo no se cierra jamás. Se abre desde el porvenir (p. 75).
Las normas clásicas de presencia y ausencia son trasladadas
a los márgenes; el presente se orienta hacia el procesamiento enfrentado a lo
patrimonial, a la acumulación de saberes. Asimismo, los procesos de producción requieren
de ser optimizados para integrarse en la red interconectada de subjetividades
que habitan las comunidades, mientras la producción en red genera una “inteligencia
comunada” (Brea 2007, 27). La naturaleza de la cultura
experimenta entonces sucesivos cambios tras incluir los avances tecnológicos a
su gestión, por lo que siguiendo la terminología de Brea (2007) registramos el
tránsito de la antigua cultura ROM, asociada a una memoria de archivo, de
documentos, a una cultura RAM que se caracteriza por su memoria de procesamiento
y la constelación de flujos que interconectan datos permanentemente.
Internet es en sí mismo un archivo, un
archivo de nuevo cuño, sin límites aparentes y que parece cubrirlo todo, lo que
implica redefinir la relación entre realidad y archivo. El archivo de y sobre
Internet se instala en el terreno de lo inmediato y lo volátil. Una vez más Derrida
(1997) nos recuerda que el porvenir no es un objeto de la historia ni del
archivo, y lleva en su esencia el acontecimiento de la repetición. “Pero es del
porvenir de lo que se trata aquí y el archivo como experiencia irreductible del
porvenir” (Derrida 1997, 76). En estos términos, el porvenir se presenta como
una condición directa de la performatividad que irreductiblemente es hoy consustancial
al archivo, y de una apertura a la ciencia y a la tecnología en el sentido más
amplio.
Cuando nos dirigimos a un archivo lo hacemos en busca
de respuestas, iniciamos un acto de interlocución que incluye en su complejidad
la historia, la tradición y la cultura. La abstracción que implica todo ello
sitúa la presencia de un fantasma al otro lado, un fantasma de otro tiempo al
cual se le hace una pregunta y del cual solo podemos esperar una respuesta
espectral. Este efecto a la vez lleva implícito el acto de repetición que integran
la memoria y el archivo en su naturaleza de almacenamiento, y nos hace
partícipes del resultado de esta repetición que no se inscribe en un tiempo pasado,
sino que alude al porvenir en la medida de sus respuestas.
Ante todo, distinguimos en las tesis de Brea la
importancia de las connotaciones que Derrida otorga al porvenir. La cultura RAM
es producto de un giro relacional, performativo, que transforma la memoria de
archivo en memoria de procesamiento. A
través de esta dirección productiva, la cultura no tiende al almacenamiento,
sino que distribuye, se sirve de la memoria de proceso: “la cultura se ve
requerida a tender puentes hacia el futuro, encuentros con lo desconocido –en
consecuencia, la memoria que se requiere es la de procesamiento” (Brea 2007,
85). El colapso de la noción tradicional de archivo y su descentralización
tienen lugar una vez que la realidad y el archivo coinciden en uno mismo en
Internet[4].
Los cambios tecnológicos que va a traer
consigo la optimización de las comunicaciones repercuten directamente en la
comunidad y generan lo que podríamos denominar como “fantasma comunitario”,
cuya dimensión espectral le viene dada por la condición específica del medio
digital, Internet, concebido como piedra angular de la intelección colectiva: “Aquí
los fantasmas tienen (…) nombre de comunidad” (Brea 2007, 19). Para lo que
sigue, conviene matizar esta noción de fantasma que subyace a los argumentos de
Brea y cuyo antecedente podemos hallar en los textos de Marx y Benjamin:
Benjamin describió como «fantasmagoría»
al espectáculo de París (…) Marx había utilizado el término «fantasmagoría»
para referirse a la apariencia engañosa de las mercancías como «fetiches» en el
mercado (…) para Benjamin, cuyo punto de partida era una filosofía de la experiencia
histórica antes que un análisis económico del capital, la clave de la nueva
fantasmagoría urbana radicaba no tanto en la mercancía-en-el mercado como una
mercancía-en exhibición, donde el valor de cambio y valor de uso perdían toda
significación práctica, y entraba en juego el puro valor representacional. Todo
lo deseable (…) podía transformarse en mercancía, como un fetiche-en-exhibición
que mantenía subyugada a la multitud, aun cuando la posesión personal estuviera
muy lejos de su alcance. (Buck-Morss 1995, 98)
La fascinación por el cine que expresan
los textos de Benjamin puede encontrar una analogía con la expansión de
Internet y su potencial utópico en el caso de Brea. Para ambos, en la
materialidad de las imágenes como artefacto técnico está contenida la
fantasmagoría que simboliza su valor social. Por tanto, la cultura RAM se
caracteriza por producir la interconexión tanto de datos, como del sujeto en sí del conocimiento: “semejante a sus
semejantes y diferenciado de ellos, como individuado en lo común (…) en el
rastro perdido de alguna y evanescente comunidad” (Brea 2007, 62). Podríamos
plantear, atendiendo a estos postulados, que el “horizonte ya no es el pasado y
su reconstrucción (…) sino exclusivamente el futuro” (Brea 2007, 85). Y, llegados
a este punto, con acierto y agudeza, Brea (2007) señala la cultura en la era de
su digitalización como “testimonio melancólico de efimeridad, de contingencia,
de precariedad” (p. 86).
En general, el plano de la escritura en
cultura_RAM lo domina un entramado lexical
esperanzador, que no rehúye cierto carácter milenarista en relación con las
potencialidades democráticas que aparecen cuando “una reapropiación (…) de los
pueblos de su propia historia (…) en el entorno de los new media puede ser
recuperada (…) como perfiladora de un horizonte regulador de las prácticas de
acción comunicativa” (Brea 2007, 73-74). Si queremos adentrarnos con propiedad
en esta esfera genuina debemos retrotraernos al periodo que va del año 1997 al
2001, previa aparición de la web 2.0,
cuando tuvo lugar la época más vanguardista y crítica sobre Internet. La
plataforma online Nettime[5], cuyo
origen estuvo allá por 1995, fue un foro sin precedentes para la actualización
tanto de los temas del debate teórico-crítico como del método que usa Brea en
su cultura_RAM. Su modus operandi partía de una lista de correo electrónico que
ponía en marcha el procedimiento del mailing
de forma pionera, llegando a alcanzar en 1998 la cifra de 850 subscriptores,
poco relevante en los días que corren, pero sin duda significativa para el
momento. El plano textual ocupaba el lugar central de la propuesta enfatizando la
nueva naturaleza del medio con el eslogan stop reading,
startbrowsing.
Poco a poco las listas de correo electrónico
de Nettime fueron ramificándose y ampliando
horizontes al amparo del soporte web, con actores procedentes de todo el mundo
interconectado. Activistas internacionales, teóricos, artistas y escritores,
entre otros, protagonizaban debates en red acerca de “la metáfora de la ciudad
frente a la metáfora de la vida, los laberintos de los mundos reales y
virtuales, páginas webs ambulantes, la ciudad-estado, la crítica de la agenda política
que sería llamada la California Ideology y la
cuestión perenne del arte” (VV. AA., 1999, p. 16, traducción propia). Como
nuevo campo para la acción aparece el espacio de los media networks, que podemos considerar la antesala de
las redes sociales más contemporáneas. Nettime se declaraba
“poco preocupada con la distribución en masa
de un producto. Se trataba más bien de la organización propia de un proceso (…)
Era una subjetividad colectiva sin identidad fija” (VV. AA., 1999, p. 17,
traducción propia). El entorno online y Nettime
comenzaban su andadura de la mano, albergando posibilidades de emancipación y
subjetivación inéditas hasta la fecha, entretejiendo la historia con
dimensiones políticas, intelectuales, culturales y tecnológicas. Fue acuñado
entonces el término netcritique,
aludiendo a los principios de radicalización de la plataforma para la era informacional.
Sin lugar a duda, a pesar de que no
fuera un participante activo de esta plataforma, el entorno medial referido era
un ámbito familiar para la práctica crítica y curatorial de Brea en Internet[6].
Las innovaciones en el ámbito de la comunicación prefiguran a finales de los
noventa un escenario del cual resultaría complicado mantenerse al margen.
Michael Hardt y Antonio Negri
(2005) abordan en su obra seminal Imperio los mecanismos de control en
auge tras la irrupción de las nuevas tecnologías y las posibilidades de agencia
frente a los procesos imperiales de globalización y de producción. El análisis
que elaboran les conduce a profesar una esperanza renovada en la organización
de la multitud: “La emancipación de la humanidad de todo poder trascendente se
funda en el poder de la multitud para construir sus propias instituciones
políticas y constituir la sociedad” (p. 185). Como venimos ilustrando, estas
tecnologías pasan a ostentar el estatus de mediadoras en la esfera pública
entre el poder y la multitud, y son las principales aliadas para la generación
de una comunidad participativa al albor de las mutaciones transformadoras que
traen consigo.
Por otra parte, la mutación y el desplazamiento,
sutiles equivalencias terminológicas alternas durante el continuum argumental
del texto cultura_RAM, implican una transición
no solo en la dialéctica de Brea, sino en un ámbito extensivo a la naturaleza
de los procesos de producción capitalistas. En su discurso, la mutación supone
un abrupto, una transformación de orden fenomenológico. Al mismo tiempo, el “desplazamiento
que se ha estado experimentando en los países capitalistas dominantes y
particularmente en los Estados Unidos desde comienzos de la década de 1970” (Hardt y Negri 2005, 308), en
palabras de los autores de Imperio, es retomado por Brea con un sentido
similar generando sutiles ambivalencias entre ambos términos: uno es tomado de
la genética (mutación) y el otro de la física o la geología (desplazamiento de
placas). En ambos casos se trata de procesos de alteración cuyas causas son
ajenas a la voluntad humana.
Partiendo del método de análisis
marxista y posteriores lugares de enunciación, como la filosofía de Benjamin ya
referida o el posestructuralismo francés, Brea (2007) elabora un denso entramado
discursivo acerca de la complejidad y las novedades tecnológicas que marcarán
el acontecer del nuevo milenio. A gran escala, toda la transformación en su
discurso tiene lugar, como señalamos anteriormente, en el traspaso de lo ROM
hacia lo RAM:
Si se cumple una verdadera mutación
en la forma que para nosotros adopta esa función antropológica que llamamos cultura,
ello es únicamente posible porque no es sólo la arquitectura del dispositivo-memoria
(en que ella ejecuta su «argucia teológica») la que adquiere una forma nueva:
también lo hace el entramado que regula y administra el orden social de sus
intercambios, su economía (p. 24).
La novedad que atañe a la
digitalización de los procesos de producción globalizados lleva implícita para
Brea, aparte de la cultura RAM, otro modo de la economía, también RAM. Antes de
proseguir, debemos señalar que el
término exacto que emplea para registrar los cambios técnicos a la hora de
definir la mutación de la economía es “informatización de los procesos de
producción” (Brea 2007, 50), al igual que Negri y Hardt. Aquí hemos preferido denominarlo “digitalización”,
procurando una mayor proximidad al presente, aunque siga manteniéndose la
esencia del “todo es producción” (Deleuze y Guattari 1974, 13) que nos parece
la denotación más próxima a los procesos de producción capitalistas. Esta novedad en la esfera cultural y económica
también había sido detectada y teorizada con anterioridad a Brea por Hardt y Negri (2005): “El paso de
una economía informática necesariamente implica un cambio en la calidad y la
naturaleza del trabajo” (p. 312). Por lo que a
ello se refiere, el término “capitalismo cultural electrónico” acuñado por Brea
para señalar esta modificación de la economía problematiza con la ruptura
inherente que presupone la esencia de la mutación. Creemos hallar, pues, un
elemento que podríamos denominar contradictorio en el interior mismo de la
enunciación y que procederemos a dilucidar en lo que sigue[7].
Comienza a no resultar del todo inteligible,
tras la incursión de este concepto, si la mutación en el sistema económico
produce una forma de la economía radicalmente nueva o si simplemente cambia
adaptándose a los avances tecnológicos. ¿Es una mutación dentro o del
capitalismo, o es una mutación de naturaleza ontológica y fenomenológica? Si se
produjese una mutación de forma abrupta, tal como parece sostener Brea, ¿estaría
justificado mantener el vocablo “capitalismo” para definirla? Siguiendo con el
análisis, veremos de qué manera surgen determinadas tensiones que repercuten a
la estructura general del aparato teórico desarrollado por Brea.
3. Análisis del concepto: capitalismo cultural
electrónico
Para realizar una aproximación al
concepto debemos tener en cuenta primeramente la definición literal de
capitalismo cultural electrónico como “fase avanzada del desarrollo del
capitalismo en la que el saber, el conocimiento, o incluso la propia esfera de
lo cultural (…) se sitúan en el centro mismo de los procesos productivos, generadores
de riqueza” (Brea 2007, 52). Con este guiño al teórico del posmodernismo
Fredric Jameson y al operaísmo y postoperaísmo
italianos, Brea no consigue despejar las dudas que hasta ahora nos asaltaron. A
lo largo de los sucesivos treinta puntos dedicados al capitalismo cultural
electrónico en cultura_RAM subyace un
método recurrente de binarización mediante la
oposición de contrarios: economías de comercio y mercancía (objetos), economías
de distribución (información); producción de objetos-mercancía, producción de conocimiento;
comercio de objeto, distribución inmaterial; consumo pasivo, consumo cognitivo;
memoria de archivo, memoria de procesamiento; sujeto individual, sujeto
comunitario/multitud.
En definitiva, parece haber un sistema
anterior a la digitalización de los procesos de producción y otro que se
configura tras la misma “Alejado cada vez más del mercado, del escenario de los
intercambios –de objeto– (…) sobrecargados de fantasma, heridos de sobrepuja,
de valor de cambio” (Brea 2007, 58). El valor de cambio para Brea (2007) es un
valor del pasado, puesto que en las “economías de distribución (…) no hay
transmisión de objetos mercancías, sino regulación de los derechos de acceso al
conocimiento” (p. 25). Este último sistema es el que Brea denomina capitalismo cultural
electrónico y, en su argumentación y esencia, parece querer distanciarse de lo
que le antecede, del análisis que Marx realizara del capitalismo mercantil,
aunque no lo consigue plenamente. La cuestión clave de la nueva dimensión reside
en la inmaterialidad del trabajo y de los bienes producidos, en
un mundo de intercambios cooperativos,
en los que el acrecentamiento de la propiedad del otro no amenaza la propia
–sino que la refuerza– (…) un mundo en el que la ordenación de los intercambios
no se articula conforme a una estructura de comercio (de compraventa) sino
conforme a una estructura potencialmente participativa, de acceso y uso (…) un
mundo en que la reificación de las relaciones –asegurada allí donde el modo de
producción se organizaba como prefigurador de un
orden de intercambios de propiedad, migraciones de la pertenencia– podría dejar
paso a modos relacionales en que ningún fetichismo obligado vendría a consumir
la vida del producir inmaterial en una congelación precipitadamente acrisolada en
unos u otros productos, en unos u otros objetos específicos. (Brea 2007, 43)
Esta noción de trabajo inmaterial fue
extensamente desarrollada por Hardt y Negri (2005): “Puesto que la producción de servicios da por
resultado un bien no material y durable, definimos los trabajos implicados en
esta producción como trabajo inmaterial, tal como un servicio, un producto
cultural, conocimiento o comunicación” (p. 314). Siguiendo el modo operativo de
las industrias de la comunicación a través de las tecnologías digitales, el
trabajo global tiende a insertarse cada vez más en sus dinámicas de producción.
A partir de ahora, la generación de riqueza al uso supuestamente desaparece
dejando paso a la generación de conocimiento a través de los formatos digitales
y la singularidad de Internet, que culmina con la consiguiente aparición de la
propiedad intelectual “sin que en ninguno de esos puntos se produzca
intercambio lucrativo alguno” (Brea 2007, 46).
Entrarían así en acción las “economías
colaborativas” caracterizadas cual “rizomas de intercambio cooperativo” (Brea
2007, 47), y el saber estaría situado como centro de los procesos digitalizados
de producción. De esta manera, finalmente, al antiguo capitalismo mercantil le
sucede un capitalismo cultural, de lo cual Brea (2007) deduce que la
forma-mercancía del mundo deja paso a una forma del mundo estetizada. Queda de
manifiesto en la conclusión de la obra que analizamos el convencimiento acerca
de la nueva forma de la economía, su utopía milenarista en constante tensión
con la imposibilidad de imaginar un más allá del capitalismo y cómo para llegar
a ello ha sido necesario que la economía en sí misma se convirtiese en
inmaterial:
[que] haya pasado a pivotar sobre la
circulación de bienes infradelgados, intangibles, no
referidos a nada relacionado con la materialización en mercancías-fetiche, sino
básicamente orientados a la gestión de la vida psíquica, a la construcción de
las formas de la experiencia: a la producción en última instancia de todo lo que
concierne al espíritu, a lo mental. (Brea 2007, 239-240)
¿Abandonamos con la digitalización de
los procesos de producción, como trata de decirnos Brea, el mercado y el
comercio? ¿Existe una disolución de las mercancías-fetiche en una economía
orientada hacia lo cognitivo? Esta lectura de apariencia neomarxista
acerca de la forma del mundo en el capitalismo cultural electrónico le conduce
a una conceptualización tal vez precipitada, mediante la cual sustituye la
forma-mercancía del mundo por la forma-estetizada de este. Sobre la
espectacularización de la vida a manos de las industrias del entretenimiento y
la síntesis entre economía global, telecomunicaciones y tecnología reside el
análisis de Brea. Guy Debord (1977) y su obra La
sociedad del espectáculo aportan un sustento teórico significativo hacia la
deriva estética del mundo que propiciarán, según hemos ido viendo, las
economías de distribución. Pero ¿se pierde efectivamente en el capitalismo
cultural electrónico la forma-mundo de la mercancía?
Quizá, en este momento, llegamos a entrever
que el pronóstico de Brea se halla condicionado por la inmediatez del devenir
digital del mundo y la escasa toma de distancia, impuesta por el carácter
precoz de su trabajo. El punto de enunciación de Brea no dista demasiado del de
Hardt y Negri, aunque haya
llegado a él por caminos paralelos y trate de incorporar una mayor radicalidad
a sus presupuestos sobre el medio digital. Con una mirada cauta, pero sin
denostar criticidad, avistamos que los postulados del autor denotan una estructura
discursiva de corte mesiánico-benjaminiano, siguiendo
las Tesis de filosofía de la historia, muy personal en la formulación y,
al mismo tiempo, en el punto de enunciación hacia el porvenir.
Sin embargo, más de una década después,
podemos decir que lo fetichizado-mercantil no desapareció tan fácilmente en
simple favor de lo espectacularizante-estetizado, de
la condición inmaterial del trabajo y sus productos en el interior mismo del
capitalismo. Es más, la forma-mercancía mantiene su esencia, nada más que
adaptándose a la digitalización de los procesos de producción. Afín a su
opacidad sistémica, en el seno del capitalismo mercantil, el fantasma marxista
de la mercancía sobrevive porque el capital lo necesita. Gracias a la
mistificación espectral resulta posible expandir el ámbito de dominación sobre
la vida. Y nadie duda, creemos, de la presencia del mercado en nuestras
sociedades ya impregnadas, imbuidas por sus lógicas hasta extremos
insospechados tras los avances de la digitalización.
Los argumentos de Brea sobre el desplazamiento
hacia una forma-estetizada del mundo responden a cierto deslumbramiento ante la
colonización tecnológica del sistema y del imaginario colectivo, y le llevan a considerar
una mutación de naturaleza utópica que no pasa por la superación del capitalismo.
Estos argumentos omiten las dos fundamentaciones del carácter místico de la
mercancía que hacen referencia al trabajo como forma social: el gasto humano y
la duración de ese gasto. Tal como Marx (1973) concibe “el carácter fetichista
de la mercancía y su secreto” (p. 114) en El capital, estas dos
funciones determinan el valor final del producto del trabajo en el capitalismo:
La medida del gasto de la fuerza humana
de trabajo, dada por su duración, reviste la forma de magnitud de valor de los
productos del trabajo y (…) las relaciones entre los productores (…) adquieren
la forma de una relación social entre los propios productos de su trabajo (pp.
115-116).
Hablar de y sobre capitalismo –en el
fondo es lo que hace Brea en el texto que nos ocupa–, ya sea fordista, postfordista, cognitivo o cultural electrónico, sigue sin
alejarnos demasiado de lo que Marx teorizara para este sistema. Con su profundo
desglosamiento de la naturaleza intrínseca a la mercancía, desde los valores de
uso y cambio hasta la fetichización de su forma, Marx (1973) contempla, en
primer lugar, que las actividades productivas son “funciones del organismo
humano, y que cada una de esas funciones, sea cual fuere su contenido y su
forma, son esencialmente gasto de cerebro, nervios, órganos sensoriales, etc.,
humanos” (p. 115). En segundo lugar, el valor que se otorga a las mercancías
siguiendo este razonamiento proviene de la duración de ese gasto, del tiempo de
trabajo: “son expresiones cosificadas del trabajo humano invertido en su producción”
(119). De estas dos nociones fundamentales para la consecución de la forma-mercancía
de los productos del trabajo, el trabajo inmaterial puede quedar efectivamente
recogido como gasto de cerebro, según lo aclarado por Marx.
Ahora bien, las adaptaciones a los
procesos de producción digitalizados trajeron consigo cambios y
transformaciones que Brea atisbó en el ámbito de la teorización
cultural-económica y en el de la construcción de las subjetividades. En la
actualidad, vemos de qué manera la duración del gasto de trabajo no
necesariamente se corresponde con el valor del producto final. Los “sujetos de
conocimiento” (p. 13) de los cuales Brea (2007) daba cuenta se han convertido
en hegemónicos, el trabajo ha permeabilizado lugares inimaginables gracias al
continuo refinamiento de las tecnologías de la comunicación y a la recepción
simultánea y colectiva –sublimación de los sistemas de control–, y cuando
miramos alrededor, la penetración en lo real no ha dejado de acentuarse. El
complejo entramado de las relaciones de poder que se plantea en este escenario
global deviene en un mercado mundial, por encima de los estados-nación, como
apuntan Hardt y Negri (2005):
La transformación de la moderna
geografía imperialista del globo y la instauración del mercado mundial señalan
una transición dentro del modo capitalista de producción (…) En la posmodernización de la economía global (…) lo económico, lo
político y lo cultural se superponen e invierten recíprocamente (p. 15).
Ambos autores elaboran una sólida
construcción teórica sobre el concepto de imperio que se centra en la
importancia de los procesos de producción a un nivel globalizado. A través de
la biopolítica foucaultiana establecen como punto de partida
la transición desde la sociedad disciplinaria a otro tipo de sociedad, más
libre en apariencia, pero en absoluto en su trasfondo verdadero.
La sociedad de
control (…) debería entenderse como aquella sociedad (que se desarrolla en el
borde último de la modernidad y se extiende a la era posmoderna) en la cual los
mecanismos de dominio se vuelven aún más “democráticos”, aún más inmanentes al
campo social, y se distribuyen completamente por los cerebros y los cuerpos de
los ciudadanos, de modo tal que los sujetos mismos interiorizan cada vez más
las conductas de integración y exclusión social adecuadas para este dominio. El
poder se ejerce ahora a través de maquinarias que organizan directamente los
cerebros (en los sistemas de comunicación, las redes de información, etcétera) y
los cuerpos (en los sistemas de asistencia social, las actividades controladas,
etcétera) con el propósito de llevarlos hacia un estado autónomo de alienación,
de enajenación del sentido de la vida y del deseo de creatividad. (Hardt y Negri 2005, 44)
De esta suerte hacia un desenlace
concluyente, “el imperio presenta su orden como permanente, eterno y necesario
(…) cuando el poder llega a ser completamente biopolítico, la maquinaria del
poder invade el conjunto del cuerpo social que se desarrolla en su virtualidad”
(Hardt y Negri 2005, 31 y
45). Cuerpo y mente claudican al entramado de un poder que, rebasando las
fronteras del sujeto y sirviéndose de los avances tecnológicos, conforma los
nuevos regímenes de construcción de las subjetividades bajo el paraguas de un
fantasma comunitario precarizado, depotenciado. La
democratización del medio revierte negativamente cuando se pone al servicio de
los mecanismos de control sobre la sociedad. Si Hardt
y Negri profundizan sobre esta configuración del
sistema capitalista, en el caso de Brea los potenciales del avance tecnológico
eclipsan en buena medida una crítica sustancial acerca de estas inéditas condiciones
de producción del cuerpo, la subjetividad y las mercancías que venimos
señalando.
Transcurridos quince años después de la
formulación, por parte de Brea (2004), de El tercer umbral y atendiendo a lo
expuesto con anterioridad, resuenen estas preguntas en el por-venir donde,
desde hace tiempo, venimos alojándonos: ¿podríamos decir que ya hemos superado
ese umbral al que Brea aludía llegando de pleno al tercer estadio?; o, por el
contrario, ¿nos condena la digitalización de los procesos de producción y su
consiguiente modelo socio-económico a perpetuarnos indefinidamente en el
umbral? Ofrecer esta relectura desde una perspectiva teórico-crítica y
contextualizada nos parece de lo más significativo para establecer un diálogo
pertinente a través del pensamiento que Brea compuso para un presente espectral
del cual, por esterilidad, imposibilidad, (¿debería decir impotencia?), no
imaginamos escapar.
5. Conclusión
Lo más significativo de los textos del
autor es que posibilitan ahondar en cuestiones de estricta contemporaneidad y
relevancia para el análisis del sistema y del devenir de las producciones socioculturales.
Hay que resaltar, al mismo tiempo, la iniciativa de Brea a la hora de acuñar
términos y la capacidad de profundización en los conceptos. Sin embargo, su
dialéctica que elude en lo posible referencias y toma del último Benjamin el
vértigo de la precipitación histórica y cierto oscurantismo terminológico, al
igual que de Deleuze y Guattari el carácter rizomático en la argumentación
dificulta el acercamiento y requiriere de un análisis pormenorizado de cada
texto. Pese a las complicaciones iniciales de su corpus teórico-crítico,
lo que finalmente favorecen estos análisis es una mayor profundización en
diferentes teorías acerca del capitalismo. El concepto de “umbral” acuñado por
Brea nos parece, sin lugar a duda, una metáfora idónea para enmarcar la (no)temporalidad
consustancial al mundo-Internet, a su incierta materialidad.
En un intento por conectar con los
fundamentos teóricos de Brea, acudir a una parte de los presupuestos de Marx se
reveló esencial para la materia. La primera conclusión que podemos extraer
acerca del conjunto teórico del capitalismo cultural electrónico es el intento
fallido de proponer un pensamiento radical para ir más allá del sistema, para
superarlo en cierta medida, pero sin llegar a salirse de él, sin dejarlo atrás,
sin abandonarlo definitivamente. Brea teoriza sobre el capitalismo desde el
capitalismo mismo, pero las lógicas de lo espectacularizante-estetizado
le alejan de lo fetichizado-mercantil que impera en los dominios del capital.
Propone en sus tesis un porvenir próximo a la utopía milenarista, o al menos en
su enunciación interpela a ese porvenir, pero no llega a él por las
contradicciones implícitas que adolecen de un apego ineludible hacia la propia
forma del sistema.
En esa misma línea, la importancia que
concede a la inmaterialidad del producto del trabajo cognitivo ocupa una
posición central en su teoría. También sucede lo mismo con la de Toni Negri y Michael Hardt, cuyas
formulaciones se aproximan de forma paralela, llegando a posiciones similares
con la excepción de una mayor radicalidad de pensamiento en los planteamientos
acerca de las esperanzas tecnológicas de Brea. Esta concepción de lo inmaterial
no genera en sí misma problemática alguna; pero, en el caso que abordamos, en el
momento de mayor énfasis, mayor contundencia visionaria, a la hora de formular
la muerte de la mercancía en el capitalismo cultural electrónico, surgen una
serie de contradicciones difícilmente salvables que señalamos en nuestro
análisis. Si lo que Brea denomina economía en red o economía de distribución
implica la pérdida de la mercancía, del producto del trabajo social cosificado,
del fetiche mismo, entonces es que nos hallamos fuera del régimen capitalista
tal como Marx lo concibe en su crítica de la economía política.
Llegados a este punto, las fricciones
inherentes a tal conclusión conducen a otra forma-mercancía necesaria para el capitalismo
cultural electrónico porque, hoy por hoy, ya no cabe ninguna duda de la
penetración en la esencia misma del capitalismo. Esta forma-mercancía son los
datos y su fetichización es más perfecta en la medida que la esfera
digitalizada de los procesos de producción permite una mistificación inmaculada
por su naturaleza espectral. Por ello, debido a la digitalización de los
procesos de producción y al fetiche inmaterial de los datos en la era del
mundo-Internet, preferimos renombrar la economía de distribución o economía en
red como economía de datos.
La teoría-crítica en la obra de José
Luis Brea y sus implicaciones periféricas suponen un campo de estudio repleto
de potencialidades que no debemos descuidar. Después de acotar y exponer el
objeto de la presente investigación, reafirmamos la estrecha vinculación que
existe entre el sistema de poder, los mecanismos de control y las prácticas
culturales en un mundo que, por ahora, no podemos dejar de habitar. Quizá, y siguiendo
en parte la estela de Brea, la reflexión teórico-crítica ayude a generar agenciamientos
e imaginarios conjuntos donde nadie tenga que quedarse al margen; donde la
vida, aún, sea posible.
Referencias Bibliográficas
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P. (2014) Grado cero: Un poco de orden en la escena. Carta, 5, pp. 25-27.
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su reproductibilidad técnica. Ciudad de México: Ítaca.
Brea, J. L. (2004) El tercer umbral. Estatuto de las
prácticas artísticas en la era del capitalismo cultural. Cendeac.
________ (2007) cultura_RAM. Mutaciones de la cultura en
la era de su distribución electrónica. Gedisa.
Broncano, F. (2014) A
propósito de José Luis Brea: del archivo a la RAM. Caracteres. Estudios
culturales y críticos de la esfera digital, 3, pp. 273-289.
Buck-Morss, S. (1995) Dialéctica de la mirada. Walter
Benjamin y el proyecto de los Pasajes. Visor.
Debord, G. (1977) La
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Capitalismo y esquizofrenia (2ª edición). Barral.
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Groys, B. (2016) Arte en flujo. Ensayos
sobre la evanescencia del presente. Caja Negra.
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capital 1. Corregidor.
Montesinos, A., Navarro, M. y Olmo, S.
(2017) [Ex]posicións críticas. Discursos críticos
na arte española, 1975-1995. Santiago de Compostela: Consellería
de Cultura e Deporte, CGAC [cat. exp.].
VV.AA. (1999) Readme!
Filtred by Nettime: ASCII Culture and the Revenge of
Knowledge. Brooklyn: Autonomedia.
BIO
[1] Este periodo dentro del arte español y
la presencia crítica y teórica de Brea en el mismo quedan brevemente reseñados
en Aguirre, P. (2014). Grado cero: Un poco de orden en la escena. Carta, 5,
pp. 25-27.
[2] Sobre la escena artística española de los noventa y la
actividad crítico-curatorial de J. L. Brea véase la publicación de Montesinos, A., Navarro, M. y Olmo, S. (2017).
[Ex]posicións críticas. Discursos críticos na arte
española, 1975-1995. Santiago de Compostela: Conselleria de Cultura e Deporte, CGAC [cat. exp.].
[3] Véase Groys. (2016).
[4] Acerca del término “cultura RAM”, acuñado por Brea, y su relación con las transformaciones
digitales, el archivo y la recuperación de la memoria-documento véase Broncano, F. (2014). A
propósito de José Luis Brea: del archivo a la RAM. Caracteres.
Estudios culturales y críticos de la esfera digital, 3,
pp. 273-289.
[5] www.nettime.org
[6] En www.aleph-arts.org, iniciativa del propio Brea, del artista Ricardo Echevarría
y del programador José Luis Fernández, en 1997, confluían
net art y net critique. Hoy, paradójicamente, Aleph-arts
sobrevive en formato impreso, encuadernada y archivada en la biblioteca y
centro de documentación del MNCARS, habiendo sido desactivado su servidor web,
así como su contenido.
[7] Es
reseñable la iniciativa de Brea al acuñar el término. No obstante, las nociones “inmaterial”
y “cognitivo” que permanentemente afloran en sus argumentaciones fueron
generalizadas por la escuela italiana de Maurizio Lazzarato, Toni Negri, Franco
Berardo “Bifo”, Paolo Virno y Andrea Fumagalli. La referencia a Bioeconomía y
capitalismo cognitivo. Hacia un nuevo paradigma de acumulación (2007),
de este último, debe tenerse en cuenta como publicación paralela, en el mismo
año –y traducida al español en 2010–, a cultura_RAM (2007) de José Luis Brea.