el cine móvil. ¿ficción
o realidad?
mobile film. fiction or
reality?
Nuria Pradilla
Universidad Complutense de Madrid
http://www.doi.org/10.5281/zenodo.7654954
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Recibido: 30 11 2019
Aceptado: 15 03 2020
Publicado: 01 07 2020
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Cómo citar este artículo
Pradilla, Nuria. 2020. El cine móvil. ¿Ficción o
realidad?
ASRI. Arte y Sociedad. Revista de Investigación en
Arte y Humanismo Digital. (18), 134-146
Recuperado a partir de https://revistaasri.com/article/view/4758
Resumen
En este artículo se abordan las posibilidades de
realizar cine con el móvil a través de la exposición de los casos más
relevantes de largometrajes realizados con teléfonos móviles en los últimos años.
Esta tecnología ha experimentado cambios de tal calibre que, actualmente, se
presenta como una alternativa a la cámara convencional muy interesante. Y es en
el cine independiente, donde promete obtener su mayor desarrollo en los
próximos años, pudiéndose consolidar, en un futuro próximo, como una nueva
opción para filmar y distribuir películas a través de las pantallas
convencionales o de las de los propios dispositivos.
Palabras clave: Cine móvil, teléfono móvil, cine independiente,
cuarta pantalla, futuro del cine.
Abstract
This article discusses the possibilities of making a
cinema with the mobile phone through the exposure of the most relevant cases of
feature films made with mobile phones in recent years. This technology has
undergone changes of such caliber that today it is presented as a very interesting
alternative to the conventional camera.
And it is in independent cinema, where it promises to
obtain its greatest development in the coming years, being able to consolidate,
soon, as a new option to film and distribute films through conventional screens
or those of the own devices.
Keywords: Mobile film, mobile phone, independent cinema, fourth
screen, cinema future
1. Introducción
A lo largo de los años el concepto de
cine ha sido cuestionado y revisado en diferentes ocasiones, casi siempre vinculado
al binomio arte-industria. Las vanguardias pretendieron en cada momento alejar
al cine de un concepto meramente comercial y revindicaron su carácter artístico
y experimental, su capacidad de ser una herramienta útil de acercamiento a la
realidad y su interés como instrumento de crítica social.
Los desarrollos tecnológicos han
acompañado, en la mayoría de las ocasiones, a las manifestaciones
cinematográficas de carácter experimental o vanguardista. Los primeros representantes
del cine underground se sirvieron de
las nuevas cámaras de cine portátiles que facilitaban la posibilidad de filmar
películas sin la intervención de los mecanismos de la industria. Este es el
caso de Maya Deren, precursora del movimiento
cinematográfico experimental estadounidense, quien utilizaba equipos de aficionado
para llevar a cabo sus creaciones. En el libro El universo Dereniano. Textos fundamentales de la cineasta Maya Deren
(2015), de Carolina Martínez, se recoge, entre otros, el
ensayo Amateur versus profesional, escrito por la cineasta en 1959,
donde ensalza el cine amateur frente al profesional:
En lugar de envidiar los enormes presupuestos de producción de las
películas profesionales con sus elaborados decorados, sus guionistas, sus actores
bien entrenados y todo ese personal cualificado, el amateur debería hacer uso
de una de las mayores ventajas que tiene y que todos los profesionales envidian
de él, la llamada libertad –tanto artística como física (Deren,
2015, p.155).
La relación entre el desarrollo tecnológico
y la libertad creativa ha llevado también, en el caso del cine, a hablar de un
proceso de democratización. La posibilidad de poder hacer cine con dispositivos
de uso común como los teléfonos móviles, tabletas o cámaras digitales no
profesionales, junto con el desarrollo y mayor accesibilidad de softwares de
filmación o edición, suponen, como indica Sabeckis (2013), una esperanza
en este sentido:
Una
de las grandes esperanzas que hay puestas en la alianza con las nuevas tecnologías
es que democratizará el mundo del cine y abolirá las barreras económicas a la
hora de realizar películas por lo económico que es grabar en digital y la
posibilidad de editar en forma casera (Sabeckis,
2013, p.61).
En este artículo, se abordarán las
recientes iniciativas de lo que podemos denominar cine móvil o cine realizado
con teléfonos móviles, así como sus antecedentes y su prospección de futuro.
Sin embargo, en primer lugar, puntualizamos que no todo el que graba con un móvil
lo hace con la intención de utilizar su dispositivo como una cámara de cine
aplicada a fines narrativos; existe otro grupo cuya actividad de grabación con
el móvil solo genera meros documentos audiovisuales, aunque estos puedan tener
interés en otros contextos (Tognnazzi, 2012). Por lo tanto, en este trabajo nos centraremos
solo en el primer grupo y realizaremos un análisis de las películas precursoras
en cuanto al uso del móvil en su realización, hasta las propuestas más
actuales, haciendo hincapié en la repercusión estética y social de está tendencia.
También se valorarán las posibilidades que supone esta tecnología en cuanto a
democratizar el cine y permitir que una mayor diversidad de propuestas pueda
acceder al medio cinematográfico sin someterse a las normas estéticas y
narrativas predominantes. La mayor parte de los ejemplos aportados serán
largometrajes en los que se observará el perfil de los autores que acometen
dichos proyectos y sus motivaciones para llevarlos a cabo. Además, se tendrán
en cuenta factores como la repercusión que actualmente están teniendo este tipo
de iniciativas y sus posibilidades de distribución y exhibición presentes y
futuras.
2. De la colaboración a la autoría
En 2008, el director Spike
Lee firmó un contrato con Nokia para la realización de una película en tres actos
sobre la historia de la humanidad y su reflejo en la música.
Se pidió la colaboración de cualquier persona interesada a través de un sitio
web y la gente podía presentar textos, música, vídeos o imágenes que
posteriormente serían seleccionados y sometidos a la votación de los
internautas. Lee se encargó de dirigir el proyecto a través de la red y, en la
presentación de esta iniciativa, el director resaltó las posibilidades del uso
del móvil para cambiar el arte y cómo este dispositivo podía contribuir a que
cualquiera pudiera ser cineasta.
Esta idea sobre la democratización del
cine también fue utilizada por el movimiento Dogma 95 relacionándola con la
aparición del cine digital y así lo reflejan sus creadores en la redacción de
su manifiesto:
Actualmente,
una tormenta tecnológica está causando furor, el resultado será la
democratización suprema del cine. Por primera vez, no importa quién es el que
hace las películas. Pero, cuanto más accesibles se hacen los medios, más importante
es la vanguardia. No es algo accidental, por lo que la vanguardia tiene
connotaciones tecnológicas. La respuesta es la disciplina… debemos ponerles
uniformes a nuestras películas, porque el cine individualista será por definición
decadente (Krag-Jakobsen, Levring, Vinterberg y von Trier, 1995).
Como se puede observar, entre los
postulados de Dogma 95 encontramos que, además del énfasis puesto en el
desarrollo de las nuevas tecnologías —en cuanto a facilitar el acceso al cine a
personas no vinculadas a la industria—, el tema de la autoría también es
cuestionado, abriendo las posibilidades a un cine en el que el individualismo
del autor no eclipsara lo verdaderamente importante, que para ellos era la
verdad de los personajes y de las acciones mostradas. Por eso, una de las reglas
autoimpuestas a través del denominado “voto de castidad”, era que el nombre del
autor no figurara en los títulos de crédito.
En otro sentido, hay que tener presente
que, según la Ley de Propiedad Intelectual, la obra cinematográfica es
considerada una obra realizada en colaboración de varios autores (director,
guionista y compositor de la banda sonora original), por lo que, por
definición, es un tipo de obra artística que requiere de la aportación creativa
de varias personas (Real Decreto Legislativo 1/1996, de 12 de abril), yendo
esta consideración legal más allá de la consideración cultural y popular que
gira en torno al cine de autor y que considera al director como el principal
responsable artístico del producto final. También merece la pena recordar que
los colectivos cinematográficos de cine colaborativo de los años 60 y 70 que
aparecen en Europa, Latinoamérica o Estados Unidos pueden considerarse precursores
de otro tipo de iniciativas más recientes de proyectos audiovisuales de
colaboración, en los que existe una figura que los coordina y que se
responsabiliza del resultado final.
Un ejemplo de ello es el proyecto que
el director Kevin Macdonald realizó en 2010. Se trata
de un experimento cinematográfico titulado Life
in a day que pretendía capturar cómo es un día en
nuestro planeta. Esta película, producida por Ridley Scott, contó con la
participación de 80.000 personas de 192 países que colaboraron con 4.500 horas
de grabación realizadas con sus dispositivos domésticos. Este filme tenía como objetivo
reflejar para las generaciones futuras qué significaba estar vivo un 24 de
julio de 2010 en cualquier lugar del mundo.
La producción, que se editó en una
versión definitiva de 95 minutos, tuvo gran repercusión en los festivales de Sundance, Berlín y South By Southwest, y, desde que se estrenó en YouTube, lleva ya más
de 15 millones de reproducciones. Además, abrió el camino para que otros
proyectos basados en la misma filosofía fueran posibles, como Britain in a Day (2011), dirigida por Morgan Matthews, Japan in a Day (2012), dirigida por Philip Martin, Italy in a Day (2014), dirigida por Gabriele Salvatore y Spain in a day (2016), dirigida
por Isabel Coixet, entre otras que posteriormente se realizaron en Alemania,
Israel o Francia.
Este tipo de películas colaborativas de
carácter documental ponen en evidencia las posibilidades que dispositivos como
los teléfonos móviles pueden tener en la visibilidad de autores no
profesionales, máxime cuando en el desarrollo tecnológico reciente de los smartphones,
la mejora de las cámaras ha sido uno de los aspectos en los que se ha puesto
mayor énfasis. Actualmente, estos dispositivos han mejorado sus procesadores e
incorporan funcionalidades como la captación de imágenes HDR con múltiples
disparos, la estabilización de la imagen, nuevas posibilidades de enfoque,
lentes duales y fotografía computacional, consiguiendo que, en algunos terminales,
la calidad de las imágenes obtenidas se equipare con la que se puede conseguir
actualmente con los equipos profesionales.
Esta situación de mejora tecnológica va
acompañada del aumento de uso del smartphone y de su consideración como metamedio del siglo XXI, como lo fue el ordenador del siglo
XX (Márquez, 2017) y, además, como defiende Márquez (2015), el teléfono inteligente
ha llegado a ser percibido por nosotros como una extremidad más de nuestro
cuerpo, similar a una prótesis, que interfiere también en sentidos como el tacto
(pantalla táctil) estableciendo nuevas relaciones entre nuestra mano, nuestra
vista y el dispositivo.
3. El smartphone como sustituto de la
cámara
Utilizar el smartphone como dispositivo de
registro es una tendencia que poco a poco va cobrando fuerza en el panorama
cinematográfico, como veremos en el desarrollo de este apartado. Estas
propuestas trascienden ya el ámbito colectivo y son un síntoma del interés que,
para algunos cineastas, tiene esta tecnología. Algunos entusiastas apuntan a
que, gracias al desarrollo de la web 2.0 y a las posibilidades ya mencionadas
que ofrece en la actualidad la tecnología de los teléfonos móviles —junto con
unos precios relativamente asequibles—, el cine móvil pronto será una de las
mejores alternativas económicamente viables para potenciar la producción de
cine independiente. Pero veremos si llegar a esa situación será algo realmente
factible y, de ser así, cuánto tiempo y qué problemas puede llevar esa
adaptación. Desde el año 2004, las primeras experiencias artísticas de uso del
móvil en proyectos cinematográficos se centraron más bien en experimentar con
la propia textura del dispositivo lo que hizo que su exhibición se relegara a
galerías o instituciones artísticas y a los festivales que acogían este tipo de
obras (hechas por o para teléfonos móviles) que fueron apareciendo a partir de
entonces (Schleser, 2014).
Así, actualmente, encontramos un gran
número de certámenes internacionales de cine dedicados exclusivamente a cine
realizado con teléfonos móviles que reciben cada año cientos de propuestas,
como el San Diego International Mobil Film Festival,
el Mobile Film Festival, el iPhone Film Festival, el iPhoneFilmMaker,
el SmartFone, el Flick Fest, el Toronto Smartphone Film Festival (TSFF), o el CinePhone. Estos festivales están centrados en los
cortometrajes e incluso algunos proponen participar con obras de muy poca duración
(sin llegar al minuto), pero, en todos, destaca la intención de descubrir
talentos y de fomentar el uso del teléfono móvil para este fin. Para esto, en
muchas de estas convocatorias, además de premios económicos se ofrece formación
y la posibilidad de difusión de las obras a través de diversos canales. También
algunas marcas de teléfonos han colaborado con ciertos festivales para
promocionar el uso del móvil relacionado con la cinematografía. Este fue el
caso de Nokia que anunció en 2003 la creación de un nuevo premio, Mejor Cortometraje Británico, patrocinado por la marca en la sexta edición de los Premios Británicos Independientes de Cine de
ese año y, más adelante, en 2011, creó un concurso en
Vimeo en colaboración con el Edinburgh Film Festival, en el que se propuso a
los participantes (preseleccionados a través de la plataforma) realizar un
cortometraje con un Nokia N8 (modelo que por aquel entonces contaba con una de las
cámaras más avanzadas del mercado), que previamente se les había entregado. Y, aunque el cortometraje siempre
ha sido un formato más abierto a la experimentación y a las nuevas tecnologías,
en el campo del largometraje comenzaron también a aparecer las películas
realizadas con teléfonos móviles.
Las experiencias de grabación con el móvil en el
contexto cinematográfico, más allá de las mencionadas y encuadradas dentro del
cine de colectivos o colaborativo que hemos mencionado anteriormente, tienen
como antecedente el documental italiano Nuovi
comizi d'amore (2005),
dirigido por Marcello Mencarini
y Barbara Seghezzi e inspirado en Comizi
d'amore (1965), de Pier Paolo Pasolini,
sobre las costumbres relacionadas con el amor y los hábitos sexuales de los italianos.
En la grabación se utilizó un Nokia N90 y se proyectó en el Moma de Nueva York,
el Festival de Cine IDFA de Ámsterdam y el Festival de Zúrich. El segundo
antecedente lo encontramos en SMS Sugar Man
(2006), del director surafricano Aryan Kaganoff, largometraje grabado con ocho dispositivos Sony
Ericsson W900i. La película, que narra la historia de un proxeneta y dos
prostitutas en una noche de Navidad en Johannesburgo, fue presentada en Francia en 2005 en la
inauguración del Pocket Films Festival.
Este filme, como afirma Schleser
(2014), realiza importantes aportaciones narrativas surgidas por el propio
dispositivo y que van más allá de potenciar la textura de los pixeles:
En SMS Sugar Man,
el teléfono móvil está hábilmente entrelazado con la construcción narrativa del
drama como dispositivo de comunicación. La historia del proxeneta es revelada de una manera íntima e inmediata a través del
teléfono móvil. Desde esta perspectiva, se debe añadir que el
logro de SMS Sugar Man depende de la forma en que la película explota los puntos
fuertes del vídeo móvil mientras eclipsa el "look and feel" único de la estética de
píxeles[1]
(p.161).
Why didn’t
anybody tell me it would become
this bad in Afghanistan (2007), del
director holandés Cyrus Frisch, es otra de las primeras producciones realizadas
íntegramente con un teléfono móvil. La película aborda el tema de un veterano
traumatizado después de un periodo de servicio en Afganistán y que, a su
regreso, revive esas situaciones en su vida familiar y social donde predominan
la incertidumbre y la violencia. La historia está narrada desde el punto de
vista subjetivo del soldado y parte de la idea de mostrar las relaciones entre
los adolescentes inmigrantes y sus vecinos, relaciones que observaba a menudo
el director en la ciudad de Amsterdam donde vivía. De
esta forma, como recoge Botella (2011) en la entrevista realizada al director,
este comenzó a grabar con su propio móvil escenas reales que sucedían a su
alrededor como si fueran las que viera el propio protagonista. Además, el director
potenció la aparición de pixeles y el movimiento extremo de las imágenes y
también utilizó el sonido directo grabado a través del móvil, consiguiendo con
todo ello unas texturas visuales y auditivas singulares que potencian el relato.
Este filme obtuvo el reconocimiento en
festivales internacionales como el International Film Festival Rotterdam 2007, San Francisco Film
Festival 2007 y Tribeca Film Festival 2007, entre
otros.
El caso de Why
didn’t anybody tell me it would
become this bad in Afghanistan, nos lleva
a reflexionar sobre la identificación de la estética de las imágenes de vídeo
tomadas con el móvil con una imagen poco definida, en la que los pixeles son
visibles. Y como expresan Baker, Molga y Scheleser (2014):
En el cine de teléfonos móviles, el
período entre 2005 y 2008 se caracteriza por el avance del formato de archivo
de vídeo de teléfono móvil 3gp al formato de compresión mpeg4. Las imágenes de
vídeo pixeladas, que caracterizan a los dispositivos móviles en el paisaje
mediático contemporáneo, se han convertido en el punto focal en la historia
reciente del formato (Baker, Molga y Scheleser, 2014, p.103).
Unos años después, el filme de ficción Olive (2011) del actor y director norteamericano Hooman Khalili, realizado enteramente con un móvil Nokia N8, acapara los titulares. La historia de Olive es la de una niña de 10 años que procede de otro mundo y que tras su encuentro con diferentes personas logra cambiar sus vidas. Esta película, interpretada por la actriz Gena Rowlands (nominada dos veces al Oscar), se rodó adaptando a la cámara del móvil una lente de 35mm con el objeto de conseguir una mayor profundidad de campo. El equipo fue completado con un trípode y un visor que iba pegado con una cinta. Su presupuesto fue de menos de 500.000 dólares y fue financiada por Chris Kelly, ex ejecutivo de Facebook, y William O'Keeffe, un filántropo de San Francisco. Su director, apelando al espíritu independiente e inconformista de la cinta, solicitó la colaboración del público a través de la comunidad Kickstarter para poder distribuirla en las salas de Estados Unidos sin contar con el respaldo de un gran estudio, aunque, finalmente, no obtuvo los fondos suficientes para lograr una gran distribución.
Figura 1.
Fotografía del rodaje de Olive. Foto de Hooman Khalili (2011).
Las cuatro producciones anteriormente
citadas pudieron verse publicitadas en diferentes medios como los primeros
largometrajes rodados íntegramente con un teléfono móvil, y utilizaron ese reclamo
para potenciar su distribución y exhibición. Sin embargo, más allá de esta
controversia, estas películas consiguieron abrir el camino a una nueva forma de
experimentación cinematográfica y, sobre todo, pusieron de manifiesto la
posibilidad de realizar un cine de muy bajo presupuesto accesible a casi
cualquier persona.
En 2015 se estrenó en la sección Next
del Festival de Sundance el largometraje Tangerine, de
Sean Baker. Para su filmación se utilizaron tres dispositivos iPhone 5S. Y para
mejorar el enfoque, la exposición y el equilibrio de color utilizaron la
aplicación Filmic Pro, además de un adaptador de
lente para conseguir una grabación anamórfica. Como accesorios de rodaje se
sirvieron también de un steadicam y en la postproducción se utilizó el software
Da Vinci Resolve para las labores de etalonaje. La
película, que costó 119.000 dólares, tuvo una gran distribución a través de
festivales internacionales y obtuvo varios galardones y nominaciones, aunque su
distribución en salas fue relativamente limitada.
El argumento de Tangerine
gira alrededor de la vida de dos prostitutas transexuales en Los Ángeles, en la
víspera de Navidad. Una de ellas acaba de salir de prisión, y, al enterarse de
que su novio proxeneta la ha engañado, emprende una búsqueda con su amiga con
la intención de vengarse. La producción no solo sorprende por la buena calidad
del registro, sino también porque es un ejemplo claro de la utilización de esta
tecnología del móvil con otros fines distintos a los económicos, ya que, como
ha manifestado Sean Baker en una entrevista publicada en YouTube[2], aunque la economía fuera una de las razones para optar por la
grabación con el móvil, también vieron la ventaja de trabajar de este modo, puesto
que facilitó el rodaje con las actrices primerizas (las protagonistas son
realmente dos mujeres transexuales de Los Ángeles) y se evitó la barrera
intimidatoria que supone interpretar frente a la cámara cuando no se está
acostumbrado. Sin embargo, actualmente, cualquiera está habituado a ser grabado
con un teléfono móvil y esto propició el ambiente de realismo y naturalidad que
se puede ver en la película.
Figura
2. Fotografía del rodaje de Tangerine.
Foto de Magnolia Pictures (2015).
Es interesante también
observar cómo valora el director la publicidad que se hizo del filme mencionando,
que había sido rodado con un iPhone, pues, en su opinión, esto es un arma de
doble filo, porque, por un lado, puede haber cierto tipo de público que acuda a
verla por esta novedad, pero, por otro, este hecho puede derivar en que ciertos
espectadores sientan rechazo al tener prejuicios respecto a ese tipo de
tecnología y desconfiar del resultado.
En el caso de Malik Bendjelloul con su documental Searching
for Sugar Man (2012),
sobre el músico Sixto Rodríguez y las peripecias de dos fans surafricanos que
se proponen encontrarlo, sí podemos hablar de que la decisión de utilizar el
teléfono móvil tuvo motivaciones meramente económicas. El director había
agotado el presupuesto y aún le quedaban escenas por grabar por lo que recurrió
a una aplicación de vídeo para iPhone 8 que simula el efecto de la película de
Súper8 y, gracias a ella, grabó las escenas que le quedaban con el teléfono
móvil. La película tuvo una espectacular acogida y llegó a ganar numerosos e
importantes premios, incluido el Oscar al Mejor Largometraje Documental en el
año 2013. Y, en este caso, lo que se vino a demostrar es que las imágenes
tomadas con el móvil podían integrarse perfectamente en la narración junto a
las tomadas por otros medios sin desmerecer estéticamente el resultado final.
Unsame
(2017), dirigida por Steven Sorderbergh, también fue filmada con un teléfono móvil de
alta gama, en esta ocasión el modelo utilizado fue un IPhone 7 Plus con calidad
4K y también se sirvieron de
la aplicación Filmic Pro para
mejorar las condiciones de captación. El argumento de la propia película versa
sobre la tecnología digital y trata sobre una mujer acosada durante años por un
hombre a través de las redes sociales de forma que su salud mental se ve resentida
y acaba recluida en un hospital psiquiátrico. Soderbergh ha estado siempre interesado por la
tecnología y, a menudo, ha mostrado su preocupación por el excesivo poder de
los estudios y su rechazo a respaldar propuestas más independientes que
consideran arriesgadas. Por ejemplo, en 2005, rodó la producción de bajo
presupuesto Bubble en vídeo de alta
definición y fue la primera película que se distribuyó
en Estados Unidos de manera simultánea en las salas de cine, en DVD y en VOD. Y, en 2019, estrenó High Flying Bird, su segunda producción
grabada con un smartphone, en este caso con un iPhone 8. Este filme, producido
por Netflix, se ha lanzó a través de su plataforma poco tiempo después de su
estreno mundial en el Festival de Slamdance, lo que supone
un interesante precedente de normalización de la difusión de este cine filmado
con teléfonos móviles.
El primer largometraje mexicano grabado
con un teléfono móvil fue Oso polar (2017), del director Marcelo Tobar, para el
que se utilizó un iPhone 5 (en algunas escenas complejas usaron dos
dispositivos simultáneamente) sirviéndose también de la aplicación Filmic Pro y de lentes accesorias, entre ellas, una
anamórfica. El argumento aborda el tema del reencuentro de unos amigos que
coincidieron en la época escolar y de cómo cada uno en el grupo mantiene los
viejos patrones de comportamiento. Como trasfondo, aparece también el tema del bulling y las
huellas que dejan estas situaciones en la edad adulta. La presencia del uso del
móvil dentro de la trama es constante, puesto que los personajes se van
grabando de forma habitual y también se muestran grabaciones del pasado. Todo
esto se incluye en el montaje de la película en la que se varía el formato
varias veces para mostrar las diferentes grabaciones que suceden en la historia,
potenciando de esta forma la sensación de estar presenciando parte de la intimidad
de los personajes.
En el panorama español, Hooked up (2013), de Pablo Larcuen fue el primer
largometraje filmado con un móvil (y se aprovechó este hecho para publicitarlo),
en este caso también un iPhone. Esta producción, perteneciente al género de
terror, narra las vicisitudes de dos turistas estadounidenses en una noche de
juerga en Barcelona en la que van grabando todos sus pasos con sus propios
teléfonos. Para el rodaje, su
equipo desarrolló un software y también contaron con el apoyo de un técnico de
Apple, presente durante toda la grabación. El filme, que se rodó con 14.000
euros, más otros 20.000 destinados a la postproducción, fue estrenado en el
Festival de Sitges de 2013. Para este director la experiencia no fue nueva, ya
que anteriormente había grabado el cortometraje Sí (2009) con el que ganó el
premio del público del Móvil Film Festival. También en España, Benja de la Rosa
utilizó un móvil para rodar La sexta alumna (2016), su primera experiencia
como director y en la que también asumió la labor de producción.
Otros
cineastas consagrados han querido probar la experiencia de filmar con un
teléfono móvil, como es el caso de, Park Chan-Wook,
director surcoreano conocido por su trilogía de venganza de Sympathy
for Mr. Vengeance (2002), Oldboy (2003) y Sympathy for Lady Vengeance (2005), que en
2011 realiza junto a su hermano Park Chan-kyong el
cortometraje de 33 minutos
Paranmanjang,
traducido al inglés como Night
Fishing
y que fue galardonado con el Oso de Oro
en la Berlinale de 2011. Para realizar esta
producción se utilizó un iPhone 4 al que también se adaptó una lente para
mejorar la captación de imagen y la película fue financiada, en parte, por
Apple, dentro de la campaña de promoción del iPhone 4.
En este cortometraje los hermanos Park
logran utilizar la tecnología del móvil para desarrollar una narración de
carácter experimental y tintes surrealistas.
La linealidad del relato se rompe en varias ocasiones al narrar la
historia de un pescador y lo que ve y escucha en un lago en el que ha ido a
pescar. Sueños, realidad, rituales chamánicos y símbolos se mezclan en esta
producción en la que, en
ocasiones, se ve resaltada la presencia de los píxeles y en
la que se alternan imágenes en blanco y negro y color junto a efectos de bordes
ensombrecidos, consiguiendo con todos estos elementos una atmósfera
fantasmagórica que concuerda perfectamente con el tono de la historia.
También otros directores
han aprovechado el interés de las marcas de tecnología móvil para promocionarse
a través de realizaciones cinematográficas y, gracias a ello, el francés Michel
Gondry realizó su cortometraje Détour (2017) con un iPhone 7.
Este director, con experiencia en el campo publicitario, obtuvo un resultado
sorprendente en cuanto a calidad de imagen, tanto que difícilmente se distingue
esta de la que se hubiese obtenido con medios profesionales. Y en la misma
tesitura se vio el mexicano Robert Rodríguez, quien también aceptó colaborar,
con un cortometraje titulado Two Scoops
(2013), en el proyecto Keep Moving
de Blackberry, que el director llevó a cabo con la
aportación de ideas por parte de sus fans recogidas a través de Twitter.
Pero un caso bastante
paradigmático es el de Conrad Mess, un director zaragozano
sin formación cinematográfica y que ostenta un record de más de 40 premios y
más de 100 nominaciones en festivales de cortometrajes de todo el mundo. Y,
entre ellos, el premio al mejor iPhone Filmmaker del
mundo obtenido en San Diego con su corto Time to Pay
Off Debts (2016), filmado con un iPhone
6s + y que sorprende por su imagen en blanco y negro con una fotografía muy
cuidada que aporta gran detalle y nitidez en la imagen. Otros cortometrajes
grabados por este director con iPhones y que también
acaparan varios premios son: Asking Room (2012), The Russian Roulette (2012), The Other Side (2013) o The
Fixer (2011). Conrad Mess afirmaba en una entrevista
publicada en 2018 por la página esquire.com que la alta calidad de la imagen de
sus trabajos, en ocasiones, ha hecho dudar a los jurados de los certámenes
dedicados al cine móvil de si realmente el método de filmación había sido la
cámara de un teléfono y no otro medio más profesional:
En el primer Cinephone, cuando vieron The Fixer, los
jueces pararon la proyección porque no creían que estuviera rodado con un
móvil. Y algo similar pasó en Sitges, donde los cámaras de TV3 me confesaron
que eran incapaces de encontrar diferencias entre The
Other Side y una
película rodada con una ‘cámara de verdad’, recuerda. Pero es cierto: los dos
cortos se rodaron con un iPhone 4 y un 5, respectivamente. Y hay fotos del
rodaje que lo confirman.
El director zaragozano, que
recorre el mundo dando conferencias y acudiendo a festivales, actualmente se
encuentra en el proceso de distribución de su primer largometraje titulado Dead End.
Figura 3. Fotografía del rodaje de The Fixer. Foto de
Conrad Mess (2015).
El caso de Conrad Mess es interesante porque, de los directores mencionados
en este estudio, es el que mejor representa el papel que, en la democratización
del cine, tiene el uso del teléfono móvil como herramienta de filmación,
teniendo en cuenta que es el único que no tiene ningún vínculo anterior con el
medio cinematográfico, ni formación previa en este campo, y que se ha labrado
su posición, poco a poco, gracias a que ha podido acceder a realizar
cortometrajes con el teléfono móvil.
4. Conclusión
Estos ejemplos vienen a reforzar la
idea de que este tipo de tecnologías accesibles son un atractivo importante
para la experimentación y, por lo tanto, para realizar producciones al margen
de la industria, aunque estas vengan, en ocasiones, de directores consagrados.
Pero, como indicó el propio Soderbergh en su discurso inaugural del San Francisco
International Film Festival (SFIFF) de 2013 que versó sobre el estado del cine:
Porque no se trata de dinero, se trata de buenas ideas
seguidas de una estética bien desarrollada. Me encanta toda esta nueva
tecnología, es genial. Es más pequeño, más ligero, más rápido. Puedes hacer una
película muy bien pensada por no mucho dinero, y cuando la gente empieza a
llorar sobre el celuloide, pienso en esta cita de Orson Welles cuando alguien
le hablaba de nueva tecnología, que tendía a abrazar, y dijo, "No quiero
esperar a la herramienta, quiero que la herramienta me espere", pensé que
era una buena manera de decirlo[3].
También Robert Redford, en su discurso
pronunciado en Barcelona, en el Mobile World Congress de 2008, abordó las posibilidades del móvil como la “cuarta pantalla”
en la distribución del cine indie. Porque uno de los problemas más importantes
a los que se enfrentan las producciones independientes es el de la
distribución, que sigue siendo un sector hegemónico dominado por los grandes
estudios. Las películas hechas al margen de la industria han encontrado fórmulas
para reducir sus presupuestos, como la utilización de nuevas tecnologías de uso
no profesional para su grabación, como es el caso de los teléfonos móviles,
aunque, después, pueden verse muy limitadas en su expansión.
Pero pensar en el teléfono móvil no solo como
mecanismo de grabación, sino también como canal de distribución y exhibición,
es una cuestión que necesita un análisis profundo de los diferentes factores
que repercuten en las comunicaciones, ya que, como indican Aguado y Martínez
(2008):
Consecuentemente, una aproximación
al estado actual de las comunicaciones móviles en el marco de las industrias
audiovisuales debe dar cuenta de las transformaciones observables en la tecnología,
los modelos de negocio, las rutinas profesionales y procedimientos relacionados
con los medios, en los formatos de contenidos y los estándares narrativos y,
finalmente, en los ritos de consumo cultural a través de los cuales los
contenidos y las tecnologías son integrados en la vida cotidiana (Aguado y Martínez, 2008, p.191).
Abordar el tema del cine móvil requiere, por tanto,
ampliar la perspectiva más allá de las posibilidades en cuanto a democratización
del uso de dispositivos en grabación, puesto que, como indica Goggin (2008), hay que tener en cuenta una triple perspectiva.
En primer lugar, que se está potenciando su uso a través de certámenes
específicos y festivales, que en ocasiones son apoyados por los propios
fabricantes de dispositivos. En segundo lugar, se deben valorar las posibilidades
de conectividad del móvil a redes de distribución que permiten compartir
contenidos a través de diferentes canales de distribución y, en tercer lugar,
su papel en la promoción de las películas y como canal de experimentación en
cuanto a formatos nuevos o adaptación de los ya existentes.
Sin embargo, las motivaciones que pueden tener los
autores para utilizar esta tecnología en la filmación de un largometraje o
cortometraje son diversas y no solo tienen que ver con cuestiones económicas
sino también con aspectos relacionados con la comodidad de utilizar
dispositivos y accesorios ligeros, y también, incluso, con la experimentación
en el campo de las cuestiones estéticas o narrativas (en las que hemos visto algunas
aportaciones interesantes en los ejemplos analizados).
Por este motivo, es de prever que la utilización del
móvil como recurso de filmación vaya a ser una práctica que se desarrolle y se
expanda en los próximos años y, dada la calidad alcanzada por los dispositivos,
la proyección de filmes en circuitos convencionales (más allá de los
festivales) tiene posibilidades de llegar a ser una práctica habitual en los
próximos tiempos. De esta forma, y al igual que sucedió con la llegada del cine
digital, el soporte utilizado en filmación o exhibición acabará siendo irrelevante
frente al potencial de lo narrado y a las aportaciones creativas de cada autor,
provenientes o no del uso de una u otra tecnología.
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BIO
Nuria Pradilla es doctora en Comunicación Audiovisual y
ejerce como profesora asociada en el área de Audiovisuales en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad
Complutense de Madrid. Ha trabajado en cine y televisión y, actualmente, compatibiliza su labor docente con el
desarrollo de proyectos audiovisuales y la investigación en el ámbito de la Comunicación Audiovisual y, en particular, en el cine experimental y el videoarte.