las medidas de la casa
de goya y sus pinturas negras en su entorno original
the measurement goya´s house and his black
paintings in their original environment
Carlos Foradada Baldellou[1]
Universidad
de Zaragoza
Carlos Narbaiza
Dorado
Universidad
de Zaragoza
José Javier Luis Tello
Universidad
de Zaragoza
Alfonso Burgos
Risco
Universidad
de Zaragoza
http://zenodo.org/10.5281/zenodo.7644660
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Recibido: (14 11 2021)
Aceptado: (30 11 2021)
Publicado (22 12 2021)
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Cómo citar este
artículo
Foradada Baldellou, C., Narbaiza
Dorado, C., Luis Tello, J. J., Burgos Risco, A. (2021). Las medidas de la casa
de Goya y sus Pinturas negras en su entorno original.
ASRI. Arte y
Sociedad. Revista en Arte y Humanidades digitales. (20). 52-81.
Recuperado
a partir de https://revistaasri.com/article/view/4736
Resumen
Esta investigación aborda las estancias
originales de la casa de Goya donde realizó las Pinturas Negras, a partir de
las fuentes documentales disponibles, para esclarecer el entorno original donde
fueron creadas.
Palabras clave
La casa de las Pinturas Negras
Abstract
This research addresses the original rooms of Goya's
house where he made the Black
Paintings, based on the available documentary sources,
to clarify the original environment where they were created.
Keywords
The Black Paintings
house
Introducción
Recordemos que Francisco de Goya
elaboró las Pinturas negras sobre los muros de su propia casa, denominada la
Quinta del Sordo, entre el mes de febrero de 1819, cuando adquiere la propiedad
del inmueble, y junio de 1824, coincidiendo con un decreto de amnistía al que
se acogió para abandonar España e instalarse definitivamente en Burdeos hasta
su fallecimiento en 1828. En trabajos científicos publicados con anterioridad
al actual se ha acreditado que cuando Goya se alojó en la Quinta del Sordo a
principios de 1819 sus paredes ya albergaban una serie de pinturas murales que
representaban espacios abiertos, muy habituales en las fincas de recreo y
descanso de este periodo (Glendinning, 1975, 1992,
1986, 2004) (Foradada, 2010). El edificio de la Quina
lo había construido Anselmo Montañés tras la compra de las tierras el 8 de noviembre
de 1795.[2]
Cuando falleció Anselmo Montañés, en la primavera de 1803, su viuda vendió la
Quinta a Pedro Marcelino Blanco, y éste a Francisco de Goya en 1819. En ese
momento, el pintor decidió ampliar la casa añadiendo en la parte derecha del
edificio un módulo para la escalera que comunicaba la planta baja y el primer
piso (Foradada 2019a y 2019b), así como las
caballerizas y los alojamientos para el personal del servicio y de los hortelanos
que cuidaban las tierras, que se extendían algo más de cinco hectáreas
alrededor de la casa.
Goya
decidió intervenir sobre estos murales iniciales, elaborados con temple
(Garrido 1984), para componer las Pinturas negras con una técnica mixta diferente,
constituida fundamentalmente por óleo y aglutinante proteico: yema de huevo (Foradada 2010, 327). Posteriormente estas obras fueron
sometidas a un largo proceso de restauraciones, una vez extraídas de los muros
y reportadas en lienzo, por orden del propietario del inmueble en 1874, el
barón Fréderic Émile d´Erlanger. El proceso,
infructuoso, de su traslado y restauración posterior se ha analizado en las
siguientes investigaciones de referencia (Glendinning
1975; Garrido 1984; Foradada 2010). Finalmente, el
barón d’Erlanger donó las Pinturas negras al Estado
español en 1881, y por real orden pasaron a formar parte de las colecciones del
Museo Nacional del Prado, donde actualmente se conservan.
Con respecto a las medidas del edificio
(demolido en 1909) y la ubicación precisa de las pinturas en los muros de la
casa que aportamos en el actual estudio, es preciso tener en cuenta que no han
llegado hasta nosotros planos o escrituras notariales que indiquen cómo se
situaban las pinturas y su ambiente, más allá de algunos testimonios que
veremos a continuación y de las fotografías que tomó Jean Laurent, en la misma
Quinta del Sordo, antes de su arranque en 1874. Pero dichas fotografías que
tomamos como referencia para la reconstrucción de las pinturas y de las paredes
de la casa, únicamente ofrecen primeros planos de las obras y de muy escasa
definición, debido a las condiciones en las que fueron capturadas y al deterioro
de estas placas fotográficas (figura 1).
En consecuencia, la re-presentación de
las Pinturas negras en su entorno original nos proporcionará un conocimiento
añadido considerable sobre estas pinturas. Pensemos que la creación de
cualquier obra, o incluso de cualquier discurso, siempre viene condicionado por
el contexto en el que se ejecuta o para el que se destina, y que este caso no
es una excepción. Por este motivo, un objetivo fundamental que engloba el resto
de los objetivos es recrear la experiencia que pudieron obtener los visitantes
de la casa de Goya cuando las Pinturas negras poblaban sus paredes. Para
facilitar este conocimiento debemos reproducir las medidas exactas de las salas
y la ubicación de los murales, a las que se debe añadir la simulación de la luz
natural que entraba por los vanos de las puertas y las ventanas de las
habitaciones que alojaban las obras. Con todo ello, y teniendo en cuenta los
anteriores estudios realizados sobre esta materia, aportamos una
“aproximación”, en términos científicos, al espacio real que albergó las
Pinturas negras, para la que hemos aplicado la siguiente metodología.
Figuras 1 y 2.
Arriba: F. Goya, El aquelarre.1819-1824. Fotografía de J. Laurent. 1874.
Instituto del Patrimonio Cultural de España. Ministerio de Cultura y Deporte. Abajo: Carlos Foradada.
Fotografía enlazada con niveles de luz ajustados y la reparación de las
molduras y
el papel originales según la fotografía de J.
Laurent.
Metodología
y proceso
Es importante destacar que tanto los planos y
sus medidas, como todos los detalles de los interiores de la Quinta del Sordo
que veremos en los siguientes contenidos, se han realizado en función de un
escrupuloso estudio de las fuentes historiográficas a las que haremos
referencia. La documentación visual que ofrecemos incluye tanto el aspecto
original, como las medidas exactas de cada elemento y su ubicación precisa en
el edificio de la Quinta de Goya. Veremos también algunos muebles que figuran
en las escrituras notariales (no fotografiados por Laurent), que se publican
por primera vez en este trabajo de investigación. En este sentido, la
definición, en términos científicos, de cada uno de los elementos que
constituyen las Pinturas negras y su entorno original ha requerido la
aplicación de metodologías diferentes en función de su naturaleza concreta:
1. Recuperación de las pinturas originales en las fotografías de
Laurent
Hay un requisito previo a los objetivos de
este trabajo: recuperar el claroscuro y las cualidades originales de las
pinturas, una vez normalizados o equilibrados los gradientes de sobreexposición
y subexposición que resultan de las tomas fotográficas de Laurent llevadas a
cabo con luz artificial aplicada de manera muy irregular. Hay que tener en
cuenta que Laurent proyectó, por primera vez en España, la luz eléctrica en las
tomas de interiores.[3]
Además, en anteriores trabajos (Glendinning 1975,
465-479), (Foradada 2010, 320-339) se pudieron
comprobar variables, en ocasiones considerables, entre las pinturas originales,
tal y como se encontraban en la Quinta del Sordo cuando Laurent tomó sus
fotografías, y el estado actual de las pinturas, una vez transportadas al
lienzo y retocadas ampliamente por su restaurador. Por esta razón, debemos recuperar
sus cualidades originales, como requisito previo a la representación de las
obras en su entorno. Por otro lado, estas fotografías, pese a que muestran las
pinturas originales, no ofrecen, en modo alguno, la iluminación natural con la
que fueron elaboradas y percibidas en su momento. La recuperación de su
disposición original, así como las variables para su lectura y experiencia que
resultan de la recreación del ambiente, que sin duda determinó su elaboración, son
fundamentales para un conocimiento más avanzado de esta serie de murales.
Veamos, como ejemplo, el caso de El aquelarre
(figura 1). Debido a su extraordinaria longitud: 625 cm con las molduras,
Laurent realizó dos tomas, pero iluminadas con la misma irregularidad. En las
fotografías se aprecian claramente los efectos de la sobreexposición de los
focos de luz que aplicó, así como los gradientes de oscuridad, en las zonas no
iluminadas, que empastan los tonos eliminando, en ambos casos, la definición de
los contenidos. También hay que tener en cuenta que, en el procedimiento
científico aplicado en la captura digital o escaneado de las placas, por parte
del Ministerio de Cultura en 2009, se evitaron tanto las luces como las sombras
extremas con el objeto de respetar el mayor rango de grises posible. En el
ajuste posterior, en consecuencia, se deben recuperar dichas luces y sombras,
pero sin alterar los citados gradientes de gris. Para lograr este objetivo
previo en las catorce pinturas de la serie, que mostramos en este pequeño
ejemplo, se han aplicado protocolos avanzados de ajustes, no retoques
invasivos, es decir, respetando los contenidos originales, llevados a cabo
sobre los archivos digitales. Una vez recuperado el aspecto original de las
pinturas con una iluminación estándar, es decir, estable en toda la superficie
de las obras, y conseguido un amplio rango de grises (de tonos medios) que se
aproximan, con la mayor riqueza posible, tanto a la luz como a la sombra
extremas sin alcanzar por completo estos valores, estamos en condiciones de
abordar los siguientes objetivos.[4]
2. Revisión y corrección de los parámetros aplicados en el cálculo de
las medidas del edificio y las Pinturas negras.
Con respecto a los parámetros disponibles
para la medición de la Quinta del Sordo y de las Pinturas negras en su
emplazamiento original, es preciso considerar que tanto la escala aplicada en
el Plano parcelario de Madrid de Carlos Ibáñez, editado por el Instituto
Geográfico y Nacional entre 1872 y 1874 (escala 1: 2000) donde figura la Quinta
del Sordo tras las reformas realizadas por el hijo del pintor,[5]
como la regla de un metro adosada por Laurent junto a las Pinturas negras
en sus fotografías, fueron elaboradas “a mano alzada”. Este aspecto, entre
otros no considerados anteriormente, conlleva horquillas de error que ahora,
con los actuales programas informáticos, estamos en condiciones de identificar
y corregir. Con respecto a la regla adosada por Laurent, hay que tener en
cuenta, como vemos en el siguiente detalle (figura 4), no solo que las marcas
de los centímetros fueron pintadas con algunas imprecisiones, sino especialmente
la bisagra que articulaba la regla por su ecuador
y las dimensiones de ambos tramos de la regla. Hemos comprobado en las
fotografías de todas las pinturas que el ensanchamiento producido por dicha
articulación (1,3 milímetros), sumado a la mayor dimensión del tramo derecho de
la regla (2 milímetros) implican 3,3 milímetros
de error en la medida que deben restarse cuando utilizamos este parámetro de
referencia para medir las obras.
Figura 3. F.
Goya, El perro.1819-1824. Fotografía de J. Laurent. 1874. IPCE. MCD.[6]
Figura 4.
F. Goya, El perro. 1819-1824. Fotografía de J. Laurent. 1874. IPCE. MCD.
Detalle de la regla adosada al cuadro y
reglas reproducidas con la corrección de 3,3 milímetros de la medida, añadidas
en tono azul en la parte superior, con los segmentos verdes de ambas cotas.
Detalle ampliado de la bisagra en la parte inferior de la imagen.
También es importante considerar que durante
este periodo los parámetros de medida que figuran en todas las escrituras son
los pies, en ocasiones complementados con pulgadas cuando se trata de pequeños
formatos como los cuadros; no los centímetros utilizados en las investigaciones
anteriores, tal y como revela por ejemplo el informe de los arquitectos sobre
la longitud de la Quinta llevado a cabo en 1854 que citaremos más adelante[7] o
las escrituras notariales que describen las medidas de los cuadros de Goya
durante este periodo.[8] Este
aspecto ha sido fundamental para definir las medidas del edificio, de las
pinturas y finalmente del zócalo que separaba las pinturas y el papel pintado
de las paredes del suelo.
3. La altura de las salas y la ubicación de las Pinturas negras
en ellas
Con respecto a la altura exacta que tenían
las dos salas donde se hallaban las Pinturas negras, ninguno de los
testimonios recogidos en las fuentes historiográficas hace mención, en términos
objetivos, a su altura. Sin embargo, en una de las fotografías tomadas por
Laurent: La romería de San Isidro, hallamos el final del tramo del papel
pintado que se disponía bajo las pinturas de la planta baja. Como se observa en
la siguiente imagen (figura 5), en la parte inferior de la fotografía, las
fluctuaciones responden a la definición de contenidos únicamente en aquellos
lugares cubiertos por la emulsión fotográfica, que se aplicaba con brocha; de
ahí los tramos negros no cubiertos, al igual que en las rayas (oscuras)
aplicadas alrededor del cuadro para delimitar la zona revelable eliminando
dicha emulsión. Con todo, vemos claramente, en esta excepción, el límite
inferior del papel pintado, que queda enmarcado por una moldura similar, no
exacta, a la que enmarca el cuadro y con la misma banda negra insertada, que
divide en dos la misma moldura. El extremo inferior de la fotografía queda
desdibujado por la misma emulsión. Este detalle es importante porque nos indica
la distancia exacta que había entre los cuadros y la moldura inferior del
zócalo que descansaba finalmente en el suelo, ya fuera del plano en las
fotografías de Laurent.
Figura 5.
F. Goya, La romería de San Isidro. Fotografía de J. Laurent. 1874. IPCE. MCD.
Con respecto a la distancia que separaba los
murales de la planta baja del techo, hemos podido comprobar en la fotografía de
La Leocadia tomada por Laurent en la Quinta del Sordo, cuya pintura
comparte exactamente la misma disposición y altura que el resto de las obras
del comedor, revela en el extremo superior de la fotografía la presencia de lo
que, a nuestro juicio, es el papel pintado, en este caso blanco, con el que se cubrió
el techo de esta sala (figura 6)
Este hallazgo, no considerado en anteriores
estudios, confirma la presencia del techo de la sala en ese lugar, donde el
papel revela incluso una rotura que fue nuevamente adherida, tal y como se
aprecia en el detalle. Esta evidencia implica una nueva aproximación que nos
permite ajustar con seguridad la altura exacta de estos murales en la casa de
Goya con respecto a la mostrada en anteriores trabajos. En consecuencia, los
murales con sus molduras se ubicaban muy próximos al techo, considerando el
pequeño tramo de pared vertical que separa la moldura del techo que, por la
irregularidad, oscila entre 5 y 10 cm, tal y como revela el tono más claro de
la pared con respecto al techo debido a la luz frontal que aplicó Laurent en
sus tomas. Todo ello nos permite interpretar que la moldura inferior que vemos
en la fotografía de La romería de San Isidro no lindaba con el suelo,
dado que en ese caso la altura de esta sala tendría aproximadamente 270 cm;
algo inverosímil en los edificios y salones de estas dimensiones, con murales
de estos formatos, en las fincas de recreo y descanso de este periodo.
Figura 6.
F. Goya. La Locadia. Fotografía de J. Laurent. 1874. IPCE. MCD.
Carlos Foradada.
Detalle del extremo superior de la fotografía con indicación del papel pintado
del techo:
1: Cambio de tono debido a la
disposición vertical de la pared y horizontal del techo con respecto a la
fuente de luz frontal. 2 y 3: Detalles del papel pintado del techo, una vez
reparado.
Por este motivo, es lógico pensar que esta
moldura inferior era solo la parte superior de un zócalo, muy habitual en
edificios y salones, ya fueran de madera o de mármol, que servían no solo para
amortiguar los impactos de las sillas y los muebles, sino también para aislar las
habitaciones de la humedad en la parte inferior de las paredes. También es
importante considerar que las medidas de los ejemplos consultados indican que
la altura estándar de los zócalos de este periodo es de 3 pies de altura, es
decir, 91,44 cm, tal y como hemos aplicado en las paredes de esta sala.[9]
Para reportar estas medidas sobre la escala
real que tenían los espacios de la Quinta fotografiados por Laurent (figura 7),
hemos clonado la misma regla adosada en el cuadro para extenderla, partiendo
del suelo bajo los 3 pies del zócalo, y de este modo colegir la altura que
tenía la planta baja de la Quinta del Sordo. La altura resultante, una vez
aplicada esta metodología, es de 11,5 pies (11 pies y 6 pulgadas): 350,5 cm, de
los que 342 cm corresponden al límite del friso con moldura de dentículos
superior y en torno a 8,5 cm al tramo de pared que separa dicho friso del
techo, como se ha visto en la figura 6.
Figura 7. F.
Goya. La romería de San Isidro. Fotografía de J. Laurent. 1874. IPCE. MCD.
Carlos Foradada.
Fotografía de Laurent sobre el interior de la misma pared reconstruida, con la
regla adosada al cuadro reproducida verticalmente para la deducción de la
altura de la pared.
Para deducir la altura en la que
estaban situadas las pinturas murales del primer piso, hemos aplicado la misma
metodología, considerando igualmente un zócalo de 3 pies que descansaba en el
suelo y la presencia de una moldura en la parte superior que linda con el techo
del primer piso, tal y como figura en las fotografías tomadas por Laurent.
4. Las molduras de la Quinta del Sordo
En el procedimiento de reconstrucción de las
molduras hemos tomado como referencia pequeños tramos en buen estado que
figuran en las fotografías que tomó Laurent, clonando dichos motivos y
aplicando filtros que limpian las texturas irregulares que resultan del
deterioro de estas placas fotográficas, siempre conservando el detalle
original. En las imágenes 8 y 9 se muestran los cinco tipos de molduras según
su ubicación y función: el friso de la parte superior (nº
1); la nº 2 en contacto con los óleos, donde mostramos
el procedimiento de alisado de las irregularidades llevado a cabo, en este
caso, a partir de un fragmento del marco de La Leocadia. En la figura 9
inferior vemos la moldura que acota el papel pintado (nº
3), la moldura que corresponde a la parte superior del mismo zócalo que está en
contacto con el suelo (nº 4) y la que enmarca los
cuadros del primer piso (nº 5).
Figuras 8 y 9. Carlos Foradada,
procesado de molduras de la Quinta del Sordo tal y como figuran en las
fotografías de J. Laurent.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que las molduras
que enmarcan los cuadros y zócalos de la Quinta del Sordo eran también de papel
pintado, adosado al que cubría las paredes, e incorporaban en ocasiones ligeros
relieves acordes con su decoración. Hemos detectado, más allá del mal estado de
las placas fotografías, que algunos detalles de las fotografías muestran el
deterioro de este papel, cuando Laurent realizó sus tomas aproximadamente 50
después de la elaboración de las Pinturas negras (figura 10).
Figura 10. J. Laurent. Fotografías de la Quinta
del Sordo. 1874. IPCE. MCD. Detalles donde se aprecia el
deterioro del papel que simulaba las molduras. A la izquierda: El aquelarre.
A la derecha: Saturno.
5. El papel pintado de las paredes
Un elemento muy importante para la
reproducción del entorno original de las Pinturas negras es el papel pintado
que cubría las paredes cuando fueron elaboradas. Pese a que puede resultar
sorprendente, Goya pudo disponer de papel pintado para decorar las paredes de
su casa, puesto que dicha decoración estaba de moda en los años veinte del
siglo XIX. De hecho, tal y como documentó Nigel Glendinning,
una de las fábricas de papel pintado instaladas en Madrid, La real fábrica de
papel pintado, cuyo propietario era Pedro Guirod de Villette (quien importaba los modelos de Francia), contó
con la protección real de Fernando VII en 1818, y acreditó igualmente que una
de las primeras fábricas de papel pintado en España se estableció en Zaragoza
en 1783 (Glendinning 1986,106; 1992, 44).
Figura 11. J.
Laurent. Fotografía de La romería de San Isidro en la Quinta del Sordo.
1874. IPCE. MCD. Papel pintado de la pared. Indicación
de la anchura del papel con segmentos blancos.
La reproducción de este papel conlleva
especiales dificultadas, dada su configuración, pero especialmente porque las
fotografías de Laurent solo muestran pequeños fragmentos muy desdibujados y
rotos, además, por el estado de estas placas fotográficas.
La metodología aplicada en la solución de
este problema se ha basado en la identificación del módulo del diseño repetido en
este papel y la relación (intersección de los motivos) de unas bandas con las
otras. Sabemos, por las citadas investigaciones llevadas a cabo por Glendinning, que este papel tenía una anchura de 48,20 cm,
estándar de aquel periodo. Esta información se observa en pequeños fragmentos
de algunas de estas fotografías, que en la planta baja simulan ramas de vid y
racimos de uvas, pámpanos y una trepadora con flores de campañilla realizados
con dibujos de contorno con líneas claras sobre el fondo. En la siguiente
imagen mostramos el módulo del diseño de este papel, una vez identificado, que
se repite, de manera seriada, en la extensión del papel pintado. Hemos
averiguado que el método utilizado en el proceso de su adhesión a las paredes alternó
la altura de las bandas adyacentes en la mitad exacta de la longitud del motivo
(48,2 cm), es decir, 24,1 cm de diferencia entre dichas
bandas de papel contiguas, tal y como presentamos en esta simulación virtual
(figura 12).
Figura 12.
Carlos Foradada. Papel pintado de la planta baja de
la Quinta del Sordo. Reconstrucción virtual, una vez averiguado el módulo del
diseño que se repite y el diferencial en la altura
de las bandas contiguas.
Por su parte, el papel del primer piso tenía
motivos geométricos del estilo diapré donde
se alternan flores abstractas y cruces. Su reproducción no ha ofrecido
especiales dificultades, puesto que tanto el diseño como la disposición de las
bandas del papel era simétrico. En el siguiente fragmento del papel (figura 13),
situado en la fotografía bajo el óleo de Duelo a garrotazos, podemos ver
su anchura exacta (48,20 cm), una vez reportada la regla adosada al cuadro, con
la misa escala, sobre este fragmento. La anchura de ambos papeles, tanto en la
plana baja como en el primer piso, era la misma.
Figura 13. J.
Laurent. Fotografía de Duelo
a garrotazos en la Quinta del Sordo. 1874. IPCE. MCD. Detalle del papel
pintado. Indicación de la anchura del papel con segmentos blancos.
Ahora
bien, pese a las evidencias de las fuentes documentales que aportó por Glendinning, generalmente se da por hecho, sin explicar los
motivos, que el papel pintado de las paredes y de las molduras que observamos
en las fotografías tomadas por Laurent en la Quinta del Sordo, lo incorporaron posteriormente
el hijo del pintor o su nieto; véase (Teixidor y Laguna 2019, 411).
Figura 14. F.
Goya, El perro. (1819-1824). Fotografía de, J. Laurent. 1874. IPCE. MCD.
Detalle de la pintura con pequeños segmentos verdes añadidos que señalan los
lugares de la moldura invadidos por las pinceladas con las que se elaboraron
las Pinturas negras.
Esta
evidencia que aportamos (figura 14) nos lleva a considerar que cuando Goya
elaboró las Pinturas negras al óleo, sobre los anteriores murales
subyacentes elaborados al temple que se hallaban en la Quinta, dichos murales
anteriores y, por extensión, el resto del papel pintado que cubría las paredes
y las molduras señaladas, ya estaban enmarcando los murales de la casa cuando
Goya realizó estas obras. El pintor aplicó un procedimiento de ejecución de
gran destreza sobre una base con texturas que aprovechó de manera muy
expresiva, y con brochas, en ocasiones de espacial anchura, tal y como podemos
comprobar en la huella limpia dejada en la parte inferior derecha del cuadro en
este detalle, que dieron lugar a la invasión de las molduras que ya enmarcaban
los cuadros.
6. Los muebles
Sobre los muebles que pudieron acompañar a
las pinturas, no tenemos ninguna constancia documental del periodo de su
elaboración. Sin embargo, se nombran posteriormente en las escrituras de 1857
con motivo del alquiler de la Quinta llevado a cabo por Mariano Goya (nieto del
pintor), una vez fallecido su padre en 1854. En este documento se describen los
muebles de la Quinta del Sordo, tal y como se encontraba en 1857. En los
correspondientes a la antigua vivienda, que todavía albergaba las Pinturas
negras, se hace mención textualmente a “doce sillas de badana negra en buen
uso” y “una mesa de comer para veinte cubiertos de caoba maciza, con tablas
para añadir.”[10]
También sabemos que el hijo y el nieto del pintor conservaron con respeto la
antigua casa tal y como la había dejado Goya (Glendinning
1986, 105). Por este motivo, la enorme mesa de caoba maciza, así como las
sillas con piel negra, obedecen, con toda probabilidad, al mobiliario original
del periodo del pintor.
Figura 14. Carlos Foradada.
En la imagen se muestran capturas de pantalla del proceso de elaboración de los
citados muebles.
Para la configuración de esta mesa (figura
14), hemos considerado su longitud en función de las medidas habituales del
espacio aproximado destinado cada comensal, es decir, 70 cm. Si tenemos en
cuenta 20 comensales, y una silla para cada uno de los dos extremos de la mesa,
resultan 9 sillas en cada lado de la mesa, multiplicado por 70 cm = 630 cm de
longitud. Este mueble se extendía, con seguridad, en su longitud con la anchura
que resulta de los dos comensales de sus extremos, si consideramos la escasa
anchura de esta sala, es decir, no más de 487 cm (16 pies). Por su parte, en
las patas de la mesa, de la que no tenemos más descripciones que la ya citada,
hemos tomado como referencia un modelo torneado del siglo XIX sin excesivos
adornos. Sobre las sillas con piel negra, no disponemos de información alguna
sobre su diseño. En todo caso, hay que considerar que las pinturas de esta sala
revelan un claro gusto por la estética gótica, de moda en aquellos momentos.[11]
Por esta razón, se ha elegido un formato de silla del siglo XIX acorde con su
contexto.
Desarrollo y conclusiones
Sobre las
medidas y disposición tanto de
las Pinturas negras originales como del edificio de la Quinta del Sordo, hay que
tener en cuenta los trabajos de referencia llevados a cabo por el hispanista y
experto en esta materia Nigel Glendinning junto al
arquitecto Rolfe Kentish
(1986). Recordemos que, en función del metro adosado por J Laurent en sus
fotografías, Glendinning ya precisó con detalle las
medidas de las Pinturas negras cuando todavía se hallaban en las paredes de la
Quinta del Sordo (Glendinning 1975, 465-479). Por
este motivo, resulta sorprendente que algunos autores (Hervás 2019, 68), (Teixidor
y Laguna 2019) hayan aplicado esta metodología para deducir las medidas de las
Pinturas negras como si se tratara de una novedad, para llegar a las mismas
conclusiones publicadas por Glendinning en la revista
científica The Burlington Magazine en 1975. El hispanista inglés también calculó
las medidas de las dos salas de las pinturas con extraordinaria precisión, si
tenemos en cuenta que solo dispuso para ello del Plano parcelario de Madrid de Carlos Ibáñez, 1874, donde figura la
Quinta del Sordo, pero muy transformada después de
las reformas realizadas por el hijo del pintor, en 1850. Actualmente, contamos con la maqueta Modelo
de Madrid, de León Gil de Palacio, 1828-1830 (Museo de Historia),
contemporánea de las Pinturas negras que, a pesar de su acabado muy
impreciso, evidencia claramente el lugar y la disposición que ocupaban la
vivienda de Goya y las caballerizas y aposentos de los hortelanos (figuras 15 y
16).
Una vez digitalizado el Plano parcelario de Madrid (1874) en 2019 se
aplicaron, por primera vez en una publicación de referencia, las medidas de la
escala representada en el mismo plano sobre la Quinta del Sordo. De este modo,
se dedujeron con un procedimiento científico las medidas aproximadas del
edificio y de la parte de la vivienda donde se encontraban las Pinturas
negras. Por esta razón, tomaremos las conclusiones de los citados estudios
como base para las aportaciones sobre esta materia que realizamos en la actual
publicación.[12]
Si en aquella investigación de 2019 se calcularon las medidas de la casa y de
las dos salas con las pinturas, hay que pensar que el Plano parcelario de Madrid de Carlos Ibáñez fue
trazado y posteriormente grabado a mano alzada por J. Reinoso. En consecuencia,
las medidas, en la misma representación de la escala en el plano, ofrecen
ciertas imprecisiones que consideramos en el actual trabajo. La otra fuente
documental se halla en la comentada miniatura de la Quinta del Sordo
representada en maqueta de Madrid de León Gil de Palacio, considerada
igualmente en los citados estudios.
Figuras 15 y 16. Arriba: León Gil de Palacio. Maqueta Modelo
de Madrid, 1828-1830, detalle de la fachada Quinta del Sordo. Madrid, Museo
de Historia. Abajo: Vista posterior de la Quinta en la misma maqueta. Imágenes
cedidas por el Museo de Historia (Fotografías de Juan Carlos Moreno).
Pero debido a la evidente
imprecisión con la que se elaboró esta miniatura con madera de chopo (figuras
15 y 16), probablemente por los ayudantes, solo nos permite extraer la
ubicación aproximada de los módulos correspondientes de la casa, el número de
ventanas y puertas que figuraban en el edificio en 1828, el módulo de la
escalera adosada por Goya en la parte derecha de la casa, una vez comprado el
inmueble en 1819, y la mitad derecha de la extensión del edificio que destinó a
las caballerizas y aposentos del personal del servicio, en las reformas que se
registraron posteriormente en las escrituras notariales que realizó en 1823 con
motivo de la cesión de la propiedad a su nieto Mariano.[13]
Es lógico pensar que el
autor de la maqueta realizó los dibujos y apuntes correspondientes para su
elaboración. Por este motivo, es una fuente documental fiable para considerar que
las ventanas y las puertas representadas son las que figuraban en el edificio
en esa fecha. Sin embargo, para deducir la ubicación precisa de cada elemento
del inmueble, debemos tener en cuenta, necesariamente, las medidas de los
cuadros que, sabemos con seguridad, se hallaban en su interior.[14]
Veamos, como ejemplo, la ventana grande situada en el extremo izquierdo del
primer piso, según miramos la fachada (figura 15). Su distancia con respecto al
muro izquierdo de la casa debería ser exactamente la misma a la que vemos en la
fachada posterior, en extremo derecho según la miramos (figura 16). Sabemos,
por el relato de Yriarte, que en ambos lados de estas
ventanas se encontraban los cuatro murales grandes del salón: en la parte de la
fachada Duelo a garrotazos a la izquierda y Las parcas a la
derecha. A ambos lados de la ventana posterior se hallaban el Paseo del
Santo Oficio a la izquierda y Asmodea a la
derecha, según miramos desde la parte frontal de la casa. Por consiguiente, si
estos cuatro murales tenían medidas similares, la distancia entre las dos
ventanas señaladas, delantera y trasera, y el muro que cerraba el edificio en
este extremo era la misma (figuras 15 y 16), a diferencia de lo que sucede en la
ventana representada en la fachada de la maqueta, escorada hacia la izquierda. Con
respecto a las ventanas que nos han servido de ejemplo, una vez calculadas las
alturas de ambas plantas, hemos concluido que representaban balcones, dado que
su longitud se extiende exactamente hasta el suelo del primer piso.
Figura
17. Saint-Elme Gautier. Grabado de la
Quinta del Sordo, publicado por Charles Yriarte,
«Goya aquafortiste», en L’Art,
IX 1877, tomo 2, p. 9. Universidad de Heidelberg. Recuperado de:
https://digi.ub.uni-heidelberg. de/diglit/art1877_2/0019/image (fecha de consulta 10-06-2021)
También ha llegado hasta
nosotros un grabado que encargó Charles Yriarte, tras
su visita a la Quinta del Sordo (figura 17). En la estampa solo aparece, a la
izquierda, una pequeña parte del edificio que albergaba las Pinturas negras,
después de las reformas que dieron lugar al palacete construido por Javier Goya
en 1850 sobre los antiguos aposentos de los hortelanos. No sabemos en qué
medida estas reformas pudieron alterar algunos elementos de la antigua casa,
pero en todo caso consideramos que no afectó a su altura. Ello nos permite
cotejar la altura del edificio obtenida en nuestros cálculos con este fragmento
de la casa antigua que figura en el grabado. En él vemos que las ventanas
aparecen protegidas por contraventanas con lamas. También se observa la misma contrapuerta
correspondiente a la puerta acristalada que daba acceso al vestíbulo de la casa
del pintor. Cabe suponer que estos elementos que figuran en el dibujo se
hallaban instados en vida de Goya. Con todo, en la medida en que construyeron
una nueva escalera en el extremo izquierdo del nuevo palacete que comunicaba
con el antiguo edificio, según las descripciones realizadas en la citada
tasación de los muebles llevada a cabo en 1857, es probable que reformaran la
anterior escalera, cuyo módulo se distinguía claramente en la maqueta de León
Gil de Palacio.
Una fuente documental
que ha resultado esclarecedora para la definición de la longitud de la casa que
albergaba las Pinturas negras, tal y como se ha investigado
recientemente (Foradada 2019b, 80), es la tasación del edificio una vez reformado y ampliado por
el hijo del pintor, llevada a cabo por dos arquitectos en 1854 por orden del
nieto de Goya, Mariano, tras el fallecimiento de su padre. En dicha escritura
notarial se indica que la antigua casa con las Pinturas negras que quedó
adosada a la izquierda del palacete edificado por el hijo del pintor medía “55
pies”, es decir, 1676,4 cm. Este es el motivo por el que tomamos como
referencia dicha medida para la longitud de la casa. Tal y como se indica
textualmente en las citadas escrituras: “La casa principal consta de dos
cuerpos o alturas, formada por cinco crujías paralelas, unas a otras, extendiéndose la primera por la izquierda,
cincuenta y cinco pies mas que las sucesivas,
constituyendo la parte mas esencial, las dos que miran a Oriente” (AHPM
Pº 26525 ff. 385v-389).
Es decir, las crujías paralelas (espacio entre muros de carga) se
disponían, y se describen, desde la formada por el mismo muro de la fachada
hacia el interior. Si bien el nuevo palacete se prolongaba hacia el interior en
base a cinco tramos sucesivos, la antigua casa, según la información que nos
ofrece el Plano
parcelario de Madrid de Carlos Ibáñez y la maqueta de León Gil de Palacio,
constaba únicamente de una crujía o tramo entre muros, dado que el siguiente
tramo correspondía al jardín vallado, al que se accedía por las dos puertas del
comedor. En la maqueta (figuras 15 y 16) vemos el módulo cuadrado que envuelve
por detrás la escalera. Este tramo de la cocina más los aposentos y
caballerizas fueron ocupados por el nuevo palacete en 1850. La crujía de la
antigua casa, cuya pared blanca vemos en la figura 16, es la que consta en la
citada escritura con la medida de 55 pies. Constituían “la parte más esencial las dos que
miran a oriente”, es decir, las que vemos en la fachada del grabado, según la
orientación registrada en el Plano parcelario de Madrid.
Figura 18. Carlos Foradada.
Reconstrucción virtual de la fachada de la Quinta del Sordo en el periodo de
elaboración de las Pinturas negras (1819-1824), según las citadas fuentes.
La longitud
del edificio, tras las reformas realizadas por Goya en 1819, quedó dividida en
dos partes iguales (figuras 15 y 18), La extensión respondía a los citados 55
pies (1676,4
cm) de la casa, más el módulo de la escalera añadido por Goya en su reforma que
vemos con mayor altura a su derecha: 10 pies (304,8 cm) y que en 1850 quedó
integrado por detrás en el nuevo edificio, es decir, 65 pies. A ellos que se
suman los siguientes 65 pies de la edificación anexa constituida por el módulo
destinado a la cocina, que comunicaba ambas partes del edificio, la vivienda de
los hortelanos, tras la cocina, y las caballerizas en el extremo derecho del
edificio. Para el cálculo de la altura de la casa, se
han tenido en cuenta las alturas de la planta baja: 350,5 cm (11,5 pies) y del
primer piso: 304,8 cm (10 pies). A ellos se añaden los tramos entre la planta
baja y el suelo del primer piso, y entre este último y el desván, con una
medida aproximada, cada uno de ellos, de 47,75 cm. El tejado se ubica, en
nuestro estudio, 11 cm por encima del suelo del desván, lo que da lugar a 25
pies de fachada (762 cm) desde el suelo hasta el inicio del tejado. Finalmente,
hemos cotejado estas medidas con la altura y proporción de la fachada, de la
puerta y las ventanas del edificio en la estampa publicada por Yriarte (figura 19), pese a las imprecisiones que
probablemente conlleva su representación.
Figura 19. Carlos Foradada.
Superposición del fragmento de la estampa de la Quinta del Sordo sobre la
reconstrucción de la fachada de la Quinta del Sordo en el método aplicado para
conciliar sus proporciones.
Hay que recordar una
escritura notarial que ha resultado fundamental para esclarecer las partes que
constituían la planta baja, donde se encontraba el comedor que alojaba las
Pinturas negras; es decir, las escrituras del arriendo de la casa con sus muebles
llevada a cabo en 1857 entre la testamentaría de Francisco Javier
Goya (Bernardo Rodríguez) y Santiago Ortiz, quien la subarrendó a doña Francisca Vildósola, futura esposa del
nieto del pintor (AHPM. P.º 26523, f. 289-293v). En este documento se describe la misma planta baja de la
vivienda antigua, a la izquierda según se entraba por el nuevo portal que
resultó de las ampliaciones llevadas a cabo por el hijo de Goya en la parte
derecha del edificio. A la izquierda de la nueva entrada se encontraban la
cocina, el dormitorio del criado y un
cuarto que se descrine como “de los azulejos”, donde se hallaba, en nuestra opinión, el
aseo, dado que se relata textualmente en ese lugar: “Un orinadero
de caoba”. En las figuras 20, 21 y 22
vemos el plano con las
medidas detalladas de ambas plantas y de las
Pinturas negras en su interior.
Figuras 20, 21 y 22. Carlos Foradada.
Planos de la planta baja y del primer piso de la Quinta del Sordo con las medidas
correspondientes. Arriba: primer piso. En el centro: alzado del edificio. Abajo:
planta baja. Los segmentos encarnados indican la ubicación y extensión que
ocupaban los óleos sin las molduras.
Cuando en las citadas
escrituras se describe la prolongación izquierda del edificio, donde
se hallaban las Pinturas negras, se comenta textualmente, con las siguientes
abreviaturas: “Habn baja a la Izqda
del PL 1ª Pieza – Segda Id. –
Pieza 3ª”, antes de volver a la escalera para subir al primer piso.
Es decir, que el ala izquierda del PL [Portal] donde se
hallaba la casa antigua con las Pinturas negras estaba constituida por
tres piezas: primera, segunda y
tercera, según se lee.
En la descripción los muebles que había en las tres habitaciones, se comenta
que en la primera pieza, antesala de la sala grande (vestíbulo representado en nuestro plano), había “una tarima de brasero de caoba”. En la segunda habitación se indica la
presencia de “doce sillas de badana negra en buen uso” y “una
mesa de comer para veinte cubiertos de caoba maciza, con tablas para añadir”, que nos confirma que esta sala era el
comedor en vida de Goya (figura 23).
Figura
23. Carlos Foradada.
Reconstrucción de las paredes
donde se disponían los
murales de F. Goya: La
Leocadia, El aquelarre y Saturno, fotografías de Laurent, en el comedor de
la Quinta del Sordo.
Recordemos que esta fuente documental la
descubrió Glendinning. Tal y como señaló en sus
publicaciones: “Si la sala baja contaba con una mesa de caoba para 20 personas,
no sorprendería que tuviese 9 o 10 metros de largo la pieza” (Glendinning 1986, 104), tal y como ha resultado
aproximadamente en nuestro cálculo: 33 pies (1005,8 cm). En la misma escritura
se nombra en esta sala: “Un chinero de caoba con cristales”, que representamos
en el comedor (figura 23). Estos armarios se denominaban chineros porque guardaban
en su interior porcelanas, que provenían de China, de moda en este periodo.
Representamos igualmente: “Una araña de cristal con metal dorado, con diez y
ocho luces”, a la que se hace mención en dichas escrituras en esta sala, para
la que hemos elegido un modelo de este periodo. En próximas publicaciones
abordaremos más elementos del mobiliario de la casa de Goya, que en el actual
trabajo desbordarían los límites razonables de su extensión, destinada
únicamente a los aspectos estructurales de los espacios donde se encontraban
las Pinturas negras, con independencia de los elementos coyunturales. Los arquitectos
relatan la
citada “Pieza 3ª” en el fondo de la sala, con alguna mesa, sillas y butacas,
que representamos como un gabinete de 8 pies: 243,8 cm en el plano (figura 22).
La extensión de pintura de El aquelarre,
una vez aplicada la medida de la regla adosada por Laurent con la corrección
señalada anteriormente, era aproximadamente 579 cm, es decir, 19 pies. Si
añadimos las molduras resultan 625 cm. La conclusión es evidente: la longitud
de la mesa, en torno a 630 cm, y del cuadro con las molduras eran, en todo
caso, similares (figura 24). La mesa, por tanto, se
encontraba necesariamente bajo El Aquelarre. Es más, si tenemos en
cuenta la altura de los murales, cabe suponer que Goya la utilizó como andamio
oportuno cuando los pintó[15].
Figura 24. Carlos Foradada.
Reconstrucción de la pared donde se disponía el mural de F. Goya: El
aquelarre, fotografías de Laurent, en el comedor de la Quinta del Sordo.
El muro de El aquelarre lindaba con
las dos paredes más estrechas de la sala. Según las medidas extraídas del Plano
parcelario de Madrid la achura interior de las dos plantas de la Quinta era aproximadamente
de 16 pies: 487,6 cm, a los que se añaden los muros del edificio de 1,5 pies:
45,72 cm. Para la representación de ambas paredes, se han ubicado los cuados,
una vez calculadas sus medidas, de manera equidistante dentro del tramo de la
pared interior y de las medidas de las puertas de ambas paredes (figuras 25 y 26).
Sabemos, por las citadas aportaciones de Glendinning,
que el óleo de Dos viejos comiendo de hallaba sobre la puerta de acceso
al comedor. Sus medidas, una vez revisadas, son 48 x 82 cm. Este es el motivo
de la anchura exacta de la puerta representada (figura 25). Por su parte, el
ancho de la pintura de La Leocadia (141 x 129,5 cm) es prácticamente el
doble que su compañera en la misma pared: Dos viejos (142,5 x 65,5). En
el fondo podemos ver la escalera que daba acceso al primer piso y al desván
(figuras 20-22). Tras la pared de las pinturas de Saturno y de Judith
y Holofernes (figura 26) se encontraba el pequeño gabinete o “Tercera
pieza” de las citadas escrituras, con una ventana de menor dimensión que el
balcón del primer piso que figura en la maqueta de León Gil de Palacio. La
anchura de la puerta responde a su dimensión equidistante con respecto a la
anchura de ambos cuadros, y la altura es la misma que se colige en la puerta de
la anterior pared. Saturno, en la fotografía de Laurent, mide 143 x 81
cm, y Judith y Holfernes 143 x 82 cm.
Figura 25. Carlos Foradada.
Reconstrucción de la pared donde se disponían los murales de F. Goya: Dos
viejos, Dos viejos comiendo y La Leocadia, fotografías de Laurent, en el
comedor de la Quinta del Sordo.
Figura 26. Carlos Foradada.
Reconstrucción de la pared donde se disponían los murales de F. Goya: Saturno
y Judith y Holofernes, fotografías de Laurent, en el comedor de la Quinta
del Sordo.
Figura 27. Carlos Foradada.
Reconstrucción de la pared donde se disponía el mural de F. Goya: Romería de
San Isidro, fotografía de Laurent, en el comedor de la Quinta del Sordo. Se
han omitido las puertas para facilitar la vista del jardín vallado al que
accedía desde el comedor.
Frente a El aquelarre, y entre las
puertas que daban acceso al jardín vallado, se ubicaba la Romería de San
Isidro, según el relato de Yriarte (figura 27). Algunos
autores la han ubicado en el extremo izquierdo de la planta baja, Hervás (2019,
70). Por su parte, Teixidor y Laguna (2019, 409) sitúan El aquelarre en
el extremo izquierdo de esta misma pared de la planta baja. Pero resulta del
todo improbable, dado que la longitud tanto de la Romería de San Isidro:
436 cm más las molduras 482 cm, como de El aquelarre, es
considerablemente mayor que el tramo entre la puerta izquierda y el muro de la
casa (figura 22). Por este motivo suponen que Goya tapió esta puerta, pese a
que figura perfectamente representada en la maqueta de la Quinta realizada entre
1828 y 1830 (figura 16). Para la anchura de estas puertas y en la que daba
acceso al vestíbulo en la fachada hemos considerado 3,5 pies (106, 68 cm). Su
altura: 7,5 pies (228,6 cm) en las del comedor y 8,5 pies (259 cm) en el caso
de la puerta de la fachada.
En lo que respecta al primer piso, las
paredes del salón se disponían de manera simétrica desde la puerta de entrada,
y estaban divididas por un balcón en el centro (figura 20). Para dichos
balcones, así como en el resto de las ventanas de esta planta, hemos deducido
una anchura de 4,5 pies: 137,1 cm. Los balcones se alzaban 8,5 pies: 259 cm. En
esta sala, de 28 por 16 pies (853,4 x 487,6 cm) Goya representó cuatro murales
grandes en las paredes de mayor longitud (figuras 29 y 30), pero, al igual que
las realizadas en los muros estrechos de la sala, de menor altura que las
pinturas del comedor. Si la altura de las pinturas del comedor oscilaba entre
141 y 143 cm, las del salón tenían entre 121,5 cm, en el caso de Dos mujeres
y un hombre, y 126 cm en el caso de El perro. En consecuencia, el
primer piso tenía una altura menor, que se concreta en 10 pies: 304,8 cm.
Para la ubicación de los murales en las
paredes se ha aplicado el mismo procedimiento, en función de las dimensiones de
las obras dispuestas de manera equidistante. También es lógico pensar que el
salón de la casa disponía de un zócalo, que hemos configurado con 3 pies de
altura, al igual que en la planta baja, a pesar de que no disponemos de ninguna
fuente documental que lo confirme. Pero sobre las dimensiones de las obras, hay
que considerar que cuando se transportaron las pinturas al lienzo, por parte
del restaurador Salvador Martínez Cubells, se alteraron las medidas,
especialmente en el El aquelarre (Glendinning
1975; Garrido 1984; Foradada 2010). Pero también se normalizaron los formatos de
las obras en los lienzos que las recibieron, como aportamos en la actual
publicación, con independencia de su medida original. Por ejemplo, como se
aprecia en la imagen (figura 28), Asmodea
tenía una altura algo menor, es decir, 122 cm, con respecto al resto de los
murales, como sucede en el caso de su compañera: 125 cm. La longitud de tres de
los cuatro murales oscila entre 262 y 263 cm. Sin embargo, el caso más
significativo lo encontramos en el óleo de Átropos o Las parcas (figura
29), cuya longitud, en la pared de la Quinta, era exactamente de 243 cm, es
decir, 20 cm menos que el resto, tal y como representamos con precisión en la
imagen. Hemos comprobado que, cuando se reportó sobre el lienzo, de 123 x 266
cm (Museo Nacional del Prado), el restaurador cubrió el extremo izquierdo con
pintura añadida integrada en el mismo paisaje, además de otras variables que ya
se detectaron en las citadas publicaciones anteriores.
Figura 28. Carlos Foradada.
Reconstrucción de la pared donde se disponían los murales de F. Goya: Paseo
del Santo Oficio y Asmodea, fotografías de
Laurent, en el salón de la Quinta del Sordo.
Figura 29. Carlos Foradada.
Reconstrucción de la pared donde se disponían los murales de F. Goya: Átropos
o Las parcas y Duelo a garrotazos, fotografías de Laurent, en el salón de
la Quinta del Sordo.
Figura 30. Carlos Foradada.
Reconstrucción de la pared donde se disponían los murales de F. Goya: La
escritura y Dos mujeres y un hombre, fotografías de Laurent, en el salón de
la Quinta del Sordo.
Figura 31. Carlos Foradada.
Reconstrucción de la pared donde se disponía el mural de F. Goya: El perro.
Fotografía de Laurent, en el salón de la Quinta del Sordo.
Con respecto a la distancia que separaba los
murales del techo de esta sala, en dos fotografías de Laurent: Paseo del
Santo Oficio y Asmodea, figura la moldura
que lindaba con el techo que hemos tomado como referencia. El salón se
encontraba en el extremo de la casa, tras un largo pasillo donde se disponían
las habitaciones (figura 20). En la figura 31 se representa el pasillo en
perspectiva con la escalera al fondo, que daba acceso al primer piso y al
desván. Cuando se entraba en el salón, los visitantes veían frente a ellos las
pinturas de La escritura y Dos mujeres y un hombre, ambas de
123,5 x 62,5 cm (figuras 30 y 32). En la pared de la izquierda: Átropos o Las
parcas y Duelo a garrotazos (figura 29). En la pared derecha: Asmodea y Paseo del Santo Oficio (figura 28).
Sin embargo, en el muro interior de la misma puerta de acceso, a la derecha se
encontraba El perro, pero en el tramo de la izquierda de la puerta según se
entraba, ya no se encontraba el mural que había formado parte de esta serie
(figura 31) cuando Charles Yriarte la visitó, tal y
como comenta en su libro de 1857 (Yriarte 1997, 287).
Hay diversas hipótesis sobre la pintura que pudo hallarse en ese lugar,
documentadas en una reciente publicación (Foradada
2019b, 94-100).
Figura 32. Carlos Foradada.
En la imagen se representa la ordenación de las obras en el extremo del salón,
frente a la puerta de acceso.
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Anexo
Créditos de reproducción de las fotografías de Jean Laurent
F. Goya, La Leocadia, 1819-1824.
Fotografía de J. Laurent, Une maja, 1874 (Instituto del Patrimonio
Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23060832
F. Goya, El aquelarre,
1819-1824. Fotografía de J. Laurent, Sabbat ou réunion de sorciers, 1874
(Instituto del Patrimonio Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=22531645
F. Goya, Dos viejos comiendo,
1819-1824. Fotografía de J. Laurent, Sorciers préparant un breuvage, 1874 (Instituto del Patrimonio
Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=22984751
F. Goya, Dos viejos, 1819-1824.
Fotografía de J. Laurent, Un vieillard,
1874 (Instituto del Patrimonio Cultural de España), mcd.
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=63094086
F. Goya, Saturno, 1819-1824.
Fotografía de J. Laurent, Saturne
dévorant un de ses enfants,
1874 (Instituto del Patrimonio Cultural de España), mcd.
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=20603529
F. Goya, Judith y Holofernes, 1819-1824.
Fotografía de J. Laurent, Sorcier
préparant un breuvage, 1874
(Instituto del Patrimonio Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23247359
F. Goya, La romería de San Isidro,
1819-1824. Fotografía de J. Laurent, Réunion de sorciers, 1874 (Instituto del Patrimonio
Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=20723906
F. Goya, El perro, 1819-1824.
Fotografía de J. Laurent, Tête de chien,
1874 (Instituto del Patrimonio Cultural de España), mcd.
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23199565
F. Goya, Asmodea,
1819-1824. Fotografía de J. Laurent, Sorciers voguant en l’air et operante
des maléfices, 1874 (Instituto del Patrimonio
Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=20788158
F. Goya, Átropos o Las parcas,
1819-1824. Fotografía de J. Laurent, Sorciers préparant un breuvage, 1874 (Instituto del Patrimonio
Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23199565
F. Goya, Duelo a garrotazos,
1819-1824. Fotografía de J. Laurent, Deux pâtres se battant a coups
de gourdin, 1874 (Instituto del Patrimonio
Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23249444
F. Goya, Paseo del Santo Oficio,
1819-1824. Fotografía de J. Laurent, Arrivée des sorciers
au Sabbat, 1874 (Instituto del Patrimonio
Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23139795
F. Goya, Dos mujeres y un hombre,
1819-1824. Fotografía de J. Laurent, Sorcière jetant un sort, 1874 (Instituto del Patrimonio
Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2338560
F. Goya, La escritura,
1819-1824. Fotografía de J. Laurent, Sorcier transformé en bouc, 1874 (Instituto del Patrimonio
Cultural de España), mcd. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=23168611
BIO
Graduado en Bellas Artes con Premio
Extraordinario por la Universidad de Zaragoza (2010-2014). Artista visual especializado en la elaboración creativa
de propuestas de valor de arte y nuevas tecnologías para el ámbito
publicitario, contando con 22 años de experiencia como ilustrador, diseñador
gráfico, diseñador web y modelador 3D. Los
años recientes han sido dedicados al diseño, coordinación y supervisión de la
producción de experiencias de realidad extendida (XR) para marcas
internacionales, formando parte de la plantilla de empresas como: Secuoya Nexus,
director de arte y coordinador del área de realidad virtual (2017-2019); La Frontera
VR, director de arte (2019-2020); y en 360 Grados Producciones como
director creativo (2020).
José Javier
Luis Tello es Profesor de la Universidad de
Zaragoza en el Grado en Bellas Artes y se encuentra cursando el Doctorado por
la Universidad de Murcia. Es especialista en el desarrollo de entornos
inmersivos interactivos, y en los gráficos y la animación generadas por ordenador
en 2D y 3D. Premiado en múltiples ocasiones por sus desarrollos tanto en el
ámbito de la cultura y el patrimonio como en el del ocio digital. Su
investigación gira en torno al diseño y la (re)creación de espacios virtuales
de alta interacción, especialmente en el aspecto gráfico, desde la iluminación
a la generación de PBRs, los modelos 3D y su
animación.
Alfonso Burgos Risco (Toledo, 1984) es doctor en Bellas Artes por la Universidad de Murcia
(Premio extraordinario de doctorado) director, guionista y profesor en la
Universidad de Zaragoza (coordinador del Grado en Bellas Artes). Ha dirigido
los documentales Universidad de Murcia. Cien años de publicaciones (1915-2015);
La memoria de las manos. Ecos del legado pedagógico de C. Freinet en Murcia
(2015); Pedro Cano – Cuadernos de Viaje (2016); La frontera que une.
El origen de las tierras de Los Manuel” (2019), Lección de Pepe Molina
sobre transparencia y derecho a saber: para una juventud con un futuro en
construcción” (2021); y La soledad de los que no existen (2022).
[1]
Los siguientes contenidos están inscritos en Registro de Propiedad Intelectual
y de Explotación: 24/09/2020. (Real Decreto Legislativo 1/1996, de 12 de
abril). Ministerio de Cultura y Deporte.
[2] La ubicación de la Quinta del Sordo en
la orilla derecha del río Manzanares, a media hora de Madrid, pasado el puente
de Segovia, fue aportada en las siguientes publicaciones: (Glendinning/Kentish 1986, 99-109; Glendinning
1992, 41). Este investigador estableció, por primera vez, su ubicación en la
actual calle Caramuel, a la altura de la calle Doña
Mencía y sobre el edificio que hace esquina con la calle Baena.
[3] Véase: Magariños (2014); Esteban (2016 y 2019).
[4]
En las siguientes publicaciones se expone la metodología científica aplicada
para la recuperación tanto del claroscuro como de los gradientes de luz
equilibrados de las Pinturas negras en las fotografías de Laurent (Foradada 2019b, 317-332) (Foradada,
2019c, 95-105).
[5]
Recuperado de https://www.ign.es/web/catalogo-cartoteca/resources/html/001494.html
(Fecha de consulta 10/06/2021). Véase (Foradada,
2019a). En esta publicación se aplicaron los parámetros de la escala de este
plano al edificio de la Quinta del Sordo para esclarecer por primera vez sus
medidas.
[6]
En el Anexo figuran los títulos dados por Jean Laurent a sus fotografías y los
créditos correspondientes.
[7]
Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, Pº. 26525,
f. 279 v-389.
[8]
Véase el Inventario realizado por Vicente López en 1846. Archivo General del
Palacio Real, Madrid, Inventarios, Leg. 722. (Foradada 2019b, 97)
[9]
Pueden consultarse, entre otros ejemplos, las salas de la exposición celebrada
en 1932: La situación y la estela del arte de Goya, cuyas fotografías se
recogen en Lafuente Ferrari (1947, 379), donde figuran los zócalos de tarima de
madera de 3 pies de altura, similares a los habituales en este periodo.
[10]
AHPM. P.º 26523, f. 290v. 15 de abril de 1857.
[11] Recordemos que durante este periodo los
asuntos diabólicos y de brujería estaban de moda en el teatro popular. De
hecho, la duquesa de Osuna mostró su predilección por ellos cuando encargó a
finales de la década de 1790 una serie de escenas de brujería a Francisco de
Goya (Moreno 1988, 184-188). Nigel Glendinning ha
llevado a cabo diversos estudios sobre el influjo de lo gótico en la cultura
española y europea, consolidado a finales del siglo XVIII (Glendinning
1994, 101-115).
[12]
Véase Foradada (2019a y 2019b, 72).
[13]
AHPM, Antonio López de Salazar, Pº. 22886, f. 93v. de
1823.
[14]
Hay un cierto consenso sobre la ordenación de las Pinturas negras en el
interior de la casa, en función de los relatos de algunos autores que las
visitaron, especialmente Charles Yriarte (1867). El
relato textual completo de la publicación
de Yriarte sobre la ordenación de las obras, se recoge
en Foradada (2019a y 2019b). Por esta razón, no
abundaremos aquí sobre este detalle.
[15] Si tenemos en cuenta estas evidencias, no es
lógico pensar, como han propuesto algunos autores, que la longitud del comedor
era aproximadamente la misma que tenía El Aquelarre con sus molduras: Teixidor
y Laguna (2019, 411) proponen 700 cm y Hervás (2019, 68) propone 660 cm de
longitud total. Tal vez por este motivo no hacen mención a
la naturaleza de esta mesa, para 20 comensales con tablas para añadir, cuando
realizan sus cálculos sobre la extensión del comedor en la Quinta de Goya.